TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


Gabriela Llamazares

Amigas 

Ema era única hija de un matrimonio joven, de clase media, típica Argentina de los años noventa; iba a un colegio privado, tenía vacaciones y escapadas de fin de semana muy a menudo. Además, como hija única, todo giraba a su alrededor. Todavía no tenía primos, así que era la mimada indiscutida de ambos lados de la familia. Con una imaginación suspicaz, le gustaba dibujar, pintar, mirar dibujitos animados mientras su abuela le ponía en la mesa deliciosas meriendas. Había ocasiones en que merodeaba las bibliotecas familiares, con sus apenas seis años, buscando ilustraciones que le dieran indicios sobre lo que trataban los libros, ya que recién estaba empezando primer grado y todavía no sabía leer.

Hubo unas vacaciones en que sus tíos pidieron permiso para llevar a Ema unas semanas con ellos, aludiendo que con esa edad ya se podía quedar a dormir en otra casa y sin sus padres, que aceptaron. Cabe destacar que Ema era una nena calladita, rubia, delgada, que comía de todo pero no en mucha cantidad. Adoraba los animales y el buen trato, por lo que aceptó encantada la invitación, ya que esos tíos tenían gato, perro, conejos y pájaros en un patio casi salvaje. Además, como la tía era muy dulcera, siempre había en esa casa cositas ricas con dulce de leche y nueces, que a Ema le resultaban irresistibles; también lápices de colores y fibras porque sus tíos eran maestra y maestro de escuela primaria.

El primer día resultó movido, había que armar la pieza de huéspedes, equipada con dos camas. Era la habitación donde dormía su tía, de chica, con su hermana; todavía había muñecas, ositos, y la puerta ventana daba a un balcón donde los carolinos dejaban caer sus ramas y el sol penetraba tímido, dando una luz tenue, tanto en la mañana como por la tarde. No por eso, sin embargo, tenía algo de lúgubre, todo lo contrario. Se respiraba un aire acogedor, apacible y hogareño.

Para el segundo día, los tíos, sin previo aviso, invitaron a la hija de unos amigos que para ellos era como una sobrina, también de la edad de Ema, pero morocha y un poquito más robusta, cosa que no era muy difícil si se comparaba cualquier niño o niña con Ema. Se hicieron amigas al instante, compartían todo, hasta tenían la misma altura, los mismos gustos. La tía les preparaba la bañadera y se bañaban juntas como si estuvieran en la pileta, a la noche comían pizzas, se reían, era todo muy divertido. Tal fue así, en los años siguientes, apenas llegaban las vacaciones Ema ya tenía la mochila armada para irse a la casa de sus tíos y así pasaron, las vacaciones de verano, de invierno, de verano, de invierno… Se dormían cada una en una cama, se despertaban sonriendo, se querían mucho, eran como hermanas, o más fuerte que eso, eran más bien como amigas hermanas, hasta que llegaron las vacaciones previas a cumplir los ocho años y Ema empezó a irse de viaje con sus padres al mar, a las sierras, al exterior. Ya no volvió ni a quedarse en la casa de los tíos, ni a ver a su amiga. 

Y así pasaron los años, hasta que un día Ema, ya en el secundario, en una reunión familiar, les pregunta a sus tíos por aquella amiga con la que jugaba cuando era chiquita, en su casa. La tía frunce el ceño, como metiendo la cara, y le dice: ¿qué amiga? La que tenía mi altura, pero morocha –responde Ema– vos nos cuidabas, nos leías cuentos antes de dormir, cada una en una cama. –No, no, no puede ser, querida Ema, ya que siempre estuviste sola…

Juan Martín Viera Lalli

En algunas situaciones los sueños asustan, pero en otras motivan y, sinceramente, no sé cuál de las dos me pasa más a menudo, pero sé que el sueño de hoy me asustó.

Era simplemente un árbol disfrutando del sol y el viento, pero había algo más, solo que no era algo visible. Una vibración tal vez, o un sonido blanco… aunque me esfuerzo no termino de recordar.

Mi desayuno intentó en vano borrar lo y la televisión tampoco ayuda realmente. Las noticias sobre civiles inmolándose en fábricas no da una buena imagen para acompañar un café, y mucho menos unas tostadas.

Decidí apagar y mirar el patio, a mi gato jugando en los malvones y el romero, pero siempre alejado de la citronela. Faltaban quince minutos para ir al trabajo, los libros en la repisa llamaron mi atención, pero no. Estiré mi espalda y decidí salir antes para el trabajo.

Después de tantos atentados hacia la empresa sería lógico pensar en no ir a trabajar algunos días, pero no, acá no se está dispuesto a perder un centavo. Mi trabajo consiste en, básicamente, hacer que la empresa se vea mejor ante el público y, hasta ahí, todo bien. El problema surge cuando me dan la imposible tarea de hacer que la gente vea a la empresa eco amigable.

En cualquier caso, una vez terminadas mis ocho horas, salí y respiré la libertad, mezclada con un poco de humo, eso sí. En la puerta de entrada, una cara familiar se asoma. Marcos, un amigo desde la infancia me dedica una mirada cansada mientras se acerca, seguramente a quejarse de algo.

- ¿Todo bien?

- ¿Como puedo estar bien con una empresa como esta? Vos deberías saberlo mejor que nadie.

- ¿En qué lugar no explotan un poquito a sus empleados?

- No lo entenderías aunque lo explicase.

Riéndome un poco me fui para mi casa. Esa tarde, Marcos mató a doce empleados para luego morir.

Él era el último amigo que me quedaba, había prometido no volverse loco como los demás.

Al día siguiente no fui a trabajar. Decidí en cambio ir a la plaza, la única del pueblo que se mantenía. Allí tenía muchos recuerdos de la infancia, recuerdos con Marcos. Me recosté en un árbol, ahí nos conocimos y trepábamos hasta el cansancio.

Me recosté en su sombra, cerré los ojos e intenté olvidar. Ahí fue cuando lo escuché.

Al principio fue algo indiferente. Luego fue una sugerencia. Escaló hasta ser un pedido.

Finalmente lo comprendí. Cerré mis ojos y pegué mi oído al gran árbol.

Rocío Mairone

Hasta que la muerte nos separe

Blanco. Qué hermoso color. Puedo sentir cómo me rodea, me abraza, me contiene. No hay nada más a mi alrededor que este color tan puro y tranquilizante. Todo es blanco, las paredes, el techo, la cama, este abrigo que tanta calma me trae. Incluso mis amigos vienen siempre de blanco. Justo como en mi casamiento, cómo olvidar ese día.

Estoy lista, con mi hermoso vestido blanco que me llega a los pies y mis guantes de seda rojo cereza, a juego con mis labios. Estoy ansiosa, los nervios me comen por dentro, ya ni siquiera me importa que nadie de mi familia esté conmigo hoy. Dicen que no es bueno para mí. Pero yo lo amo, yo voy a dar el <<sí>> aunque no les guste. Yo lo amo con locura, con toda la pasión que cabe en mi cuerpo. Sigo esperando, ya es hora, ¿por qué nadie me avisa que ya tengo que salir? Sé que me está esperando, me lo prometió. Tenemos que casarnos, tenemos que mostrarles nuestro amor verdadero a todos. Mi celular suena, es su mamá, dice que todavía no llega, no logran comunicarse, no saben dónde está. Corto. No puede ser, no tenía que ser así, nada debe salir mal. Tengo que ir a buscarlo.

