TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


Bitácora de cuentos: B.B.

Golpe de estado

En tiempos y lugares hostiles, un muchacho insensible de aspecto alineado y contextura robusta, permanentemente era testigo de situaciones injustas, horrendas, trágicas; ante las que se mantuvo inmutable, impenetrable, estático.
Al vivir en sociedad, de vez en cuando la gente veía su inacción y se le acercaba e indignada le recriminaba porqué no hacía nada. Él mientras tanto no le surgía ayudar, ni ver lo justo por sobre lo adverso.
A la mañana siguiente del último reproche de un lugareño a su actitud, se dirigió a su trabajo diario de secretario personal de un abogado inescrupuloso y corrupto; su recorrido habitual irremediablemente transcurría por la senda de la casa de un señor de edad avanzada, al que con una mirada de búho no se le escurría cosa alguna acaparaba lo ocurrido en todo su radio de visión, dicha ojeada ya no le asustaba como de niño, pero ese día, la vio muy distinta, como atemorizada. Siguió su paso inquieto, con la mirada a cuestas del anciano.
A dos casas de allí, el joven dio media vuelta en el aire cayendo de espaldas en la vereda recién encerada por una señora de limpieza quien fue la que inmediatamente lo socorrió, pero parecía tarde, el golpe en su nuca lo dejó inconsciente, sin mas acudió a emergencias médicas.
En el hospital y ante un panorama de estado reservado, de coma, del cual milagrosamente emergió, pero no sin secuela. En una fase amnésica retornó a su casa, con indicaciones médicas sin medicamentos, pero con la novedosa terapia de que recorriera su localidad un día entero sin mantener diálogo con ninguna persona.
Teniendo muchos huecos en su mente decidió ir por su poblado, cerca de su vivienda se hallaba un museo al que resolvió entrar, en ese lugar histórico se sorprendió al ver una muestra fotográfica sobre injusticias sociales a lo largo de la historia; esos excesos hicieron que el juvenil sin pasado presente se pusiera en lugar de ellos, sintiera lo que sintieron.
Sin conocer su ayer, pero viendo lo duro que fue para otros, no quiso continuar ahí y se marchó.
Siguiendo su tránsito por el pueblo y con la sola certeza de recordar solo su nombre, no por su memoria dormida sino por insistencia de repetición de médicos y allegados, decidió meterse en una casona muy antigua, a punto de desmoronarse, sin saber porque entró, y en ella camino varios metros ingresó a una de las muchas habitaciones desperdigadas por el largo pasillo, se topó con un cuadro que reavivó sus memorias, allí en ese aparente cuarto cuatro por cuatro, revivió como fue su niñez, ante el castigo a su hermano menor por parte de su padre, donde él se interpuso defendiéndolo de una situación de la que sabía de la inocencia de su hermanito, y que el escarmiento era injusto. Ante esto el papá arremetió castigando con dureza al más grande de ellos, frente a la burla insólita e infantil del hermanito.
Al acordarse de su infancia, rememoró no solo su vida de niño en su casa, sino su posterior vuelta, ya en su juventud.
En su retorno se encontró con un horrible cuadro, su caserón abandonado. Al verlo así, acudió al único coterráneo que todo lo sabía, el de mirada profunda, que le contó la lamentable noticia la separación de sus padres y la ida del hijo más pequeño, y para peor el sabio le confirmó para su desgracia que tanto sus padres como su hermanito fueron buscados por años sin ningún dato que revele dónde y como están.
Recordar su ayer y su hoy, y ver la sinrazón de lo ocurrido en su familia y en la humanidad hizo que por primera vez este adolescente escaso de sensibilidad, mostrara sus lágrimas y perjuró, no abandonar las causas justas y enfrentar la injusticia.

