Días Pasados
Casi no lo conocía y no habían hablado nunca, pero no
entendía porqué se le había presentado de esa forma. Su rostro, su ropa y hasta su voz eran igual a la de
Juan.
La vida de Lotte siempre había sido la de una
adolescente normal, con 22 años y con una carrera universitaria que acababa de
terminar. Para festejar dicho acontecimiento, en este momento se encontraba de
vacaciones y estaba yendo hacia Mar del Plata con la amiga que la había
acompañado desde siempre, Isabel. Ambas tenían la intención de disfrutar su
nuevo triunfo y despejarse de las preocupaciones. Aunque de niña sus padres
siempre le habían dado con todos los gustos, no era una de esas personas egocéntricas que solamente
piensan en ellas y no les importa lo que le suceda a los demás. No, ella no era
así. Sin embargo, Lotte estaba cansada de su rutina común y esperaba que algo sucediera, algo que
la cambiara y le diera otro rumbo a su vida.
La manera en que todo comenzó no fue casual, pero si
importante. Mientras su amiga la esperaba en el coche, Lotte estaba entrando a
la estación de servicio cuando vio a un chico alto, medio rubio y ojos color
café lavando autos que la miró de una forma tan extraña, misteriosa, no emitiendo
palabra alguna, pero diciéndolo todo con la mirada. Ella también lo siguió
aunque no entendía nada, esperaba al menos un "Hola" de su parte,
pero ni siquiera eso. Entro al mini mercado de la estación y compro las cosas
que le hacían falta para seguir viaje, al mismo tiempo que miraba hacia la
ventana para comprobar si él la seguía mirando o sólo había su imaginación. Al
salir, el chico seguía observándola, hasta que ella entró en el auto. Mientras
iba manejando, se sintió rara y un extraño dolor en su pecho comenzó a
atormentarla. ¿Por qué la había mirado de esa forma?
Pronto llegaron al hotel, ya se acercaba la noche y no
había tiempo para salir a dar una vuelta debido a que Mar del Plata no es tan
seguro y mucho menos para dos mujeres tan jóvenes, por ende, preferían
quedarse allí para poder disfrutar del
día siguiente. Isabel se encargó de hablar con la persona que estaba en la
recepción que pronto le indicó cuál era su cuarto y le dio las llaves, la suya
era la 215 que se encontraba en el tercer piso del hotel. A medida que Lotte
iba subiendo por el ascensor, no dejaba de pensar en ese chico y las preguntas
le seguían dando vueltas en la cabeza, pero prefirió no comentar nada con
Isabel ya que diría que estaba loca, como era costumbre en ella. En el momento
en que se acostó y pensó mejor todo lo que le había ocurrido ese día, se acordó
que cuando era una niña había sido amiga de un chico llamado Juan. Él era su
vecino y hasta iban al mismo colegio, pero de un día para otro lo dejó de ver y
lo había olvidado, pero no sabía porqué.
A Lotte se le cruzó por la mente que quizás podría ser él, su amigo de
la infancia a quien tanto extrañaba, pero le pareció imposible ya que sabía que
su amigo había sufrido un accidente de tránsito dos años atrás. Por lo tanto,
decidió que sería mejor sacarse esa duda de la mente y pensar que estaba de
vacaciones para disfrutar y no para enfocarse en tonterías.
El día siguiente tuvo su rumbo normal. Fueron a la
playa y pasaron toda la tarde allí, relajándose mientras contaron algunas
experiencias de sus pasos por la universidad, pero Lotte seguía sin poder
sacarse el pensamiento de la noche anterior. Esa mañana lo había buscado por
todas las redes sociales existentes y no encontró nada de él, ni siquiera fotos
viejas.
Se hizo de
noche y tuvieron que regresar. Al llegar y mientras su amiga bajaba algunas
cosas del coche, Lotte logró ver a un muchacho de espaldas hablando con el
recepcionista del hotel pero no le prestó demasiada atención. Cuando las dos
muchachas entraron, ella vio cómo el joven recibía las llaves y se dirigía
hacia el ascensor, pudo distinguir el
número 228, que estaba en el piso de arriba. De pronto creyó verle un parecido
al chico de la estación y corrió para verificar si era cierto, pero llego
cuando la puerta del ascensor había cerrado. Inmediatamente se dirigió hacia
las escaleras y empezó subirlas con
rapidez, sintiendo que el corazón le latía cada vez más fuerte. Sin embargo,
cuando llegó al piso no encontró a nadie.