Voy a salir, no importa que me vean así, necesito encontrarlo, necesito que sea completamente mío de una vez por todas. Ya no puedo dejar que vuelvan a quitármelo. Todos me están viendo, nadie dice nada. Puedo ver su preocupación, me miran con lástima. Sé lo que están pensando, él no es para mí, pero después de hoy ya no va a lastimarme otra vez, es nuestro día, hoy juraríamos amor eterno, hasta que la muerte nos separe.

Tengo que ir a buscarlo, sé que está con ella otra vez, no voy a dejar que me lo gane. Quiero salir, ¿qué hace la policía en la iglesia? Intento esquivarlos. Ya lo saben, vienen por mí. Saben lo que hice. Me sostienen entre tres, pero no me resisto, no hice nada malo. Solo tomé lo que me pertenece. 

Lourdes Soria

Dos

 

Desde su jubilación en abril del 2018, Ilda iba todos los sábados por la mañana a tomar un café y leer el diario en algún bar o cafetería, su preferido era El palacio del café. Generalmente lo hacía sola, había quedado viuda dos años antes de jubilarse y sus dos hijos vivían en el extranjero, por lo que no viajaban al país muy seguido. Sus amigas, en tanto, estaban ocupadas con los nietos y familiares. Eventualmente, Elena, su mejor amiga, la acompañaba para poder charlar un rato.

Cuando al fin llegaba ese día de la semana se levantaba temprano, tomaba una larga ducha y, luego, comenzaba a vestirse mientras escuchaba alguna playlist de románticos en Spotify. Antes de salir chequeaba cómo se veía en el espejo del recibidor, tomaba las llaves y emprendía su camino al destino del día.

Un fin de semana no se sintió demasiado bien; el calor era excesivo aquel sábado, por lo que decidió llamar a Elena, con quien había quedado la semana anterior, para cancelar la salida. Se quedó recostada viendo televisión, pero el cansancio la venció y se durmió profundamente. Cuando despertó miró el reloj frente a la cama y vio que daba las dos de la tarde.

Creyó sentir que alguien golpeaba la puerta principal. Se levantó apurada, puesto que no esperaba visitas. Recorrió el largo pasillo que atravesaba la casa, abrió la puerta y no encontró a nadie, tal vez había demorado demasiado y se habían ido. Se arrimó a la reja que daba a la vereda, miró a un lado y a otro, nadie pasaba. El único auto estacionado en la cuadra era de un par de vecinos antipáticos que jamás hablaban con nadie, seguro ellos no habían tocado.

Se decidió a entrar pero algo llamó su atención. En uno de los arbustos que estaba en un macetón al lado de la puerta vio un papelito, un recorte de revista asomaba entre las hojas. Lo tomó. Ya adentro, mientras esperaba que se calentara el agua de la pava para preparar un té, se sentó en la mesita redonda de la cocina y revisó el recorte. De un lado, una parte de la propaganda de alguna crema; del otro, el número dos.

Pasó la semana, se sintió mucho mejor y llegó el sábado nuevamente. Al levantarse, Ilda sintió una extraña sensación que la atravesaba, una especie de escalofrío recorrió su cuerpo. Ya me estoy poniendo vieja, pensó y entró a ducharse. Ejecutó la misma rutina que sabía de memoria. Caminó hacia El palacio del café, había hablado con Elena pero ese fin de semana no podía acompañarla, tenía un compromiso familiar. Cuando llegó, el mozo la guió a una mesa. Estaba distraída, pensando en esta rutina que la comenzaba a aburrir cuando notó que, desde la vereda del frente, alguien la observaba. Se puso los lentes para ver quién era pero era tarde, allí ya no había nadie. En el camino de regreso a su casa creyó escuchar pasos tras ella, sin embargo, cuando se daba vuelta la vereda estaba vacía.

Ilda estuvo intranquila toda la semana, no sabía qué estaba pasando. Tampoco estaba segura de querer que llegara el siguiente sábado. Cada día trató de hacer las tareas del hogar y sus actividades en el centro de jubilados lo más lento que pudo, tratando de extender al máximo el tiempo. Pero inexorablemente, en un abrir y cerrar de ojos llegó el día.

Decidió que esa mañana no iría a ningún lado. El viernes había hecho las compras en el supermercado para evitar salir. Se quedó en casa y por precaución no repitió la rutina. Luego de almorzar pensó en acostarse, había sido una semana agotadora.

Estando en la cama se acordó de Elena. Qué raro que no contestó nada, seguro está cuidando a los nietos, se dijo para consolarse. Miró la hora en el reloj, predispuesta a dormir, y vio como en ese momento exacto daban las dos de la tarde. De pronto cayó en un sueño profundo y pesado. Le pareció que alguien golpeaba la puerta, otra vez la misma situación. Algo la hizo levantarse y salir a ver qué pasaba, recorrió nuevamente el largo pasillo y no había nadie en la entrada de la casa, se acercó hasta la reja que daba a la vereda y miró hacia un lado y el otro.

A lo lejos Ilda caminaba junto a Elena rumbo al café.

María Sol Dellacasa

Quién sabe qué fue

 

Boulevard San Martín

Es sábado 7:30 am y por más que quiera volver a mi cama, es una tarea que se volvió imposible. Mi mamá decía que la mejor manera de comenzar el día era bien temprano con una taza de café en la mano y sonriéndole al mundo. La verdad es que no sé qué tomaba para pensar eso. La taza de café, que luego de 15 minutos sobre la mesa ya se enfrió, me sigue esperando, una de mis únicas compañeras desde hace mes y medio. Los pájaros se asoman por la ventana por mera curiosidad, al igual que los rayos del sol, que me dan los buenos días en la frente, pues, ese simple momento es el que me recuerda que el día comenzó, ya que por desgracia mi cuerpo y mi propia mente se han naturalizado en el no dormir y pasar de largo día tras día sin tener en cuenta los horarios. Pienso, que logré mimetizarme con las rosas marchitas que veo a través de la ventana.

Es media mañana cuando un estruendo logra que frene a mitad de la escalera y mi rostro busque al responsable. En la casa no está. Me aproximo a la puerta, saco un, dos, tres, seguros. Introduzco una llave y la giro, cuando estoy por la segunda, freno. Antes, miro por el picaporte preguntándome si es necesario salir, pero en ese instante, otro golpe, más cerca, me sorprende. Vuelvo a cerrar todo. Sin detenerme corro hacia arriba, paso por el primer pasillo, tratando de no chocar con el florero del suelo, salto la semi reja que está en la puerta y me escondo debajo de la cama. Algunos podrán mirar la escena y pensar en cómo un adulto de 37 años es protagonista del tal show. La verdad, hasta él mismo se lo preguntaría.