Bitácora de cuentos: Nadia Loza

Gente como vos y yo

En una de esas ciudades chiquitas, esas que uno olvida ni bien pasa el cartel de “Gracias por visitarnos”, habita una comunidad muy pintoresca. Es una ciudad que pretende ser como cualquier otra, en la que tenemos una panadería, atendida por Pocha en puntillas de pie, debo admitir la panadería más limpia que vi en mi vida, porque la limpia Pocha en puntillas de pie. La panadería ofrece las delicias más deliciosas, las ricuras más ricas, los manjares más… bueno rico, todo muy rico, y elaborado, en puntillas de pie, de manera perfecta y pulcra. Toda una obsesiva compulsiva Pocha, la mujer del tutú mas grande de la historia, el que le confeccionó su mami y usó en sus años de juventud, el cual se conserva en el Museo de Ramos Generales en perfecto estado.
En la vereda del frente tenemos mi casa, bueno en realidad es una casona que tiene como mil años, un montón de puertas que nos vienen de diez para jugar a las escondidas y un pasillo largo donde suelo andar en patineta o ensayamos con la banda. Si, tenemos con los chicos una banda, el Larva toca la batería con los pies, Tutuca la pandereta parado en una mano, Plumero toca la guitarra criolla en la espalda; se cree Jimmy Hendrix!, y yo, la flauta con la nariz. Somos la sensación en las fiestas de la city!, actuamos en todas.
En la otra cuadra esta el cerrajero, sentado en la vereda tomándose unos matecitos, el viejo, cara de búho, es el hombre de los ojos, ojotes, ojazos más grandes del mundo.
Tenemos además, el flaco que interpreta la danza de la lluvia en la plaza cada vez que la ciudad necesita un poco de frescura, y hace llover! , es el mejor llovedor del mundo.
Por la alfombra roja de nuestro festival de primavera pasaron figuras como: el mejor fotógrafo de noches nubladas, el gato que juega al truco y el abuelo que nunca le pudo ganar en el ajedrez al perro. El primer premio de este año fue para el bicho bolita que rueda hacia atrás. Tenemos las mejores excentricidades del mundo y todas tienen su rinconcito en el museo.
Creíamos que cada individuo de nuestra comunidad tenía su particularidad menos Él. El verdulero, a quien nadie le gana comiendo pochoclo, sin embargo obtuvo el segundo puesto en el festival de primavera, piensa que Él tiene menos sensibilidad que un termo. Yo creía su corazón era un iceberg. El no sonreía, nunca nadie lo había visto llorar, no hablaba con nadie, no sabíamos de que vivía; algunos creían que del aire.
Todo el misterio que generaba Él duró hasta la noche en que Chispa, el mecánico, quien es el mejor haciendo avioncitos de papel que nunca vuelan, lo golpeó con el auto, cuando lo encandiló el flash del fotógrafo, esa noche nublada. Él calló sobre el asfalto y la joven, que tenía la mirada mas dulce de toda la ciudad, corrió a ayudarlo. Lo tomó en sus brazos y con mucha ternura le dijo que se quedara tranquilo, la ambulancia estaba en camino, mientras lloraba golosinas del susto.
Tras ocurrido el lamentable incidente, de la nada apareció el Hombre del Seguro, (con el cual practicamos deportes extremos los fines de semana), éste luego de hablar con Chispa se retiró del lugar dando saltos con la patineta.
Él tendido sobre la acera, rodeado por una multitud de curiosos, consolado por una linda chica, estaba conciente. Solo miraba la joven sin expresar absolutamente nada, ni enojo, ni dolor, nada de nada. Ella pensaba, quizás por el shock está así, quizás el golpe lo dejó tildado, quizás; simplemente, era el hombre más insensible del mundo. La curiosidad fue más fuerte y la condujo a efectuarle la pregunta… ¿Estás bien? Él semi cubierto de golosinas sacó una libretita del bolsillo, escribió unas palabras y se las dio a la joven, donde decía “Puedo escribir los versos más lindos esta noche…” y bla bla bla.
Él, el joven del lápiz tocado por la varita mágica del Ada de los Poemas, la cual creemos pasó por aquí alguna de esas veces que se le escapó a Disney, era mudo, sí sí, era mudo, y se enamoró de la chica del maxi quiosco a quien esa misma noche le escribió 20 poemas de amor y una canción desesperada. No lo paramos más, resultó todo un poeta, resultó toda una rareza de esta ciudad chiquita, ésta que quizás es también como la tuya.

