La noche
Es de noche, llueve, se podía sentir el silencio acompañado de ese
sonido tan relajante y de ese vaivén de
los dedos en el teclado de la computadora de Marcos.
Un sorbo de jugo detiene por un momento sus manos, mientras mira
fijamente el monitor; luego comienza de nuevo la orquesta.
Un ruido desencajante aparece, sin embargo, en el medio del recital: su
madre tocando a la puerta, avisándole que ya es tarde y que necesita descansar
para poder levantarse con ganas por la mañana, así la profesora no se queja más
de que su hijo se duerme en clases.
Marcos tiene dos grandes
pasiones, su computadora y su madre, por esa razón aunque le cueste despegar las
manos del teclado, prefiere hacer caso a su madre para no preocuparla
demasiado. Después de todo, la noche
pasa rápido y mañana comienza la rutina nuevamente: clases por la mañana,
almuerzo con su madre, y finalmente el encuentro más esperado.
En la comida, siempre la misma charla, el interés de su madre para que
Marcos se haga de amigos. No tiene ningún tipo ni clases de amistades, pero él
piensa que así está mejor. A veces medita el porqué de su soledad, quizás
porque no es igual al resto del mundo, o tal vez algo pasó que hizo que fuera así,
de esa manera. Concluye, sin embargo, que no es de mucha importancia el asunto,
al menos para él. En fin, finalizada la
charla, se levanta de su silla, camina por el pasillo y prende su única amiga,
toma el mouse con su mano derecha y comienza con el tipeo, no de letras, sino
de códigos. Marcos sabe más de lenguaje de programación que del propio
Castellano. Su habilidad por la creación de cosas en su computadora es un don
inexplicable.
Sería algo así como Mozart con sus creaciones musicales, no exagero.
Su fanatismo por la programación y los códigos hace que pase horas y
horas que a él sólo le parecen simples minutos, tanto es así que la noche se hace
rápida y su madre lo llama para la comida. Pero él sigue muy concentrado y ni
siquiera baja esta vez.
El cielo cada vez se cubre más de negro y las horas pasan, es inevitable algún que
otro bostezo y parpadeo de ojos, pero Marcos sigue sentado en su trono.
La lluviosa noche se convierte en una mañana radiante de sol y muy
temprano toca a la puerta su madre.
-Marcos, hijo…
-¡¡¡Marcos!!!
-¿Qué pasa, mamá?
-Apurate, cambiate rápido que hoy tengo turno con el Doctor Ramírez, y
de ahí te dejo en la escuela.
-Ma… Me duele un poco el estómago, no me siento bien…
La madre entra al cuarto y le pregunta qué le pasa, él repite que no
se siente con ánimos de levantarse. La respuesta de la madre es que, por esta
vez, si quiere quedarse que se quede pero que eso no es dolor de panza sino
mañas, como dicen las madres, le da un beso en la frente mientras lo arropa con
la frazada y se va.
Minutos más tarde, suena el celular… atiende la llamada pero no dice
nada… del otro lado se escucha una voz exclamando: -Marcos, Marcos, ¿dónde
estás? ¡Se te va hacer tarde! ¡Tenés que venir! -Y corta-.
En una abrir y cerrar de ojos llega su madre con esa mirada sonriente
y triste a la vez.
-Hijo, ¿estás mejor? ¿Querés que te haga un té con galletitas o te levantás
a comer conmigo? Si querés hago un arroz con un bifecito…
Marcos acepta la invitación del menú ofrecido y se levanta para comer
con su madre. En el medio de la comida se puede sentir un difícil silencio
entreverado con el sonido de los cubiertos. Entonces lo interrumpe con una pregunta: -Y… ¿Qué te dijo el Doctor, Ma?
Ella, como si un nudo en la garganta le impidiera decir una palabra y respondiendo
sin responder le dice: - Comé, hijo…
No hace falta que sea mayor de edad para entender que algo está sucediendo,
algo no anda bien.
Marcos va a su cuarto, toma su teclado y comienza a buscar información,
necesita hacer algo para curar a su madre, aunque sea ayudarla, o encontrar
algo que sea útil para los médicos así ellos puedan ayudarla mejor, sabe que es
muy bueno en eso y que siempre algo se le va a ocurrir.
En el medio de su búsqueda incansable, otra vez suena el celular: -
Marcos, ¡Tenés que venir al trabajo! ¡Hoy era el día de la presentación! ¡Apurate!
Pero Marcos está muy concentrado en su programación. Además es un niño casi
adolescente que va a la escuela, cómo
puede ser que lo estén llamando de un trabajo, estas líneas están todas saturadas,
piensa en voz alta.
Marcos sigue escribiendo en su computadora, y de tanto tiempo de
insistir y fracasar se queda dormido… Otra vez la molesta llamada del celular:
-¡Es la última vez que te lo digo, si no venís ya, te van a echar y a mí
también! ¡Vení ya porque te mato!!!
Una gota de lluvia resbala por la ventana entreabierta y cae sobre la
frente de Marcos mojándola, él con los ojos entornados mira el retrato de su joven
madre posado en su mesita de luz, al lado de su cama, lo abraza con todas sus
fuerzas y se echa a llorar. Cuando gira su cabeza hacia el piso, ve una
cadenita igual a la que usaba su madre, cerca de sus pantuflas, al lado de su
cama.
3 comentarios:
Qué buen tema elegiste para armar la trama de tu cuento, Romi. Un chico solitario, medio "nerd", con una compleja relación con la madre. El desdoblamiento del tiempo en escenas que parecen "simultáneas" te permite, además, focalizar en la ríspida cuestión de la culpa, bien introducida a partir del tópico de la enfermedad-(muerte?). Muy cortazariana la experiencia de estar y no estar acá y allá, antes y ahora, con un final de verdadero efecto knock out.
Ojalá esta prueba, muy bien pasada, fortalezca el deseo de seguir buceando en la escritura de ficción.
Romi, como bien dijo la profe Beatriz el efecto knock-out de tu cuento es buenísimo. Como también el uso de tiempos distintos que confluyen en la percepción (¿sólo en la percepción?) del protagonista. También destaco la manera en la que el narrador aparece, y deja de ser "omnisciente" para transformarse en testigo. Realmente, has utilizado muy bien las herramientas que se compartieron en el taller.
¡Vamos por mucho más!
Tía Romi! Me atrapó de una esta historia. La relación del niño con su madre y na enfermedad hicieron que pueda sentir todo lo triste que el personaje demuestra sentirse. Eso es lo que más destaco del relato: tu capacidad para hacerme sentir lo que Marcos sentía. Me gustó, además, la simpleza de la narración, de fácil acceso; y vale la pena mencionar el manejo del tiempo y de los narradores! Felicitaciones!.. Tío Franco!
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