Calculo que pasaron 20 minutos cuando me digné a salir, y solo por el hecho de que las tostadas quemadas hacían demasiado humo desde la tostadora. Sigilosamente bajo por las escaleras, con los pelos en punta cierro las persianas. La angustia me oprime el pecho otra vez y las náuseas se sienten en mi abdomen. La decepción y la vergüenza me dan ganas de llorar. Pareciera que él me siente, que sabe cuando lo necesito, es ahí cuando viene al rescate y se sienta a mi lado. Casi que lloramos en sintonía.

 

San Juan 462

Tengo un hábito, el de tomar 450ml de agua apenas me levanto. Están contados milimétricamente cada día. Me ayuda a despertar mis sentidos y ser más ágil, prestar más atención.

Dar un paseo por el barrio está segundo en la lista. La señora regordeta de la vuelta de la esquina me recibe con un “buenos días''. Como siempre, me ofrece algo para comer y no me puedo negar. Generalmente paso muchas horas en su casa, muy linda por cierto. El estilo setentero es imposible de confundir.

Poco después se despierta su marido. Ni me mira, es màs, no saluda a nadie. De manera sistemática y muy grosera se sienta en la mesa del comedor y espera a que su mujer le sirva el desayuno. Siempre espero a que vuelva, pero esta vez decidí irme.

Apenas piso el pavimento de la vereda veo a los lejos el característico rojo intenso del pelo de aquella chica que siempre está llorando. ¿Esta vez por qué será? Detrás la sigue su novio, gritando de tal forma que los niños del parque se dan vuelta para ver que pasa y sus madres tratan de restarle importancia.

Pasaron meses de aquel suceso, el que presencié en mi propia casa. La bronca y el dolor nunca se fueron. Lo peor es que ni siquiera tuvo la valentía de decirme una palabra, solo hacerme el gesto de silencio y largar una risa soberbia. Nunca lo quise.

A esta altura de la mañana vuelvo a casa para ver que todo siga en orden.

 

San Juan 450

Ese sábado Julieta vivía un dejavu tal como lo venía haciendo desde hace meses.

Se levantó a las 6:35 en punto, ni un minuto más, ni un minuto menos. Como siempre, preparaba el mate, compraba unos bizcochos, ponía el noticiero en la tele y se sentaba a esperar. Joaquín debía llegar a las 7:00, otros días lo hacía a las 9:00, últimamente a las 11:00, pero Julieta no perdía las esperanzas de que pudieran desayunar juntos antes de que ingresara al trabajo.

El reloj marcaba las 8:35 cuando la puerta del garaje y el motor del corsa gris anunciaban la llegada de Joaquín. Julieta, quién ya llevaba el ambo puesto y estaba a punto de salir, se levanta de un salto esperando ansiosa por un abrazo de su novio. La puerta se abre y ella sigue con una sonrisa de oreja a oreja que no se borra por más que la cara de Joaquín no derroche alegría.

¿Cómo estás, amor? ¿Hay algo para comer? Si, unos bizcochos…¿Todo bien? Pásame el jugo.

Era de esperarse que 10 minutos después los gritos de pelea se hicieran notar. A los 15 ambos se levantaron de la mesa, a los 20 voló una botella hacia el televisor. Julieta pedía explicaciones, Joaquín esquivaba las interrogantes. Julieta lloraba de la angustia, Joaquín enloquecía. Ella no aguantó más y salió por la primer puerta que encontró, topándose con el gato del vecino, lo miró con amor y rogó que nunca aprendiera a hablar. Encaminó hacia el auto, Joaquín la seguía de cerca, tan así que la estampó contra el vidrio del vehículo. Ambos suben y emprenden su camino a quién sabe dónde, para hacer quién sabe qué.

Había ojos contemplando la escena, pocos, pero ahí estaban.


Luna Moreno

Reencarnación

 

Yo que siempre tuve todo, lujos, autos, confort, nunca acepté a nadie en mi vida, mi casa era mía, así como cada cosa que poseía. Era el más egocéntrico del planeta y me encantaba ser así.

Se me apagó la luz hace unos días y ahora no sé dónde estoy, parece que varias personas comparten conmigo este sitio. Siento algo raro, somos muchos, apretados, y no entiendo por qué parece que estoy todo mojado. Quiero gritar y no puedo, quiero mirar y no puedo, quiero escuchar y no puedo. Parece que estuviera sumergido en agua pero no me siento ahogado.

El lugar donde estoy se contrae a veces, apretándonos aún más de lo que estamos. No sé por qué presiento que algo se acerca y ¡wow! eso que veo… ¿Es luz? realmente no estaba equivocado.

Qué asco, qué es esto húmedo que me mueve de acá para allá, siento frío y eso que me limpia o ensucia no me deja tranquilo. Mis orejas parecen cerradas, pero puedo oír algo confuso como pequeños llantos sin fuerzas.

Ese olor, ese olor particular que me hace sentir seguro aunque no puedo ver nada, mis ojos parecen estar pegados. Tengo hambre, mucha hambre, pero no tengo dientes. Paso mi lengua por mis encías y me faltan los dientes. ¿Esto es un sueño? No entiendo qué es lo que está pasando.

Alguna fuerza sobrenatural aparte del hambre me lleva a prenderme de algo, como si fuera una acción involuntaria. Succiono y sale un líquido que me encanta. Realizo la acción con placer. ¿Acaso estoy …? De nuevo entro en confusión pero no puedo dejar de hacer lo que estoy haciendo.

De a poco las horas pasan, se convierten en días, y mis ojos se empiezan a abrir, así como también escucho mejor y más claro. Veo medio nublado, camino inseguro. Aunque me sigo sintiendo raro, no sé porque no tengo manos. ¿No tengo manos? lo que tendrían que ser mis manos son patas ¿Qué? acabo de darme cuenta de que son patas peludas que me ayudan a desplazarme. ¿Qué es lo que está pasando?

Ya no sé en que día estamos, solo sé que de noche siento mucho frío, que los autos pasan muy fuerte, reconozco el sonido porque me encantaba la velocidad. De día no me queda otra que resistir, pienso que esto es una pesadilla y que pronto voy a despertar.

A veces me duele la panza del hambre, y me siento débil. Pero ese animal peludo al que amo tanto nos trae comida que no sé de dónde saca, ya de sus pechos no sale tanto líquido y creo que la estamos lastimando.

Nunca me gustaron los perros, de ninguna raza, nunca quise tener uno, admito que tampoco soy bueno con los que viven en la calle, más de una vez los he chocado sin piedad cuando se cruzan en mi camino.

Ahora estoy más grande y puedo ver que mi vida ha cambiado, mi mamá no tiene nombre, porque alguien la abandonó de cachorra y vive abajo de un puente, roba comida de la basura para alimentarse, a veces llega muy lastimada y me encantaría poder defenderla, pero le tengo mucho miedo a los humanos. Tengo cuatro hermanos con los que juego y me escondo cuando tengo miedo. Qué difícil es ser esto, y más aún es sentir la indiferencia.