acerca de los relatos publicados

Queridos alumnos:
Luego de leer los relatos que han escrito, y mientras seguimos trabajando en el taller, quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones sobre este espacio particular que hemos ido construyendo.
Por lo que hemos conversado en clase, vemos que han sido muy diversas y ricas las impresiones y las experiencias que se han fraguado en torno a este fogón. Algunos de ustedes se expresaron en cierto momento confesando la dificultad para escribir textos de ficción, debido a la falta de ejercicio en ese sentido, y sobre todo a la creencia generalizada de que la escritura literaria estaría reservada para unos pocos talentosos o inspirados por vaya a saber qué musas. Estoy convencida, sin embargo, de que esos escollos se fueron salvando, y la prueba está en las muchas y buenas producciones que circularon de mano en mano, dándose a leer.
Darse a leer implica confiar en el otro, saber que estará atento, que dará lugar a mi palabra. Leer a otros es, a su vez, un acto generoso, de escucha, de respeto por esa voz ajena que dice palabras según su sentir y parecer, coincidiendo o no con mis propias ideas e imágenes del mundo.
Creo que ése ha sido el signo de esta experiencia, lo que el grupo logró más allá de la consigna dada o de la condición de cumplir con la tarea. Un ir y venir de palabras que despertaron la imaginación, que abrigaron sueños, que recorrieron recuerdos, que tal vez, como alguno contó, contribuyeron a sanar una herida. Que volaron hacia mundos insospechados, a través de la cruda fantasía de nuestros miedos, de nuestras obsesiones, de nuestras esperanzas, de nuestro desaliento y de nuestro pedacito de locura. De nuestras preguntas en torno a la vida y a la muerte. Palabras como puentes, como pasarelas, como puertas. Palabras con sabores, con aromas, con texturas. Palabras-sensaciones. Palabras-silencios. Espacios para detenernos un momento aquietando las manos escritoras y mirar por la ventana, para pensar y pensarnos. Palabras para asomarse y para asombrarse, para espiar, para escudriñar secretos, para hacer estallar ideas y también para guardar ideas. Palabras-refugio. Palabras mágicas.
El lenguaje como terreno lúdico, sin condiciones más que lo que nosotros deseemos diseñar, modelar, armar y desarmar, reconstruir, alterar, provocar con las palabras. Los recursos del arte como senderos de acceso a la escritura, como canales que ayudan a deslizar el texto por sus íntimas tramas. En este sentido, acaso la literatura no sólo se nutre del lenguaje como materia poética, sino que conjuga nuevos lenguajes, modos insurrectos de decir la palabra.
Personalmente, me siento privilegiada por poder compartir con ustedes este juego. Lo he disfrutado, sinceramente, y por eso les estoy agradecida.
Mientras seguimos trabajando y pensando en una nueva escritura, y mientras leemos otros cuentos, quisiera decirles que no dejen que esas voces se acallen. Para quienes ya tenían experiencia en este modo de escritura, ojalá en esta oportunidad hayan podido reconfirmar su valor, y para quienes fue un descubrimiento o un re-descubrimiento, ojalá les haya despertado la inquietud de seguir escribiendo, de seguir leyendo, y de dar a escribir y a leer. Son innumerables las posibilidades, sólo hay que animarse.
Si tienen ganas de modificar el relato publicado, a partir del trabajo de intercambio que hemos realizado, nos envían la nueva versión a Eugenia o a mí, y reemplazamos la que está en el blog. También pueden quedar las dos versiones, si desean, con un oportuno comentario del autor. Además, estoy convencida de que cada uno espera, en el espacio de comentarios, la apreciación de los compañeros, que les pido firmen, para que todos podamos reconocer a quien escribe.
Les dejo un cálido saludo,
Beatriz

Bitácora de cuentos: Jesica Biolatto

EL ACCIDENTE PREMEDITADO

Roque Sosa era un viejo con mirada de búho, todas las tardes se sentaba en la vereda al frente de su antigua casona bajo la sombra de un sauce llorón que tenía casi la misma edad que la casa. A la vivienda la heredó de su único tío soltero; éste se había hecho cargo de Roque cuando fallecieron sus padres. Roque tenía una sola hermana, llamada Adriana Sosa, quien tenía un solo hijo cuyo nombre era Leonardo Gómez; el joven trabajaba en el museo de RAMOS GENERALES que quedaba a dos cuadras de la casona. Para no llegar tarde al trabajo, todos los días Leonardo tenía que pasar al frente de la casa de su tío a toda velocidad con su moto; porque siempre se quedaba dormido y llegaba tarde.
Leonardo nació el 24 de febrero de 1970, en el hospital San Jorge que se encontraba a seis cuadras de la casa de su tío Roque. Este último convivía con Marcela Ramonda, la mujer de la limpieza y su dama de llaves. Los dos tenían una amistad desde hacía más de treinta años. Y como presintiendo algo, el viejo siempre le comentaba a la mujer que su sobrino cualquier día de estos iba a tener un accidente con esa bendita moto.
En el momento en que Roque se disponía a sentarse en la vereda como todos los días, pudo ver como su sobrino le hacía un gesto de saludo al mismo tiempo que se estrellaba con la moto, con un auto que estaba estacionado al frente de la casa. El pobre Sosa desesperado, comenzó a correr hacia donde estaba el joven accidentado y empezó a llamar a Marcela, para que lo ayudara a socorrer al chico.
En el instante en que se dirigía a llevarlo al hospital, llegó la ambulancia y lo trasladaron de inmediato al nosocomio. Cuando llegaron al hospital, lo bajaron y lo llevaron por un largo pasillo hasta la sala de rayos x para ver si tenía alguna contusión en el cerebro, o en cualquier parte de su cuerpo. El doctor lo internó en observación y en una sala común y le aconsejó que dejara de andar en moto y que se acostumbrara a llegar a horario a su trabajo. También le dijo, que apenas tuviera los resultados de todos los estudios, le iba a dar el alta.
Entonces Leo, como le decía su madre, llamó a su familia y les prometió que iba a dejar de andar en moto y que iba a ser más responsable con el trabajo y con su vida.
A las pocas horas volvió el médico y le dio el alta, pero le sugirió que volviera a control día de por medio para ver como evolucionaba su estado.
Así pasaron los días y Leonardo cumplió su promesa, vivió feliz con su familia.

