TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


Juan Ignacio Moyano


Tapa azul y vidrio tornasolado

Nombre: Ignacio Quevedo.                                        
Edad: 11 años.
Raza: Caucásica.
Domicilio: Cervantes 828, Capital Federal.
Extraviado desde el 23 de Junio de 2008.   
                               

 

















“Cuando llegue el momento lo sabrás”, me repetía el abuelo cada vez que le preguntaba sobre el misterioso frasco de vidrio tornasolado que se encontraba arriba de la alacena, en la cocina. “Las monedas que hay dentro tienen un valor inconmensurable”, me decía, y aunque yo no conocía el significado exacto de esa palabra me daba cuenta de que eran importantes: me daba cuenta por el tono de su voz, y también por el entusiasmo con que miraba el frasco de tapa azul, el mismo que tengo ahora en mis manos.
 Claro que el momento nunca llegó. El abuelo se murió la semana pasada; lo mató un infeliz que manejaba borracho, un estúpido que me dejó con el frasco en las manos y con una tristeza inconmensurable: ahora sí que entiendo el significado exacto de esta palabra.
  Lo extraño porque era todo para mí. Era mi mejor amigo, mi único amigo. Aunque intento, no logro sacarme de la cabeza los recuerdos, las muchas tardes en que después de prepararme una leche chocolatada me contaba las historias de sus aventuras, de sus viajes por todo el mundo.
  No entiendo cómo papá puede no quererlo. No entiendo por qué cada vez que me pasaba a buscar por la casa del abuelo, se quedaba esperando en el auto y mandaba a que mamá tocase el timbre. No me lo puedo explicar. Si yo hubiera tenido al abuelo como papá, habría sido el niño más feliz de todo el mundo.
  Ahora tengo que bajar a cenar, pero no tengo hambre. Desde la semana pasada que no le siento el gusto a las comidas, que todo me da lo mismo. No sé si a todos los nietos les pasará igual, pero de lo que estoy completamente seguro es que ninguno tuvo, ni tendrá, un abuelo como el mío.
  Creo que no voy a bajar a la mesa, me he decidido. ¿Para qué bajar? ¿Para escuchar a papá decir que el abuelo era un chiflado, que por su culpa jamás pudo conocer a su madre? Mejor no, mejor me acuesto en mi cama y espero que sea un nuevo día, aunque a decir verdad, tampoco eso me despierta demasiado interés.

De acuerdo, acá estoy. Parado frente a la gran biblioteca del abuelo. He traído el frasco con las monedas, por si acaso. “Buscá en el tercer anaquel, buscá en mi biblioteca”, han sido sus palabras. No recuerdo si fue un sueño, si estaba dormido cuando se me presentó, flotando en el aire y envuelto por una luz que casi me deja ciego; solamente recuerdo su rostro: se lo veía bien, aunque me dio la sensación de que estaba un poco triste.
A ver, ¿qué será lo que quiere que busque? Mmm, acá lo único que hay son libros de geografía, éste que habla sobre minerales, a ver este otro… “Antropología científica, volumen III”, ¿para qué corno quiero yo un libro de antropología? El abuelo era antropólogo, no yo. Tiene que haber alguno que sea para mí, uno que haya  tenido guardado y no pudo entregarme. Acá hay un uno sin título; parece uno de esos manuscritos antiguos que muestran en los documentales, veamos qué dice…



Memorias de Luis Quevedo

                                                                           22 de Junio de 1972

Esta anocheciendo. Hoy hemos dejado atrás la Meseta de Bie y nos acercamos a la frontera de Namibia. Recorrimos Angola de palmo a palmo sin tener éxito. Continuaremos nuestro trayecto por las sabanas de Namibia, en ellas radica mi última esperanza.


                                                                                                          23 de Junio de 1972

Vuelve a anochecer. Conducimos todo el día, solamente dos parates: uno para almorzar y otro para cargar combustible. La vegetación de las sabanas es mucho más copiosa que en Angola; no así su fauna: una manada de sprinboks saltarines y una pareja de elefantes han sido los únicos animales con que nos hemos topado en casi diez horas de manejo.
Mañana haremos un último intento, quizás todo sea un error, quizás esta travesía no haya sido más que una enorme necedad de mi parte…


                                                                           24 de Junio de 1972

Todavía no logro contener mi emoción. Agradezco a mi esposa, que se encuentra a mi lado, por haber sido la única que confió en mí; por haber respaldado mis propósitos a pesar de las crueles burlas de mis colegas, sin ella no hubiese llegado a ninguna parte.
Son ellos, no me cabe la menor duda. Son los Namecuyá. Su último registro fue el de un explorador inglés (siglo xv), inclusive hay quienes sostienen que forman parte de una de una leyenda, que son una tribu dada a luz por el imaginario colectivo del pueblo africano. Pero las evidencias tiran por la borda todo tipo de hipótesis, y la evidencia está aquí: debajo de este promontorio donde hemos aparcado. Mañana por la mañana, vamos a bajar por la colina y presentarnos ante ellos. Planeo dejar los rifles en el jeep para no mostrar señales de hostilidad, solo llevaré la Walther colgada de la cintura por si se tornase áspera la situación.