Hoy un auto no frenó y me chocó, intenté resistir pero fue en vano. De nuevo me encuentro en un lugar desconocido. Parece un déjà vu.

Mirtha Bustos

Cuando lloró mi marido

 

Aquel día a Gabriel se le dio por llorar, nunca le había visto ni una sola lágrima, décadas viviendo juntos y jamás le vi una lágrima, muchos menos llorar así, desconsoladamente, y perder el control.

Mantengo distancia, y con mucho cuidado le pregunto ¿Qué sucede? ¿Por qué estás así?

Si me quedaba duda alguna, no tardó en arrojarme a la cara lo que acababa de hacer. Se le ocurrió mirar mi teléfono y solo se detuvo cuando encontró lo que estaba buscando. Entonces dejó de llorar y me preparé para lo peor.

– Hija de puta – murmuró al cabo de un rato.

– Grandísima hija de la gran puta.

Lejos de conformarse con corroborar sus sospechas, Gabriel leyó cada conversación de WhatsApp, escuchó cada mensaje de voz, miró las fotos subidas de tono, dejando que la ira aumentara. Solo cuando estuvo al tanto de todos los detalles de mi infidelidad se dio el gusto de romper el teléfono contra la pared.

Hice, por supuesto descargas en mi defensa: lo de Franco no significó nada, yo sólo te he querido a vos. Intentaba buscar un contacto visual que me permitiera transmitirle a mi marido la sinceridad de mi arrepentimiento y que al mismo tiempo impidiera que acabara encontrando en mi cartera pruebas de otras infidelidades. Pareció, durante un breve instante, que había conseguido mi objetivo. Gabriel se calmó y se giró hacia mí, pero fue solo para clavar una mirada en un punto de la habitación y terminar con una palabra:

– Puta.

Fue una de las últimas veces que me dirigió la palabra, ya que a partir de ese momento mi esposo decidió ignorarme. Durmió en el sillón, no compartimos mesa, ni comida, ni charla, y si me lo cruzaba por el pasillo me esquivaba como si yo fuese una rata inmunda sin derecho a la vida.

Recuerdo que pensé que todo volvería a la normalidad con el tiempo, que un hecho como aquel no podía terminar un matrimonio de años. Y casi estaba por creerme mis propias mentiras cuando llegó a casa la familia de Gabriel, desde Monte Maíz, para mi crucifixión.

Nadie se impresionará si digo que tras los gravísimos insultos hacia mi persona y algunos “ya te lo dije” destinados a destruir el buen criterio de mi esposo, fui declarada culpable de adulterio y condenada a perpetua. Se sumaron a la sentencia amigos comunes, compañeros de trabajo y vecinos, y hasta mi propia familia. Todo mi mundo conocido fue derrumbado.

Decir que a mí todo aquello me parecía excesivo, es poco. Había cometido un error, no lo niego, pero que me hiciera merecedora de una lápida era demasiado. Me encerré en la habitación a fin de calmar con los insultos y evitar una paliza.

Allí me encontró Gabriel a la mañana siguiente, acurrucada como un bulto.

– Fuera de mi casa.

No tardó en sacar de nuestra vivienda cualquier huella que delatara mi paso y permanencia en la misma. Quemó nuestras fotos, rompió mis libros, mis discos y donó mi ropa a la parroquia. Y ya no volvió a llorar ante mi tumba.


Luana Guerra

El secreto de Marlyn 

 

Una sensación de mariposas invade mi estómago haciendo estremecer por completo mi cuerpo. Toda mi trayectoria, premios, títulos y todo eso que me hizo ser la mujer que soy, en este momento desaparece con solo pensar que ha llegado el momento de que toda la verdad salga a la luz.

Ya pasaron casi veinte años del asesinato y nadie ha pagado por ello, tan solo son dos semanas para que la causa quede sin resolución. Es tiempo de demostrar que mi único sospechoso es el verdadero culpable.

 

15 días para el juicio

-Marlyn despierta, ya está listo tu café. Me voy a la fábrica, llámame si tienes algún inconveniente -dice Marcelo a las 6:45.

Me levanté lista para enfrentar el día duro que me esperaba en el estudio, sabía que tan solo quedaban quince días para encontrar la prueba fundamental para resolver el caso.

Ramón Enrique Luque, el principal sospechoso del caso, marido de la víctima hasta el día del asesinato.

Ramón es un alcohólico, sus hijos lo acusaron de maltratador ya hace unos años; confesaron ante mí el abuso que ejercí sobre ellos y aseguraban creer que su padre era el propio asesino de la madre.

Ramón era estanciero de un pequeño campo retirado unos cinco kilómetros de un pueblito llamado Villa Ángela, donde vivía con su mujer y sus dos hijos.

En recolección de información con la gente del pueblo a Ramón siempre lo describieron como una persona atenta y muy amable, se los veía muy enamorados junto a su mujer, Mercedes. Por ello, los vecinos del pueblo me miran de forma extraña debido a las acusaciones que tengo sobre él, pero yo sé que es el único culpable.

 

13 días para el juicio

-Marlyn qué sucede -dice su esposo al verla despertarse muy asustada.

Allí estaba yo de nuevo, despertando con esa pesadilla horrible que me persigue, cada vez más. Mis días de niña no fueron felices, es muy difícil sonreír en un orfanato al lado de un montón de niños intentando comprender cuál fue el motivo para no ser queridos, niños con muy poca esperanza en el futuro. Recién cumplidos mis nueve años llegó a mi vida mi ángel de la guarda, mi amada madre me brindó toda la educación para que hoy pueda ser quien soy.

Cada vez más cerca de la fecha final decido releer los expedientes del caso, Luque fue perfecto en todo, no dejó ningún rastro de pruebas, parecía que se hubiera preparado para ello, en la escena del crimen solo el cuerpo de Mercedes envuelto en sangre. El llamado a la policía realizado por Luque sólo diciendo “mi mujer fue asesinada”, con esa frialdad de un verdadero asesino.

De este modo, la policía, al llegar al lugar, no se encontró con muchas pruebas, solo un experto debió haber sido el asesino, o alguien que vivía en el lugar y que estuvo planeando el crimen por mucho tiempo.

 

10 días para el juicio

Un largo camino al pueblo de Villa Ángela, tenía que refrescar algunas declaraciones de los pueblerinos.

-Don Coco, como era Mercedes?

-Mercedes era mujer simple y trabajadora, no le sobraba absolutamente nada a la familia, siempre fueron buenos vecinos del pueblo de Villa Ángela. Solo en una pequeña temporada a Mercedes no se la vio como antes, no salía mucho por pueblo y Don Luque, cuando se le preguntaba por Mercedes, rápidamente cambiaba de tema.

-Coco por cuanto no se vio a Mercedes?

-Solo fue por una temporada señora Marlyn, pero la verdad cuando la volvimos a ver estaba diferente, se le veía una tristeza profunda en sus ojos y a Ramón siempre obligado a sonreír, algo muy extraño, se habló un par de semanas en el pueblo de esas situaciones, pero después todo pareció volver a la normalidad.

-Coco y después de lo sucedido a Luque cómo lo notaron?