Bitácora de cuentos: Florencia Ghione

El Museo del Niño

Me levanté como siempre a las siete de la mañana, me sentía molesta, porque era sábado y la idea de ir a un museo en lugar de dormir un rato más me irritó; razón por la cual me encontraba malhumorada y sin ganas de nada. Desayuné con papá y salí a buscar a Mela, como lo hacía todos los días.
Caminaba por la calle y lo único que pensaba era que no me surgía de ninguna forma alegría o interés de visitar aquel fastidioso museo, sin embargo intentaba esbozar una mínima sonrisa en mi rostro, no me gusta ser mala onda, pero el intento fue fallido. En un momento había llegado a casa de Mela. Golpeé y esperé, pero fue en vano, nadie me atendió. Eso hirió aún más mi fastidio y caminé imaginando quién sería la primera persona a la que vería y sin duda trataría mal, pensé en la profesora, pero no… ¿a quién pude haber encontrado? A Mela, me explicó que se fue más temprano porque su madre trabajaba a las 6! Ahí me dí cuenta que su desgracia superaba mis razones de fastidio y me calmé.
Entramos al museo, yo sólo esperaba que la visita terminara rápido, a lo mejor volvía a casa justo para el almuerzo y podía dormir una buena siesta. En eso pensaba cuando pasamos junto a una señora que estaba barriendo, me pareció muy extraña, tenía muchas arrugas que le surcaban la cara, muy flaca y de pelo lila. Abandoné mis pensamientos sobre el almuerzo y la cena y me quedé observando a esa mujer y pensaba en quién sería ella que hacía gestos mientras el guía explicaba, gestos que lo hacían quedar como un bobo, mientras pensaba eso Mela me pegó un codazo para que preste atención y me replicó que el trabajo práctico que teníamos q hacer después de la visita no lo iba a hacer ella, que lo teníamos que hacer las dos, que tenía que ser original y bla, bla, bla. Me limité a escuchar lo que exponía el guía, pero era extremadamente aburrido, nos explicó con lujo de detalles cada objeto que se exhibía, para mi sorpresa eran juguetes.
Sentí que me dormía, la exposición era muy descriptiva y me acordé de la mujer que limpiaba, decidí proponerle a Mela que fuéramos a hablar con ella, sobre el origen del museo, sin duda sabía más que ese guía insoportable, la mujer parecía trabajar allí de hacía años. Mela no sólo aceptó encantada, si no que también me agradeció y me confesó que también se estaba durmiendo. Nos desviamos del recorrido para buscar a la señora y la encontramos en la cocina, fumando. Nos acercamos a ella y le preguntamos sobre nuestra duda.
Paciente, apagó el cigarrillo y nos dijo: “ésta casa tiene aproximadamente 125 años”. Hizo una pausa, pero ante nuestras caras de incertidumbre decidió continuar.
“Agustín, un joven periodista había escuchado rumores de ésta casa que hoy en día es el museo. Lo que la gente comentaba era que por las noches se escuchaban ruidos de niños que lloran desconsoladamente y lo extraño era que a esa casa sólo la habitaba el viejo Charles, conocido por sus malas andanzas en negocios realizados en toda la zona.
Al periodista le interesó mucho el tema, para publicar un artículo en el diario y como era una persona de escasa sensibilidad no se preocupó por aquellos comentarios de los supuestos ruidos que estremecían a los habitantes del pueblo y decidió, sin más, presentarse en la casona del viejo Charles. Al día siguiente se encontraba tocando la puerta. Ésta se abrió y ante sus ojos se hallaba Charles, tenía una mirada penetrante, como la de un búho, lo que intimidó un poco a Agustín, pero en seguida le explicó el motivo de su visita. Al principio el viejo se negó, pero sólo constaba de una noche, así que aceptó.
El joven ingresó a la casona y la examinó por dentro y por fuera. Notó que había un largo pasillo con muchas puertas, cada una de ellas era una habitación que aparentemente era de un niño. Lo que más lo extrañó fue la extensa biblioteca al final de dicho pasillo. Cada uno de los libros que contenía tenía un número y estaban ordenados, salvo uno. Ese libro causó inmensa curiosidad en Agustín. Delicadamente lo sacó, lo escondió entre el pantalón y la remera y siguió con su proceso de observación.
Esa noche, cuando se encontró solo, sacó el objeto que lo mantuvo intrigado todo el día: el libro rojo. Primero lo examinó por fuera. Tenía impreso en letras antiguas y doradas “Marilyn” y luego comenzó a leer. Hablaba de cinco niños y su crecimiento hasta los siete años, aproximadamente, luego páginas en blanco. Lo hojeó para asegurarse de que nada le quedara sin leer, fue entonces cuando encontró una página escondida que marcaba fechas, al lado nombres de niños que estaban tachados. En ese momento, Agustín sintió un golpe muy fuerte en la nuca que lo desmayó.
Al otro día se encontró en el hospital. Al lado se encontraba su madre, preocupada le preguntó que había ocurrido. Agustín procedió a contarle con lujo de detalles todo lo ocurrido. Ella le explicó que se asustó y fue a buscarlo, se inquietó cuando nadie le abría la enorme puerta de la casona. Ingresó por sus propios medios y lo encontró tendido en el piso.
Juntos analizaron lo que Agustín había descubierto y concluyeron diciendo que el viejo Charles había asesinado a su mujer Marilyn y a sus hijos, pero nunca hallaron los motivos.
Agustín escribió su nota sobre la casona y expuso con detalles todo lo que había encontrado allí. A los pocos días el viejo Charles se suicidó, seguramente asustado por la verdad recientemente descubierta.
La casona fue abandonada y el municipio conociendo su historia decidió convertirla en un Museo en honor a los niños asesinados.
Esa es básicamente la historia, niñas”
Mela y yo nos quedamos perplejas. Nos hizo reaccionar los gritos de nuestra profesora que nos buscaba con desesperación, nos despedimos de la mujer y le agradecimos el tiempo brindado. Nos unimos al grupo de compañeros, pero ya era tarde, el recorrido había terminado, igual no nos importó, sabíamos que nuestro informe sería el más original. Salimos del museo. Ya en la calle caminamos un par de cuadras con Mela, la acompañé a su casa y luego fui a la mía. Cuando llegué no había nadie, odiaba estar sola, pero no me afligí, me sentía contenta. Contenta de haberme levantado a las siete de la mañana, pues había sido parte de una de las historias más geniales que jamás escuché: la del museo del niño.