Al acostarse y pensar en lo que había ocurrido, no
lograba entender porqué había pasado todo eso. Esa noche casi no pudo dormir
pensando, necesitaba hablar con alguien pero su amiga no era la persona más
indicada para hablar de un tema delicado como ese. Por lo tanto, a la mañana
llamó a su madre mientras ella se bañaba.
_ ¡Hola Lotte! ¿Cómo la están pasando?
_ Digamos que
bien. ¿Ustedes cómo están?
_ Todos estamos bien cielo, pero te noto algo extraña.
¿Te sucede algo?
_ Mamá...¿vos crees que estoy loca?
_ Bueno, siempre lo estuviste (emitiendo risas) pero..
¿A qué se debe tu pregunta?
_ ¿Nunca estuviste en una situación extraña?
_ Hija, me estas asustando. ¿De qué hablas?
_ Creo que estoy viendo a Juan. ¿Te acordas de él?
_Obvio que me acuerdo, pero es algo absurdo Sofía.
Todos sabemos el destino que el pobre tuvo y que no fue nada lindo.
_ Me gustaría poder recordar ese destino.
_ Cariño, es normal que no te acuerdes de nada porque
precisamente eso quisimos hacer. Trata de seguir con tus vacaciones y deja de
imaginar cosas absurdas. ¿Puede ser?
_ Adiós mamá.
La cabeza de Lotte daba aún más vueltas, no entendía
nada de lo que estaba corriendo y los nervios comenzaron a perturbarla, ¿Por
qué su madre no quería hablar del tema?. Ahora la lista de preguntas había
aumentado. ¿Era posible lo que mamá decía? ¿Era por eso que había sentido esa
sensación tan extraña el primer día que vio a ese chico? Ya no sabía qué
pensar. Lo único que quería era sacarse de la cabeza todo ese asunto, pero no
podía, necesitaba volver a verlo.
Se pasó toda la tarde pensando sentada en una de las
reposeras de la playa, sola, debido a que su amiga despertó muy mal y prefirió
quedarse en el hotel. Mientras miraba a las personas que se paseaban en frente
suyo, vio al chico de la estación nuevamente, caminando como si nada, mientras
la miraba de la misma manera que antes. A Lotte le comenzó a latir el corazón y
cada vez más fuerte, no podía creer lo que estaba viendo. El chico se iba
alejando pero la seguía mirando tan misteriosamente como aquel día que lo vio
en la estación, entonces sin pensarlo, decidió ir tras el y averiguar hacia
donde se dirigía. El joven empezó a apresurarse cuando se dio cuenta de que
Lotte lo perseguía y ella también lo hizo, obligándolo a correr. Cuando ya casi
no lo veía, comenzó a gritarle que por favor se detuviera, que ya no podía más,
pero en instantes se perdió entre la multitud.
Desesperada,
empezó a preguntar a algunas de las personas con las que se cruzaba, si habían
visto a un joven corriendo, pero la respuesta no era la esperaba, ya que nadie
había visto tal cosa.
La pobre Lotte ya no podía más de los nervios y de esa
extraña sensación que le recorría todo el cuerpo, haciendo que se sintiera cada
vez peor. ¿Cómo podía ser que solamente ella lo hubiera visto? Regresó
rápidamente al hotel para buscar sus cosas e irse de ese lugar, Isabel no
entendía nada pero prometió explicárselo cuando llegaran, pero antes de partir
volvió a llamar a su madre.
_ ¡Lotte! Estas mejor?
_ No mamá. Estamos por volver, era sólo para avisarte.
Creo que Juan no murió.
_ ¿Qué barbaridad estas diciendo hija? Mejor, volvé y
lo charlamos en casa. Pero no cometas ninguna locura.
Al cortar el teléfono, inmediatamente armó sus valijas
y salieron camino a aquella estación de
servicios. Sin embargo, al llegar y preguntar a cada una de las personas que
estaban allí por él, nadie sabía nada y menos sobre algún joven llamado Juan.
Lotte comenzaba a desesperarse cada vez más y a sentirse muy mal, solo quería
entender lo que estaba pasando.
Al llegar a su casa, sus padres la estaban esperando
en la entrada. Ella bajo del auto desesperada y asustada por todo lo que estaba
ocurriendo, y corrió para abrazarlos pero no llegó a hacerlo, ya que se
desmayó. Al mismo tiempo que ella sentía que su cuerpo ya no daba más vio a una
persona que estaba atrás de sus padres, sin decir nada y que la miraba, fijo y
misteriosamente, como siempre la había mirado él.