29 de agosto, 2000
EL DIARIO
Terrible femicidio
Una joven de veinte años, Julia Mozoni, fue
encontrada esta mañana por efectivos de la policía en un descampado. Después de
varios días de búsqueda ha sido encontrada sin vida. Lo impresionante fue que
no presentaba golpes ni semejantes, sino algo aun más extraño: le faltaba su
corazón.
Esta es la historia de
Fran y Rebeca, dos jóvenes exitosos que se conocieron por casualidad. Una noche
en una fiesta, a la que los dos habían ido por obligación, surgió su encuentro;
entre palabras y copas entablaron una relación. Siempre él la visitaba a ella
en su departamento, debido a que ella vivía sola. Después de un tiempo de
salidas decidieron ponerle un título a esa relación y la llamaron noviazgo.
Rebeca era una exitosa arquitecta graduada en una importante universidad
de la ciudad. Vivía entre planos y bosquejos y no le daba mucha importancia al
amor hasta que Fran apareció en su vida.
La
relación marchaba muy bien, hasta que un día Rebeca terminó muy enojada con su
novio. Después de tantos meses que llevaban juntos ya era hora de que ella
conociera su casa, pero Fran siempre tenía una excusa para ello. Al principio,
no se quejaba pero luego de un tiempo quiso conocer más la intimidad de su
novio. No le parecía que conocer su casa fuese un problema, pero Fran no pensaba lo mismo.
Él
era músico, tocaba algunos instrumentos pero su verdadera pasión era el piano.
Lástima que todo lo que sabía hacer con su música lo disfrutaba en la soledad
de su departamento. Su novia moría por escuchar algo y conocer aquel dichoso
piano, pero sólo se quedaba con lo que él le contaba. Fran se pasaba horas y horas componiendo
bellas canciones, todas de amor y odio, muerte y venganza. Casi nunca dormía, sólo
componía. Su piano era muy grande,
ocupaba casi toda la sala del departamento, pero lo que lo hacía más bello era
su color dorado.
Un día, finalmente, él
aceptó que Rebeca lo visitara allí, y ella quedó enamorada del lugar. Todo era
color negro y el piano llamaba muchísimo la atención, su color era único e
inolvidable. Fran tenía muchos cuadros de su país natal, España, que lo hacían
sentirse como en casa. Los muebles eran demasiado antiguos para el gusto de
Rebeca, de esos que ya ni se fabrican hoy en día, y se le dijo a Fran. Sin embargo, el brillo del dorado era opacado
por el gran olor a alcanfor que había en el lugar, de modo que el ambiente
hacía imposible respirar, pero ella no dijo nada al respecto, y continuó allí
como si todo estuviera bien.
En un momento, esperando
que Fran trajera unas copas de vino, empezó a inspeccionar de cerca aquel
piano, tocaba una que otra tecla y lo acariciaba suavemente por los bordes. Su
suavidad otorgaba placer al tacto. En una de las patas tenía una inscripción
que decía: Francisco Tonner, 20 de julio de 1900, España. –¿Francisco Tonner?
se preguntó a si misma.
Al regresar le
preguntó a Fran qué significaba eso, y él contestó que su bisabuelo tenía su
mismo nombre y también era pianista. ¿Nació el mismo día que vos? – Ah, sí me
olvidé de eso! – ¡Cuántas coincidencias!
Fran comenzó a tocar y
cantar, y así pasaron las horas entre los dos, en apariencias dándole muy poca
importancia a la última conversación.
Sin embargo, no había
sido tan así para Rebeca, que al llegar a su casa se pasó horas y horas en
internet buscando el nombre de Francisco Tonner o quizás algún pianista famoso
de España que tuviese un piano dorado, pero su búsqueda fue en vano y esto
provocó más dudas en ella.
Sabía que su novio era
famoso antes de venir a Argentina, no podía ser que no hubiese nada sobre
él. Decidió entonces preguntarle
directamente a Fran, pero él cambiaba constantemente de tema y no le daba
importancia a sus interrogatorios. Y así pasaron los meses, siguieron juntos y
felices. Rebeca continuó con su trabajo y lo que sabía acerca de su novio le
bastaba para amarlo como lo hacía.
El día del cumpleaños
de Fran ella decidió hacerle una sorpresa, compró algo de comida y fue hasta su
departamento para estar con él. Al llegar, la puerta estaba sin llave pero no
había nadie allí, o eso le parecía. Lo esperó un largo rato, lo llamó, pero
nada. Decidió entonces recorrer el espacio, encontró una pequeña biblioteca y
se puso leer. Era de revistas y viejos periódicos de España, y se puso a
hojearlos sin interés, sólo para pasar el tiempo, hasta que encontró una
noticia que le llamó la atención: trataba de una joven asesinada un tiempo
atrás, cuyo cuerpo había sido encontrado sin corazón. La joven era de España, del
mismo lugar de donde provenía Fran, pensó que seguramente por eso él había
guardado la noticia, después le preguntaría.
Siguió recorriendo el
departamento y encontró una cajita brillosa de cristal, decidió abrirla y vio
que algo latía en su interior, la soltó de un salto y ésta cayó al piso. Al
darse vuelta, Fran la estaba mirando, su aspecto era raro, estaba pálido y sus
colmillos eran casi demasiado grandes.
Lo miró y sólo atinó a decirle: vos sos…
Al llegar la policía
Rebeca estaba boca abajo, no tenía golpes ni semejanzas, sólo un hueco en el
pecho, apenas perceptible.
1 comentario:
Elegiste la vertiente gótica del género fantástico, Marianela, y lograste un relato intrigante a partir de acciones simples, cotidianas. De ese modo el narrador transmite al lector lo más cautivante y aterrador del género: lo que le sucede a Rebeca le puede pasar a cualquiera. Todos podemos toparnos (y hasta enamorarnos) de alguien que esconde su verdadera identidad.
Ojalá esta propuesta de escritura en el taller anime tu deseo de seguir explorando las infinitas dimensiones de la palabra.
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