Bitácora de cuentos: Sebastián Peña

El antídoto a su colera

Esta no es un a historia común como otras; hasta se me hace extraño solo acordarme.
Me cruzaba todos los días con ese desdichado protagonista, que valga la redundancia, para todos era algo extraño. Sigo aun desconcertado aunque hayan pasado unos años desde que no volví a cruzarlo ni en la calle, y menos aun en el colegio. Se que para todos era el juguete de los demás alumnos; muy a menudo corrían por esos gigantes pasillos de nuestra “segunda casa” carcajadas en su nombre y aun así el no se desgajaba en sonidos, muecas o llantos.
Decían que no lo lastimaba nada y nada lo haría reír jamás, por lo que muchos como yo optamos no acercarnos para no tener que lidiar con alguien o “algo” que no conocíamos; eso me recuerda que las personas le tememos a lo que no conocemos y solo era eso; simplemente no lo conocíamos. Que necesidad tuvimos de llevarlo hasta ese punto; es que nos resulta fácil la tarea de juzgar, pero nuestro veredicto no vale nada y muchas veces lastima.
Se pasaba horas frente a la estatua de ese hombre con ojos de búho aferrado a una plaqueta que honraba su memoria y actos… Pienso que se preguntaba si ese difunto prócer tiene idea hoy en alguna parte de lo poco que quedan de esos ideales de libertad de pensamiento e igualdad de condiciones de vida que se forjaron o al menos trataron de lograr en sus tiempos; pienso que quizás le preguntaría por le toco ser el reflejo de esa perdida de valores que tubo este mundo; Pienso que pensaba que aquellas personas en su tiempo no pensaron en personas como él.
Lo que sea, para todos también estaba loco; lo que nadie tubo nunca en cuenta fue, que razonaba todo el tiempo para cometer solo una locura. Locura que no justifico, pero que nos lego una pesadilla, una memoria, no solo puntos suspensivos, y hasta una moraleja…
Un señuelo fue su ocurrencia que nos rasga aun la conciencia, no solo por lo que le hicimos, sino también por lo que le sucede a tantos como él; dejo la furia solo en esa carta que escribió 17 veces, la cantidad de años que cumplía ese mismo día, y que repartió en lugares estratégicos de manera que nadie pudiera evitar su ultima ocurrencia. Carta que llego a mis manos y que sin más vuelta de tuerca que atosigue la memoria sumo a estas líneas…