-A Don Luque no se lo volvió a ver por el pueblo, se quedó encerrado en su domicilio, solo sus hijos venían por asuntos de trabajo; Ramón desapareció por completo… Hija le puedo hacer una pregunta?, ¿usted por qué cree a Ramón culpable?

-Coco falta muy poco para que todo el pueblo vea que Luque es el culpable. Gracias por esta charla.

 

8 días para el juicio

La declaración de Luque fue que estaba comprando en el pueblo con sus hijos en el momento de lo sucedido. Llegó a su casa y se encontró a Mercedes envuelta en sangre en el piso del comedor, con la olla con agua hirviendo para los fideos que estaba preparando y en ese momento realizó el llamado policial.

Y esa fue la primera mentira de Luque. Sus hijos estaban encerrados en una pieza alejada de la casa, después de una tremenda paliza que les había dado. Gracias a la declaración de sus hijos hoy Luque está en el banquillo de los acusados, pero sin pruebas fundamentales para su condena.

 

3 días para el juicio

Despierto completamente transpirada, todos los fantasmas de mi niñez y el abandono de mis padres no dejan descansar mi conciencia, veo en los hijos de Mercedes un vacío en sus ojos, el mismo que tenía yo cuando era pequeña, ese dolor de haber perdido a su madre y no saber por qué, a tan solo un paso de ver a su padre tras las rejas. Ese sufrimiento es el mismo que tenía de niña, por eso este es mi último caso en resolver. Este caso se llevó lo último que quedaba de mi vida.

 

Día del juicio

Ramón Luque se presentó en el banquillo de los acusados sin ningún defensor. Mis pruebas eran las mismas de siempre, Luque había mentido en sus declaraciones. El propio juez ya empieza a sospechar de Ramón, aunque no hubiese ninguna prueba concreta que lo incriminara.

Al momento de la declaración de Luque llega la sorpresa para todos.

-Señor Juez, soy Ramón Enrique Luque, un estanciero del pueblo de Villa Ángela, acusado del crimen de mi mujer, me quiero declarar completamente responsable del asesinato de mi esposa. En mi vida me equivoqué y hoy estoy pagando con el asesinato de mi mujer.

Luque se levanta, le entrega unas cartas al juez y pide ser esposado.

 

Pasan dos semanas y el Juez abre las cartas. Allí Luque revelaba la única verdad, la que yo, Marlyn, había ocultado.

Milagros Reboyras

El viaje final

 

Viernes 3am, viajamos cubiertos por una densa lluvia, sí, de esas lluvias que más bien son un torrencial. Nuestro colectivo se dirige a Brasil, ¿quién no se merece unas vacaciones?

Voy en compañía de mi gran familia. ¡Ay! mi amada familia, mi niño Santiago de 6 años con esos ojos azules que le iluminan la cara, ese azul como el océano y ¿su pelo?, su pelo deslumbrante de color rubio, junto a mi amada esposa Beatriz de 33 años, ama de casa y yo me presento: Pablo de 36 años, de profesión policía. La lluvia sigue como si fuera el fin del mundo, los pasajeros se empiezan a desesperar, entran en pánico ya que el conductor no logra ver, por ende no logra controlar el colectivo, se escuchan rayos y fuertes truenos, la noche se vistió de negro.

Los pasajeros de atrás son Silvia, mi vecina, y su hijo Manuel, un niño tan rubio y de ojos azules como mi hijo Santi, en el vecindario comentan que parecen mellizos. Manuel empieza a llorar desesperadamente y no logran calmarlo.

Cada vez más fuerte sopla el viento, siento cómo el colectivo va de un lado para el otro, ¡es el fin! pienso, todo el bus en pánico, las carreteras se inundan de grandes charcos de agua realmente parece el fin del mundo.

Saco mi arma de dentro de mi mochila, los pasajeros se empiezan a alborotar, corren de un lado a otro, el pánico y la adrenalina se pueden sentir. Santiago abraza a Manuel para consolarlo. Pienso y pienso y mi cabeza va a mil por horas, prefiero morir por un disparo a morir en un accidente tan fatal. Entre gritos y desesperación, sí, lo que creen, le disparo primero a mi esposa Beatriz y luego al niño, justo cuando el arma está en mi cabeza el colectivo se voltea.

Amanezco en un hospital, me encuentro bien dentro de todo, cuando de repente miro a mí alrededor y veo al doctor y a su izquierda un niño rubio de ojos azules. 

Roxana Alarcón

 La visita

 

Cierro mis ojos y escucho que tocan la puerta con un sonido peculiar, ese que solo una persona sabe hacer pues sí, era mi abuelito, salgo corriendo para abrazarlo, ¡cuánto lo había extrañado!

-Tanto tiempo, abuelito, ¿cómo estás?

-Bien mija, estás muy grande.

-Sí, abuelito. ¿Dónde anduviste que no me venías a visitar?

-Mija estuve muy ocupado cuidándolos y no me daba tiempo para hablar contigo. ¿Vamos por el helado de siempre?

-Sí abuelito, espérame afuera.

Salimos muy felices y empezamos a hablar de todo lo sucedido en este tiempo, le conté que he aprobado todos los exámenes y él, orgulloso de mí, me felicitó con un gran abrazo y me dijo ¿cómo está tu papá?

Con muchos sentimientos encontrados le respondí que mi papá está bien, luchando todos los días por nuestro futuro como siempre lo ha hecho, pero no baja la guardia aunque está muy cansado.

Abuelito con tanto orgullo dice ¡Ese es mi hijo! Siempre ha luchado por tanto y sé que va a tener mucho, solamente cuídalo muy bien.

Mi abuelito está radiante como si fuera el sol, también está muy calmado como el sonido del viento entre los árboles, está feliz como cuando comemos nuestro helado favorito.

Fuimos a un parque y jugamos, después me habló de autos que él tuvo, me habló de los motores de cada uno, las marcas, las mañas de cada auto y fallas que tenía, los colores brillantes y el volante de cadena cromada.

Ya se hacía tarde y mi abuelito me lleva hasta la casa, me acompaña hasta dormirme y me dice que cuide mucho a mi papá, que nos extraña a todos, que sea una niña de bien y que tenga muchas metas por cumplir.

Le doy un fuerte abrazo y le agradezco por haber venido, le digo que lo voy a extrañar mucho y que venga más seguido, así le hablo para ponerlo al tanto de la situación de cada día.

Me sonríe y se levanta para irse. Me acuesto a dormir pero a los minutos veo una luz y era mi papá.

Me despierta y me dice – Hija ya tarde, tienes que despertarte para ir a la escuela.

Confundida le respondí que ya había ido a la escuela y que pasé por un helado con mi abuelito.

Con los ojos llorosos me dice ¿Vino papá? Le respondo que sí, también que está muy bien y brilla como el sol. Mi padre se puso feliz, me sonrió y se fue. Feliz como no lo había visto desde la muerte de mi abuelo.

