La vida, es un sueño
Llevo ocho años
soñando el mismo sueño, es continuo, es decir que al dormirme por las noches o
a la siesta el sueño continúa donde quedó en la noche anterior… La vida que
llevo al dormir es como si fuera otra vida, distinta de la realidad que hoy en
día vivo. Es curioso, en el sueño aparecen
episodios extraordinarios.
Al comienzo era
hermoso, es más, lo disfrutaba. Pero te digo la verdad: me hubiese gustado
soñar otras cosas como a todos nos pasa, no? O mejor aún, nunca haber soñado.
En esa otra vida -la
del sueño- me estaba muriendo; esa noche que era pura fiesta, el sueño se había
convertido en una derrota llena de sufrimiento, dolor, angustia.
En algún momento de
mi niñez pensé que al cumplir 30 años de edad habría alcanzado todas las metas
que nos enseña la sociedad: una profesión universitaria, un buen empleo, una
casa y sobre todo un muy buen esposo. Todo esto pensaba alcanzar con tan sólo
30 años para que mi vida fuera un éxito, pero nada de eso tuve al llegar a esa
edad. Abandoné la universidad para poder trabajar en un comercio del centro en
donde fui una empleada de baja categoría, pasaba casi todo el día adentro de
ese maldito comercio , llegaba a casa agotadísima, vivía en una pensión donde
no tenía NADA. Mi novio me dejó un día antes de mi cumpleaños, después de haber
estado juntos 10 años.
Al cumplir los 30
años, tuve el peor cumpleaños de mi vida. Como dije, no había alcanzado las
metas que de niña anhelaba. Mi vida era totalmente un fracaso. Al ir al
comercio para el día de mi cumpleaños y atender a un cliente furioso - cosa que
nunca me pasaba- pensé que era posible que me quedara para siempre en ese
puesto de trabajo que detestaba. No lo odiaba porque yo lo considerara
vergonzoso, cruel, sino porque era un empleo aburrido ya que siempre veía las
mismas caras, siempre hacía lo mismo. Luego regresar a casa, prender la tele,
comer y dormir. Así eran todos los días.
Aquella noche de mi
cumpleaños me acosté porque ya estaba agotadísima, empecé a soñar una vida
llena de éxito, donde conseguía todo lo que había soñado de niña. En el día era
una mujer que moría en su trabajo pero durante la noche era una gran empresaria,
ya que me había puesto mi propia empresa. Tenía todo lo que había querido, todo
lo que mis padres habían soñado para mí. En sueños.
En esta vida
aliviada que sólo ocurría en el sueño también aparecían dificultades, pero era
feliz, esa vida realmente era un sueño, esa vida era la que había querido
siempre, la que de alguna forma se me había escapado, quizás por no coincidir
con lo que mis padres me decían.
Tuvimos dos hijos
hermosos con Emanuel, los mandamos a los mejores colegios de Estados Unidos.
Vivíamos en nuestra propia casa, hermosa, era un lujo. Básicamente nos
relacionábamos con gente de clase alta. Sin embargo esa vida era muy difícil,
era estresante vivir con dinero y lujo, muchas veces pensamos que con el dinero
no hay nada más difícil, pero hoy en día me doy cuenta que nos equivocamos, porque
siempre va a haber alguien que quiera más que el otro.
En la vida real yo
llegué a administrar una pequeña tienda de electrodomésticos, me casé con uno
de los vendedores, que pasó a ocupar mi puesto para que yo pudiera quedarme en
casa, ocuparme de las tareas y también de los niños. Mis amigos y familiares
eran normales, no eran ni de clase alta ni baja. Fueron los que siempre había tenido.
Los niños que tuve fueron a escuelas públicas. Toda la grandeza que quise tener
la vivía sólo en sueños.
Los años iban pasando
y yo seguía con dos Vidas. Cada una de ellas seguía con sus problemas reales-ficticios.
Mi matrimonio de la vida real lo llevaba más o menos, o sea como podía, en
cambio el matrimonio del sueño iba decayendo, se iba perdiendo todo el amor que
sentíamos ambos. Emanuel conoció a otra mujer y yo conocí a otro hombre. Así, luego
de ocho años de haber soñado con otra vida, el sueño se volvió una pesadilla,
allá atrás quedaron los triunfos y las perfecciones. La empresa quebró, Emanuel
se marchó con otra mujer y yo me quedé sola, angustiada, en plena derrota. Mis
hermosos hijos se fueron con mi marido.
Fue muy doloroso
ver cómo perdía todo lo que había soñado. Caí en una tristeza, tanto en mis
sueños como en la vida real, por lo que en vez de esperar que llegara la noche
para seguir soñando, quería dormir lo menos posible para no enfrentarme con esa
ficción que mi subconsciente había inventado en mí.
Durante el día y
las tardes mi vida era normal, y por las noches mi familia y mi esposo estaban
en contra de mí, no querían ni mirarme en la cara, decían que yo era una
estafadora, para la prensa lo mismo. Esta situación ya me estaba enloqueciendo,
me estaba matando por dentro, ya no podía seguir con esta pesadilla, no sabía
dónde acudir para terminar con esto. A un psicólogo no podía acceder porque
nunca he confiado en ellos, siempre pensé que te vuelven más loco de lo que
estabas. La situación cada vez iba empeorando y quería terminar de una vez por
todas con esa maldita pesadilla, quería comenzar a soñar cosas más lindas,
cosas que pudiesen cumplirse, pero me era imposible.
Como no sabía a
dónde acudir, acudí a todos los antidepresivos y calmantes que tenía en casa y
me acosté en mi cama a esperar el fin. Me animé con la idea de que esa noche
finalmente iba a ser libre y dejaría de soñar, o soñaría otras cosas. Sin
embargo no fue así. No sé cuál fue el motivo por el que Emanuel regresó a casa
y me encontró tirada, muriendo. Me llevó a la emergencia todavía viva. Pasé un
par de semanas internada en el hospital, cuidada por él. Al salir del hospital
me di cuenta de que las dos vidas, la de los sueños y la del día a día,
necesariamente tenían que coexistir. No puede haber la una sin la otra.
Comprendí que ni en una soy una frustrada ni en la otra soy triunfante, y que
al fin y al cabo los sueños, sueños son.
1 comentario:
Qué historia tan compleja relata tu cuento, Jésica. Trabajás muy bien la polaridad entre la vigilia y el sueño, entre la realidad y el deseo, entre la frustración y la esperanza, logrando invertir de tal manera los planos que el propio lector se preguntará por momentos qué escena corresponde a cada estado: si a la ensoñación o a la objetividad del cotidiano. Llama la atención, sobre todo, cómo ambas "vidas" se corresponden con una verdadera "experiencia" que conduce a ese final atravesado por la fatalidad.
Ojalá esta prueba/juego con la escritura te anime a seguir explorando el lenguaje y muchas nuevas historias.
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