Hola a todos(mi primer y último saludo):

Hoy cumplo 17 años y no se como llegue hasta aquí. Pues no se que tanto mal hice para vivir este acontecimiento tan demandante de vida.
Tengo claustrofobia, es demasiado espacio para mi solo; quisiera que me salven con la mal usada pero bendita pregunta ¿Cómo estas? Quizás no me pregunten por que saben que no tengo dos o más opciones de respuesta.
¿Por qué me odian de esa manera? En todos lados soy el conejillo de indias, el hazmerreír de esta súper población enemiga que por cosas como esas me puso en contra.
Mis padres ya ni siquiera saben por que vivo con ellos, pero yo igual los amo.
Con respecto a mi gente, mi publico enfermizo les daré mi ultimo espectáculo. En el cual no formaran parte del elenco, serán espectadores y nada más. Solo seré yo y este pedazo de metal. No lastimare a nadie pues sus vidas no están en mis manos, mas la mía si. Vida que no me permite estar a su altura lastimándolos como lo hacen conmigo…
Lo que suceda después de estas cartas esta planeado de tal manera que no lo podrán evitar, deseo salirme con la mía. Me gustaría que sepan el ¿Por qué? De mi huida, de mi salida por la puerta trasera para que nadie note esta atrofia que sufre el motor de mi sangre, pero para que noten esa sombra que me empujo a salir…, ustedes mismos.
No se que respuestas dar sobre por que yo; los quiero a todos, vivan la vida, no hagan lo que yo, pero tampoco lleven a nadie mas a este punto de buscar respuestas y ver que nadie las tiene; o pueden quedarse con que no las busque jamás.
Voy a subir, se que me esperan junto a Él. Aquí no están, así que buscare de un salto usando el trampolín que me lleve lo mas rápido a ese lugar donde es posible que no encuentre respuestas, pero que rodeado de preguntas me sentiré apretado por compañía y mas cómodo que nunca…
Firma: El antídoto a su colera.

…después de eso disparó sus pensamientos en todo el salón del teatro de esa casona llena de voces, pero vacía de razón y respuestas para él, para mí, para todos…
Esa incomodidad que le dimos se presenta al cerrar las puertas que todos tenemos para quienes solo por ser personas se merecen en afecto, en un saludo, o lo que él nunca tuvo; ese sonido dirigido solo a sus oídos, esa mueca dibujada solo para sus ojos o ese simple llanto en su compañía.