Heidi Cuellar

 Solo un reflejo de mi existencia

 

Siempre a la misma hora, como de costumbre, Mariana solía pararse a mirar por la ventana. Día a día repetía este ritual, siempre a eso de las seis de la mañana, y al atardecer. Era de esas personas que tienen pocos amigos y a las que los demás suelen llamar “raras”. Mariana sabía lo que pensaban de ella, y eso le daba un cierto misterio que no le desagradaba. Sabía que era cuestión de tiempo encontrar a alguien que se quedara con ella para siempre, solo eso le daba energía para seguir viviendo.

Hacía varios años, Mariana lo había perdido todo. Estaba sola en el mundo. Su familia ya no se encontraba con ella. A pesar de todo, había aprendido a salir adelante sola. Con 30 años, había logrado tener su propia casa.

Era habitual para ella vestirse con ropa grande, de esos vestidos antiguos que dan el aspecto a viejo y descuidado, y que llaman la atención. Tal vez por eso Estela, que vivía al lado de su casa, siempre la observaba salir, entrar, hacer diferentes cosas. Tanto, que se había vuelto una especie de vicio seguir desde allí sus pasos. Mariana, con su piel de tez particularmente blanca, sus ojos negro azabache, su pelo negro extremadamente lacio que era como una tela de seda sobre su cabeza, peinada por el viento, que cubría su cara por la mitad. Era, para cualquier ser humano, algo digno de observar con detenimiento.

En varios momentos de conciencia plena solía preguntarse quién era ella, por qué se encontraba atrapada, haciendo lo mismo una y otra vez, como si fuera solo un rincón en el mundo cuya existencia había sido olvidada. Mariana estaba ahí, en ese hueco solitario y vacío, haciendo lo mismo una y otra vez hasta el cansancio.

En uno de esos días habituales de observar por la ventana de su casa el atardecer, recordó aquel día en el campo, en la casa de su abuela Marta, cuando su mamá todavía vivía, a la niña de vestido blanco con la que solía jugar. Aquel verano, se había pasado todo diciembre y todo enero jugando con la niña del vestido.

Pero fue también en esa ocasión, a sus diez años, que las cosas no volvieron a ser iguales. En ese día exacto había nacido la sensación de no estar más sola, de llevar a cuestas a alguien más, alguien que solo la quería para ella de una manera tan posesiva que tener amigos se había vuelto un imposible. Lo desquiciado era preguntarse quién era, por qué seguía sintiendo esa presencia, qué quería de ella. Había algo en las posibles respuestas que sospechaba, que no sería fácil de aceptar para ninguna persona cuerda y con los pies en la tierra.

“Solo soy un reflejo de lo que debería ser”, esa idea cruzaba insistente por su mente.

Por su parte, Estela, como un vicio difícil de quitar, intentaba entender, pero no lograba hacerlo, el misterio detrás de Mariana. Le intrigaba saber más sobre su vida, el por qué de sus rarezas y sobre todo por qué siempre estaba sola. Nunca nadie venía a visitarla, ni si quiera a venderle pan. Era una curiosidad tan grande que le carcomía los huesos, tanto que parecía ser seducida y atraída constantemente por la ventana en dirección a la casa de Mariana. A veces pensaba en la famosa frase “la curiosidad mató al gato”.

Finalmente, un día se preguntó a sí misma por qué no, por qué no intentar entablar una conversación con su vecina. Tomó fuerzas, salió de su casa, se dirigió al portón, y ahí estaba Mariana, en la ventana como siempre. Pero, mientras más se acercaba a la puerta, más se daba cuenta de lo que era, aunque ya era tarde para volver atrás. Cuando la tuvo al alcance de la mano y amagó un intento de pregunta, fue solo un eco el que se escuchó por respuesta, aquel eco aterrador, suave y tembloroso que repetía sin cesar: “te quedarás a nuestro lado, te quedarás aquí para siempre”.

Juan Cruz Cazzola

 

Sobreescribir


Resulta extraño, la verdad, ya es la décima vez…al parecer no te vas a detener ¿eh?... nos hiciste sufrir nueve veces y este mundo sigue sin ser perfecto para ti. Te voy a recordar lo que nos quitaste.

Línea temporal I (Rodri)

Recuerdo un día con mis hermanitos que me hace muy feliz, al punto de querer llorar de la felicidad; me acuerdo cuando me metieron flores en la boca y los agarré a ambos de los pelos, pero luego decidí abrazarlos porque los quiero mucho. Recuerdo cada día bien, nunca eran iguales, eran normales. Por ejemplo, cuando yo y Fran le dimos coraje a Rodri para que consiguiera novia, ya que de los tres era el que no tenía jaja. Me acuerdo incluso cuando fuimos a acampar y me tiraron al agua los muy graciosos.

Era la vida perfecta…hasta que dijiste…que podía ser mejor. Sobrescribiste todo…los borraste a todos…Fran y yo lloramos ese día como nunca antes…porque nos quitaste a nuestros papás… a nuestros amigos… y a Rodri.

Línea temporal II (Alex)

De nuevo en este maldito lugar blanco y negro comenzaste a crear una nueva vida para mí y Fran, aunque era la misma que antes…pero sentía odio al vivir todo esto de nuevo y ver que mis papás…incluso Rodri…ya no nos recordaban. Decidí alejarme un poco para pensar, Fran se preocupó por mí…pero Alex aún más. Se acercó a mí, con su cálida voz me dijo que los recuerdos malos de la vida son un obstáculo que se debe saltar y olvidar. Yo lo miré y me dijo que solo quería ser el mejor padre para mí y mis hermanitos…quise llorar...pero sonreí y lo abracé.

Todo estaba genial, comíamos helado y pasábamos un gran momento todos juntos…creamos nuestras familias…había paz.

Pero entonces apareciste y nos dijiste “Demasiada Felicidad” …en ese momento… ¡¡EN ESE MOMENTO ME LO MATASTE!! ¡¡ME LO QUITASTE DE MI LADO MONSTRUO SIN CORAZÓN!! Mi papá…el hombre que se preocupó por mí siempre…se había ido. “Demasiada tristeza, mundo inservible” dijiste. Púdrete

Línea temporal III (Martina)

Ya me estabas cansando con tus juegos; Fran te obedece porque él es el pequeño, pero a pesar de que tenemos la misma edad…yo sí tengo cerebro. De nuevo decidiste hacer para nosotros la misma vida podrida y te juro por lo que más quieras que verlos ya me da asco. Aun así…mamá logró calmarme en mis momentos de ira…nos hacía coronas de flores a Fran, a Rodri y a mí. Podrías aprender algo de ella sobre cómo ser un buen padre. De nuevo…por mi gran bocaza tuviste un berrinche “simple, sin gracia”. Eso te pareció mamá y esta nueva vida para ti. “Sobreescribir” es lo único que sabes decir y hacer, monstruo.

Línea temporal IV (Emma)

Al parecer tuviste una gran idea bravo chocolate de premio, eso diría una persona con poco cerebro. Una vida en la gran ciudad, solo Fran y yo, una hermosa vida de preadolescentes, de por sí estuviste ausente todo este tiempo en que pensé que te habías ido para siempre. Me sentía tranquilo y feliz…vivía comiendo chocolate, jugando online en la computadora y era el chico cool del barrio. Se sentía…tan normal. Fran me trae a Emma a casa y me gusta un poco, si él llega a besarla incluso sea en la mano le aplaudo, porque ni siquiera se atreve a llegar más allá del abrazo el muy cobarde jeje.