                                                                           25 de Junio de 1972

Escribo estas líneas bajo la trémula luz de una tea. Los Namecuyá nos han recibido con los brazos abiertos, hasta me pareció que se le alegraron de nuestra presencia. Eso me ha dejado desconcertado; en lugar de recibir el trato que comúnmente se les brinda a los forasteros, hemos sido acogidos como una suerte de invitados de honor. Vamos a pasar la noche en una de las tiendas de la tribu, es mejor que hacerlo en jeep, al menos aquí no debemos turnarnos para dormir.  


                                                                           26 de Junio de 1972

Segundo día junto a los Namecuyá. Gracias a dormir de corrido toda una noche, hoy pudimos disfrutar de un día de recreación junto a los nativos. Es increíble los cordiales y comunicativos que son. Compartimos junto a ellos dos comidas y al atardecer fuimos llevados a un enorme lago (indica el mapa que se trata del Etosha Pan) donde se dieron un gran baño grupal. No mostraron ningún tipo de reparo en desnudarse delante de nosotros, no obstante, han comprendido el sentimiento de pudor y nos han dejado a solas cuando llegó nuestro momento de asearnos.
Mañana, según he interpretado los gestos de uno de los caciques, nos harán parte de una de sus ceremonias. Esperamos no terminar atados a un poste y con decenas de Namecuyá danzando alrededor.



¿Qué fue eso?
Pareció un ruido en la puerta. ¿Será el tipo de la inmobiliaria? Escuché esta mañana decir a papá que había aparecido un comprador para la casa. Ya veo que entran y me encuentran acá: van a pensar que soy un ladrón. Nadie sabe que tengo una llave de la casa, el abuelo me la entregó como  signo de nuestra amistad. De acuerdo, espiaré por la ventana…
No hay nadie, voy a poder continuar leyendo. Todo esto es muy raro, el abuelo nunca me habló sobre un viaje a África. ¡Y en compañía de la abuela!




                                                                                      27 de Junio de 1972


No puedo creerlo. Sinceramente, no puedo creerlo. Soy conciente de lo que he visto, de lo que mis ojos fueron testigos, pero aun así mi inteligencia se niega a aceptarlo. Nélida comparte mi desconcierto y no ha dicho todavía una palabra.
Hoy hemos vuelto al Etosha Pan, esta vez se han sumado los caciques de la tribu. El mayor de ellos, ataviado con un manto escarlata que le daba un aspecto siniestro, mandó llamar a varios de los jóvenes. Éstos formaron una hilera y comenzaron a entonar fervorosamente una plegaria, una señal de agradecimiento tal vez… no lo sé, de lo único que estoy seguro es de sus espasmódicos rostros, de sus rostros y de lo que vino después…
Al anciano le fue otorgado un recipiente cóncavo, similar a una vasija, y éste sacó de él una reluciente moneda dorada que arrojó al lago. Cuando la moneda se sumergió, las aguas comenzaron a agitarse creando un remolino, un enorme torbellino cuya circunferencia abarcaba la totalidad del lago. De inmediato, el primero de la hilera de jóvenes se lanzó al agua; sí, eso hizo, ¡se lanzó hacia aquel abismo del cual emergían haces de luz de todas las tonalidades! ¡Hacia aquella inmensidad que parecía contener un universo entero en sus entrañas!
Le siguieron los demás, uno tras otro se arrojaban con una tranquilidad inconcebible, como si se tratase de un simple chapuzón en una pileta. La sucesión de saltos se prolongó, hasta que el remolino comenzó a cerrarse en una decreciente vorágine de círculos concéntricos. Una vez que hubo desaparecido por completo, las aguas del lago recobraron su habitual tranquilidad y el ritual se dio por finalizado.


                                                                      28 de Junio de 1972

Hoy un fue un día de suma tranquilidad en la aldea. Nélida insiste en repetir que lo vivido ayer no ha sido más que una alucinación, un engaño de nuestras sugestionadas mentes. Pero yo se que no es así. Estoy convencido de que ayer se ha abierto un portal, un pasadizo hacia un mundo desconocido, al menos para el resto de los mortales. Me he escabullido en la tienda de las caciques, a la hora en que estos acostumbran a meditar bajo la sombra de acacia, y he descubierto donde guardan la vasija, donde esconden ese sagrado recipiente repleto de talismanes dorados…


                                                                  
                                                                       
                                                                          29 de Junio de 1972

El crepúsculo ha llegado a su fin y la noche hace su majestuosa entrada en las sabanas. Nos encontramos en el jeep; yo, con mis manos ocupadas en este diario; Nelida, con la suyas sobre la sagrada vasija. Hemos manejado más de ocho horas, es imposible que los Namecuyá puedan habernos seguido el rastro.
Al amanecer continuaremos rumbo a Windhoek; puedo afirmar, sin exageración alguna, que éste es uno de los días más felices de mi vida.