Bitácora de cuentos: Tania Theiler

Misterios de la vida

Hace frío, estoy sentado en medio de la plaza y miro mi reloj que marcan las seis de la tarde. Estoy destrozado, no puedo entender porque me dejo, porque se ha ido… o tal vez si.
A mi lado esta sentado un pobre viejo que me mira, no se de donde apareció, ni cuanto tiempo hace que esta aquí. Su mirada es igual a la de un búho; siento que me esta pidiendo que le cuente que me pasa. El permanece inmóvil, solo lo miro a los ojos y comienzo a contarle:
- Me levante esta mañana y solo recuerdo que discutimos anoche con mi mujer, como lo hacemos habitualmente todos los días, por mi falta de cariño, mi frialdad y por ser poco demostrativo como suele decirme ella.
No se como volver el tiempo atrás; ahora entiendo todo, ¿sabe? Y es que comprendo eso que dicen que uno empieza a valorar las cosas después que las pierde. ¿Por qué no me di cuenta a tiempo?
Todos los días se levantaba mas temprano que yo para hacerme un delicioso desayuno, me lo llevaba a la cama, me dejaba arriba un mueble mi ropa bien planchada y con un perfume exquisito, me preparaba mi cartera y me dejaba el almuerzo listo para calentarlo en la oficina; me despedía con un beso muy calido y se quedaba en la puerta hasta que me iba. ¿Y yo? Y yo nada, ni un gracias, ni un te quiero. Llegaba a la tardecita y ella me estaba esperando con un café bien cargado como a me gusta a mi, (ella sabe todo lo que me gusta), luego mientras me duchaba ella preparaba la cena y antes de cenar me decía siempre lo mismo: amor, te cocine algo que te va a encantar, y yo ahí como si me estuviera diciendo hoy lave la alfombra. ¿Cómo pude ser así con ella?... ¡¡¡¿Cómo?!!!
Me pasaron muchas cosas malas en mi vida, y creo que nunca pude asimilar la muerte de mis padres cuando yo tenia solo doce años; y menos que mis abuelos me hayan puesto pupilo en un colegio en un pueblo lejos de la ciudad. Estuve durante los seis años sin contacto con mis abuelos, ellos solo mandaban la plata para el colegio.
Cuando me recibí y volví a la ciudad me entere que mis abuelos habían fallecido hacia tres meses en un accidente. Y que me habían dejado toda la herencia, y a mí a cargo de un tutor, el cual administraría mi dinero hasta que fuese mayor de edad. Además me dejaron pagos cuatro años en una de las mejores universidades de la ciudad.
A Milagros la conocí a los veintiún años allí en la universidad, ella estudiaba lo mismo que yo. Usted no se imagina la belleza de esa mujer, con su sonrisa puede enamorar hasta a los ángeles.
Un día se acerco a mí, pues yo no soy muy comunicativo, y soy muy tímido. Necesitaba ayuda en una materia que a mi me iba bastante bien, y empezamos a vernos después de clases, entonces yo le explicaba lo que habíamos visto en el día y así comenzó todo. Bueno que mas quiere que le diga, usted debe tener experiencia en esas cosas del amor. La cuestión es que después de tres años de novios nos casamos, y yo lo único que había deseado siempre es tener mi propio hijo para poder darle todo lo que yo no tuve. Después de un año de casados decidimos buscarlo, y ahí es donde tomo ese comportamiento y esa frialdad para con mi mujer. Resulto ser que soy estéril, por lo cual no puedo tener hijos, eso fue algo que me traumo mucho y quise dejar a mi mujer, le dije que la dejaba libre, que busque otro hombre que pueda darle un hijo y que la complemente. Ella de ningún modo quiso y siguió siendo igual conmigo, incluso hasta más cariñosa, como si nada hubiera ocurrido.
Pasados dos años me planteo el deseo de adoptar un bebe, yo me negué rotundamente, pues no me cerraba la idea de estar criando a un niño que no tenia mi misma sangre, ni un parecido físico y que simplemente no era mi hijo. Yo seguía con la misma actitud. Y así es hombre como yo fui perdiendo a mi mujer y por esa razón hoy se fue de casa para siempre.
Como le mencioné antes, me desperté y la casa estaba en silencio, no se sentía el ruido de las vajillas, y mucho menos el olor a tostadas ni a medialunas recién horneadas. Me levante, fui a la cocina, ella no estaba; había sobre la mesa un papel que decía: me fui para siempre. No me busques, voy a estar bien. Te amo, Milagros.
Fui a la habitación, busque en el placard, no estaba su ropa ni había nada de ella en la casa. Me vestí y salí a buscarla. Al primer lugar que pensé en ir fue al museo, pues ella es una apasionada de la antropología y estaba invitada esta mañana a una exposición. Llegue allí y la exposición ya había terminado. Entonces fui al hospital, porque su madre estaba internada, la habían operado de algo leve. Esperaba encontrarla allí, ahí no estaba, le habían dado el alta. Al último lugar que me faltaba ir era a la casa de sus padres.
Llegue a la casa, toque la puerta, estaba muy nervioso y totalmente desquiciado, nadie atendía, seguí llamando a la puerta, hasta que me atendió la señora que limpia, Le pregunte por Milagros, me dijo que no estaba, le pregunte por su madre y me dijo que los señores se habían ido a EE.UU. por temas de negocios. Yo no le creía, estaba enloquecido, la empuje, entre a la casona, esta es muy antigua y tiene un largo pasillo con muchísimas puertas, pues eso no me importaba, abrí cada una de esas puertas con la esperanza de que ella este escondida en una de esas habitaciones. No la encontré en ningún lado de la casa. Llorando comencé a tirar y romper cualquier objeto que tenia en mi camino; la señora que limpia me dijo que le creyera que Milagros no estaba y que se había ido con sus padres, y que si no se iba llamaba a la policía. Entonces me fui sin esperanza alguna, mientras iba camino hacia no se que lugar, la llame y me dio el contestador. Me resigne, y bueno, aquí estoy, y lo único que se es que no quiero vivir mas si no estoy con ella.-
Levante mi cabeza, pues en la mitad de mi relato me dio mucha vergüenza darme cuenta lo cruel que fui con mi esposa, comencé a llorar y baje la cabeza, le contaba mirando al piso. Cuando mire a los ojos al viejo, no eran ojos lo que veía, eran dos luces blancas que me cegaron, de repente se puso todo negro, y un silencio después, luego comencé a ver luz otra vez, eran los rayos del sol que atravesaban por mi ventana. ¿Qué esta pasando? Y ahí estaba mi mujer, a mi lado mirándome, sonriéndome como todas las mañanas y mi desayuno al costado de la cama, me dijo buen día, y yo la miraba, me sentía completamente feliz. Todo había sido una pesadilla. Entonces ahí fue cuando empecé por decirle a mi mujer buen día, y luego le exprese cuanto la amaba, y le agradecía todo el cariño y amor que ella me daba día a día. Le decía que era la razón de mi vida, y ahí nomás quise sorprenderla y le pregunto si todavía quiere adoptar a un bebe. Ella me mira con cara de no entender lo que esta pasando, y luego me dice que le encantaría, a continuación le corren por sus mejillas dos lagrimones de felicidad. Y entonces para empezar a recompensar los quince años de frialdad en mí matrimonio decido acompañarla al museo, a pesar de que odio esas cosas, solo quiero hacerla y ser feliz con ella. Es la primera vez que la veo tan contenta, y eso me da satisfacción a mí. Ahora sé de lo que me estuve perdiendo todos estos años.
Miro por la ventana como todos los días, allí esta parado en mi vereda, el viejo con mirada de búho que estaba en mi sueño, el me esta mirando, me sonríe y me guiña un ojo, luego afirma su bastón en el piso, da media vuelta y sale caminando.
Estoy asustado y me paraliza tan solo la idea de ir a buscarlo y preguntarle quien es y si me conoce, y tratar de encontrarle una explicación a esto, pero mejor no, prefiero quedarme con esa imagen, quizás desde hoy comenzare a creer en los ángeles, o tal vez es uno de los tantos misterios de la vida.