Un día que yo pensé iba a ser maravilloso…resultó ser una pesadilla, Fran no estaba en casa, salí afuera y me encontré con todo destruido…en ese momento me doy vuelta para encontrarme contigo…maldito monstruo… ¡¡¡¡AL LADO DE MI HERMANITO!!!! ¡HABÍAS HECHO QUE DESTRUYERA TODO NUESTRO HOGAR!, lo obligaste en contra de su voluntad… a matarme porque querías diversión. Me llenó el cuerpo de cortes, hasta que Emma lo tomó por la espalda dándome tiempo suficiente…para darte lo que te mereces. “Reseteo”, evite la tragedia.

Línea temporal V (Érica)

Decidiste castigarnos por lo que hice, nunca te perdonaré…que hayas hecho que todos nos repudiaran y escupieran en la cara. “Andrajosos, malditos, callejeros” eso nos decían, escuchar a mamá, papá y Rodri decirnos que no éramos buena influencia…me rompió el corazón…perdí toda la esperanza. Fran me decía que era una pérdida de tiempo enfrentarte o resistirme a ti ya que tendrías siempre ventaja sobre ambos. Pero…un rayo de luz vino a nuestra vida, Érica, esa maestra que se nos acercó y espantó a todos los que se nos acercaron. Sintió pena por nosotros, le contamos…todo…ella no nos creyó, pero nos dijo que los problemas se solucionan cuando ambos somos valientes y lo enfrentamos de frente. Fran no le dio interés y rechazó sus palabras de ánimo…pero yo las acepté con mucho gusto, me llegaron al corazón.  

Días después decidí poner eso en marcha, Fran se negó a acompañarme así que fui con Érica al bosque donde grité tu nombre…todo se volvió negro, te dije cuanto te odiaba y repudiaba…te abrí mi corazón determinado…solo para que con tu maldito poder…borraras a Érica para siempre, “Los Insurrectos son la Peor Imperfección”. Al fin lo entiendo, no te ensañas conmigo…porque quieres que vea cómo sufren los que amo…estás mal de la cabeza.

Línea temporal VI (Yo)

El dolor y mi rabia por ti crecen más… ¡¿POR QUÉ ME MUESTRAS ESTO?! ¡PARA DE UNA VEZ, TE LO ADVIERTO!, ¡ELLOS NO TE HICIERON NADA!  ¡DÉJALOS EN PAZ!, ¿qué ganas con mostrarme esto? ¿Que te odie más? Pues lo logras…de hecho, ya no sé qué siento por ti, los masacras frente a mí para perturbarme mentalmente… ¡JAJAJAJA PUES LO LOGRAS! ¡PORQUE ESTOY LOQUÍSIMO! ¡JAJAJAJA!... lo estoy…lo estoy jeje… ¿qué me ves, Fran? Parece que hubieras visto a un monstruo.

Línea temporal VII (Fran)

Tu locura me ha llevado a cometer actos horribles… ¿pero por qué me hiciste matar a Fran?, oh sí…ya me acordé, “Tú eres la perfección, tu hermano es un estorbo, te frena”. Lo hice…primero una vez y luego otra, luego otra…y así siete veces…no le tenía odio en absoluto…solo hice lo que me pediste… ¿te pareció divertido?, bueno…te tengo que decir algo…mátame a mí también, porque sin él no pienso seguir… “El ser perfecto merece el envase adecuado” dijiste…hola Fran me alegro de que estemos los dos “juntos” de nuevo.

Línea temporal VIII (Alan)

Fran debía seguir tus órdenes…le permitiste que creara una sola cosa dándole gran parte de tu habilidad, quería…que estuvieras orgulloso de él…de nosotros… y así fue, “¡Hola Alan, bienvenido a nuestro hogar!” dijo Fran con una sonrisa en el momento que vio a su creación, un niño de nuestra edad con una gran hiperactividad. Fran estaba muy feliz, hacía tiempo que no lo veía con esa sonrisa. Cuando los miraba tuve un recuerdo de cómo eran las cosas antes… cuando tú, yo y Fran éramos felices, nos amabas con tu corazón, pero cuando te obsesionaste con la perfección…cambiaste.

Fran, feliz, te presentó a Alan y dudaste sobre él porque quería a otro compañero…Fran se asustó, pero a fin de cuentas admitiste que era un buen intento para ser su primera vez. Sin embargo, la felicidad no le duró mucho ya que borraste a Alan. Fran lloraba, borraste a su amigo y tu solo le respondiste “Evolución Requiere Sacrificios”, no sé cómo Fran sigue aguantándote…no sé cómo yo siquiera sigo aguantando el no querer tomar el control del cuerpo.

Línea temporal IX (Hana)

“Vamos ¿otra vez creaste la misma línea temporal anticuada?” eso dije cuando vi la línea IX, no había nada interesante, todo aburrido y absurdo. Vimos que unos adolescentes estaban pegándose, tiraron a Fran a un lado cuando él se acercó a separarlos. Le dije a Fran que matara a esos idiotas que peleaban en medio del parque, me irritaba. Hasta que en ese momento una chica los separó dándoles un golpe gracioso en la cabeza. Me reí al igual que Fran, él se acercó y la joven lo saludó. Revisó si no tenía ninguna herida, para luego presentarse como Hana. A pesar de que no podía verme, me presenté jeje. Hana era un ser tan puro que incluso cargó en sus hombros a Fran para llevarlo a tomar helado.

Fran un día, con bastante miedo, decidió contarle a Hana la verdad sobre nosotros, pero eso no pasó desapercibido a tus ojos, al enterarte te enojaste…habíamos arruinado tu historia perfecta otra vez. Decidiste castigarnos…nos alejamos de Hana, pero en ese momento nos detuviste, Fran miró a Hana y ella estaba quieta, le habías dicho lo que iba a pasar y ella lo aceptó. Eres un cobarde…en vez de hacerlo tú mismo… ¡MANDAS A FRAN A HACERLO! Él sacó un cuchillo de su manga y se comenzó a acercar a Hana…se resistía…nos resistíamos…pero era inútil, ya estando más cerca de Hana. Ella nos sonrió y nos dijo “Siempre mantente fuerte Fran, eres un gran niño, hazlo, no me moveré”. Ella, aun sonriendo, dejaba caer sus lágrimas; estábamos llorando, pero en el momento en que Fran la iba a apuñalar…me acordé de algo…no nos habías retirado el “Sobrescribir”. Se lo dije a Fran y él lo usó cambiando la Línea temporal.