                                                                           30 de Junio de 1972

Continuamos camino a Windhoek. En el día de hoy no ha sucedido nada que sea digno de mención (obviando el magnífico espectáculo de un guepardo que da caza a un impala, o el de unos leones cachorros aventurándose por primera vez en tierras que luego les pertenecerán, de las que pronto serán reyes y reinas). Hemos hecho un nuevo parate, para poder dormir algunas horas, proseguiremos ni bien el sol nos ilumine con sus primeros rayos.


                                                                            1 de Julio de 1972

Me encuentro a pocos kilómetros de Windhoek. En realidad no lo sé con certeza y tampoco me importa. Ya nada importa. Maldigo mi suerte, maldigo a Dios por tal suerte, y me maldigo a mí, por sobre todo me maldigo. Me maldigo por haber aceptado la petición de mi esposa, por arrastrar a Nelida hacia todo esto.
Cerca del mediodía nos detuvimos para almorzar, ella bajo del vehículo diciendo que necesitaba orinar. Se dirigió hacia unos arbustos y fue entonces que escuché su grito: su alarido de dolor.
Hice todo lo que pude. Juro por mi vida que hice todo lo que estuvo a mi alcance. Nelida acaba de morir. “Cuida a Damián, cuida de nuestro hijo”, han sido sus palabras de despedida; luego tomó mi mano ensangrentada debido a un último intento por extraer el veneno y cerró sus ojos para siempre.


Entonces era eso. Ése es el secreto de las monedas: mediante ellas se puede abrir un portal hacia otro mundo, hacia otra dimensión tal vez. Pero… ¿por qué el abuelo no dio a conocer su hallazgo al mundo entero? ¿Por qué no contó a nadie el secreto? Creo que me había elegido a mí para que fuera el primero en saberlo, pero… ¿por qué? ¿Querría el abuelo volver a África con las monedas? ¿Se habría arrepentido de robarlas?
Las anotaciones parecen acabar en esta página, pero aún tengo muchas preguntas sin respuesta, hasta siento que cargo con más dudas que antes.
¿Y esto? Parece que hay una última anotación en la página final, escrita con otro tipo de tinta. Mejor me apuro, llevo más de una hora leyendo y el tipo de la inmobiliaria puede aparecer en cualquier momento. 


                                                                                          13 de Febrero de 1984

Lo he hecho. Han pasado más de diez años para que me atreviese a volver a tocar estas mágicas reliquias, pero finalmente hoy lo he logrado. Necesitaba verlo de nuevo, poder cerciorarme de que las monedas son las portadoras de un poder ultra-terrenal.
Tomé una de ellas y la dejé caer en el aljibe del patio, fue entonces que el prodigio se repitió. Esta vez no se produjo un torbellino, pero sí irradiaciones procedentes del interior del aljibe, irradiaciones idénticas a las del día del ritual: haces de luz color zafiro, verde esmeralda, y rojo de distintos matices; todos ellos emitidos por una refulgente esfera violácea, y fue en aquel momento que lo comprendí… comprendí porque aquellos jóvenes Namecuyá se lanzaron sin vacilación hacia el interior del remolino. Era una voz, esa es la mejor manera de describir AQUELLO que me llamaba; sí, me llamaba, a pesar de no pronunciar ni una palabra me llamaba, me instaba a saltar.


Mi temor hacia esa fuerza desconocida hizo que retrocediera, dejando pasar la oportunidad de sumergirme en un universo nuevo y plagado de secretos. Un universo al cual no me animo a entrar, una puerta que no soy capaz de trasponer en soledad… 

4 comentarios:

profe Beatriz dijo...

Qué buena historia pensaste para tu cuento, Juan. Me parece muy lograda, además, la perspectiva desde la primera persona, en presente, que nos permite ir avanzando en la dilucidación de la intriga junto con el propio protagonista, de cuyo proceso de revelación el lector resultará tan testigo como cómplice.
¡Felicitaciones!
Que sea éste un eslabón en la desafiante exploración de la narrativa y de las posibilidades del lenguaje. ¡Hay tanto por andar!

Misqi Sonqo dijo...

Tremenda tu historia Juan. A seguir, siempre!!

Unknown dijo...

Gracias Juan por tu cuento, lo he disfrutado muchísimo. Hay muchas cuestiones que resaltar: el uso que hacés de las personas de la narración, el cambio de tipografía, la utilización de un elemento visual como la fotografía (que brinda nuevos sentidos a la narración), la trama intrigante y a la vez, sorprendente.
Si pudiera realizarse alguna crítica constructiva creo que sería en relación al caudal de información que se le brinda al lector. Tal vez un poco menos de ésta aumente su participación en el proceso de construcción de sentido/s y logre en mayor medida, lo que ya has logrado: un buenísimo cuento fantástico.

Unknown dijo...

Tío Juan! Es muy provechoso leer un cuento tan bien narrado y con una historia tan buena como éste. Es notorio el talento que tenés para esto, aunque no muestres mucho tus escritos. De verdad, a través del manejo de la palabra escrita, logras algo muy especial. Te felicito por tan buen cuento. Con la foto del principio que me dejó súper inquieto en cuanto a la historia.
Un abrazo..Tío Franco.