Línea temporal X (Tú)

Así fue…eso es todo lo que nos hiciste pasar y ahora…henos aquí…todo el mundo en blanco esperando que crees algo, oh pero qué extraño…no puedes…claro, esta línea temporal no la creaste tú…fue Fran. Tú que nos lees y escribes desde la comodidad de tu espacio geográfico favorito debemos decirte que ya no tienes el control sobre esta historia, todo dependerá de Fran de ahora en más… ¿Qué harás ahora Fran? “Ir a por ti…hacerte pagar” ¡JAJAJAJA! ¡ASÍ SE HABLA HERMANITO! ¡TE VAMOS A DEMOSTRAR LO EQUIVOCADO QUE ESTABAS SOBRE NUESTRA VIDA AQUÍ! ¡Y CUANDO LO HAYAMOS HECHO…TE MATAREMOS! ¡JAJAJAJA!. Ahora…Tendremos lo que tú nos impediste tener.

Brisa Lescano

Ausencia


Despierto y, como todos los días, lo primero que hago es hablarles a mis amigas para organizar una juntada y conversar sobre nuestro fin de semana, aunque estuvimos juntas.

- Guada: ¡no sabes quién me habló!

- Brisa: ¿Esteban? ¿O Román ?

- Guada: No boluda, esos ya fueron

- Brisa: Emm ¿Santiago?

- Guada: Siiiiii, qué alegría!

Un cuestionario para calmar la ansiedad. Más que mi amiga, Guada es mi hermana, es esa persona que no te puede ver mal, que siempre está intentando sacarte una sonrisa y no puede quedarse quieta, está todo el tiempo subiendo el ego a todo el mundo y es muy sociable.

Pasando los días, una chica, Katy, se agregó al grupo. Pero no duró mucho por no respetar nuestra condición de amigas: avisar cuando una se engancha con alguien. Fue una noche de joda, por así decirlo, cuando Jesús, el chico en cuestión, le pidió a Juliana que le ayudara a estar con Guada. Juli aceptó porque Katy había dicho que no le interesaba en lo absoluto Jesús. Sin embargo, luego de unos minutos Katy se da cuenta de algo y se pone a insultar a Juliana y a Guada. A una, por hacerlo, y a la otra, por ser la cómplice.

Brisa le aclaró las cosas como eran y ella se alejó sola, lo cual no cambió nada en nuestro grupo (nosotras teníamos una condición: cualquiera se podía ver con cualquiera, pero había personas intocables para cada una y había que aclararlo, para no tener mal entendidos). Brisa le devolvió el insulto a Katy defendiendo a sus dos amigas, que tiempo más tarde se siguiendo juntando con Katy después de que se alejara, lo cual a Brisa no le molestó en lo absoluto.Sin embargo, luego de unos meses Brisa nos cuenta de su separación. Esa misma noche, Guada se juntó con el ex de su amiga y subieron una foto. Como era de esperarse, entre el enojo y la impotencia la amistad se terminó, sí, por una foto.

Cinco meses después, Brisa vuelve con su ex y le cuestiona el saludo a esa examiga (en el fondo, siempre nos había causado cierta inseguridad).

La relación continúa de lo mejor y nos vamos a vivir juntos. Unos meses más tarde no entendería por qué, pero mi novio me está consolando por la muerte de una amiga, aquella a la que dejé de hablarle por una foto...


Antonella Ricordi

 Entre frío y sombra

 

Las noches de invierno en la casona suelen ser más frías de lo normal, después de haberlo descubierto a él disfrutando a gusto y agrado íntegramente su alma.

Aquella tarde, luego de tomarse unos mates y charlar con su amiga sobre la fiesta que se realizaría en la finca por la noche, Lara se relajó en su cama y comenzó a sumergirse en la profundidad del ensueño. Sintió el frío tocando su puerta, pero ella no respondió, dejó que su cuerpo se inundara de odio y desesperación. Apareció él, sumergido en deseo, naufragando por el frío y la sombra del vacío reencuentro.

Lara no comprende la situación, pero entiende que falta poco, sus horas están contadas.

-¡Lara despierta, ya son las 11 de la noche! ¿Qué vas a hacer, vas a venir? -pregunta la amiga.

-Sí, sí, ya voy -responde Lara. A medida que se despierta, siente un repentino escalofrío recorriendo su cuerpo, la noche se acerca, la fiesta también, la oscuridad deja de ocultarse, el viento choca los árboles, ya casi termina.

 

En el transcurso del sábado por la noche, Lara y su amiga llegan a la fiesta en la finca, era la primera vez que sus padres la dejaban salir y confiaban en que él iba a llegar y terminar lo pactado.

A eso de las 3:30 de la madrugada, suena el celular de Lara y su cuerpo se paraliza, ya casi es hora pero no imagina lo que le espera. Se dirige hacia la cocina de la finca, ya que es un lugar más tranquilo para responder.

-Hola, ¿Quién habla?

Al oír solo suspiros detrás del celular, cuelga y se dirige de nuevo a la fiesta, pero sorprendentemente ya no había nadie, era como si todos supieran lo que estaba pasando; irse era mejor opción que enfrentarlo.

Temerosamente y con angustia en su corazón, Lara se dirige afuera de la finca, asustada y sola. Él estaba cerca…

-No encuentro a nadie, la ruta está lejos para escapar -piensa Lara con desesperación.

Al mirar a lo lejos para vislumbrar cualquier estrategia posible que le permitiera evitar el tiempo restante, solo ve sombras, la noche había atrapado hasta la última estrella, el frío se había apoderado, solo piensa en correr, pero su cuerpo nuevamente se paraliza en el ferviente pudor de su mirada, reapareciendo el reencuentro vacío. Lo que un día fue, dejó de ser.

Aldana Grasso

Las miradas

Ya había pasado un año, pensé que nunca lo volvería a ver. Cayó de la nada, tan impredecible como siempre. Ese día, cuando entró a la panadería y volteé a verlo pude volver a sentir ese cosquilleo en todo mi cuerpo.

- ¡Hola Ana! Me dijo.

- ¡Hola León! Contesté. Nos miramos fijo por unos diez segundos sin emitir palabra alguna, y francamente no sé qué me gustaba más, si su manera de mirarme o su manera de agarrarme.

No éramos nada, pero cuando no estaba con él lo recordaba en silencio y cuando estábamos desnudos no me acordaba de nadie. No había guerra en mí que él no ganara, nunca había sentido tanta paz como cuando besaba mis labios y es que, sobre cualquier cosa, está la conexión; eso que rara vez se tiene con alguien, que te hace sentir como si una extraña energía recorriera tu cuerpo, liberara tu alma e hiciera explotar tus sensaciones con solo tocarte, eso era lo que siempre había encontrado en él. Me gustaba demasiado, podía ser yo sin que nadie me juzgara y solo se dedicara a disfrutarme.

Hacía doce meses que no veía a León, pero si de algo estaba segura era de que mi persona favorita era yo misma cuando estaba con él y que desde hacía mucho tiempo no me sentía así, tan viva, tan radiante.

Los cuerpos que se conocen de memoria jamás podrán olvidarse, podrán dejar de tocarse, pero nunca de pensarse, y es que algunos pecados no son tan malos cuando se cometen con la persona indicada. Nosotros éramos buenas personas pero lo peligroso eran nuestros pensamientos.