Bitácora de cuentos: Franco Degiovanni

SIEMPRE VIVISTE EN MIS SUEÑOS

Otra tarde más me encuentra a la salida del colegio sentado en la puerta de mi casa, mirando el escaso movimiento de mi pequeño pueblo. Mi vida en general era así rutinaria, chata, en el único momento que ese estado cambiaba era por las noches, cuando soñaba y mi mente me llevaba a lugares que quizás nunca habitaría; aunque había un sueño extraño que siempre volvía, había una iglesia, una longeva mujer de espaldas, de todas maneras nunca le di demasiada importancia.
Yo vivo con mis tíos Jorge (hermano de mi padre) y su esposa Amelia. Vivo con ellos porque desde muy chiquito no tengo a mi mamá y hace un par de meses perdí a mi papá. Vivimos en una casona gigante, la cruza un pasillo ancho y largo que nos lleva a un patio de cemento bastante grande, a lo largo de ese pasillo hay muchísimas puertas que nos conducen a las diferentes habitaciones de la casa.
Una de esas tardes después de la escuela, estaba sentado en la puerta de casa, cuando suena el teléfono; yo atendí sin saber que esa noticia cambiaría mi mundo. El llamado era del hospital, me avisaban que mi tía había sufrido un problema cardíaco y estaba grave. Totalmente desesperado corrí hacia el lugar que estaba a unas 6 cuadras de mi casa, aunque en ese momento sentía que estaba a kilómetros. Al llegar encuentro a mi tío en la puerta de una habitación, al acercarme me abraza y soltando un llanto desconsolado me cuenta que la situación era grave y que si bien mi tía estaba estable no tenia muchas chances de vida; luego de tranquilizarse un poco me dijo que ella preguntaba por mí. Entonces pregunté si podía entrar y me dijo que solo unos minutos, en ese momento al entrar y ver a Amelia en la cama rodeada de cables y aparatos, no podía entender como mi tía me movilizó. ¿Por qué hacía unas horas me estaba haciendo el almuerzo antes de ir al colegio y ahora estaba pereciendo en esa cama? Me acerqué a ella, le tomé la mano, abrió sus ojos y me dirigió una mirada calida. Comenzó a esforzarse para hablar, traté de calmarla, pero comenzó a hablar y sin yo saberlo, esas frases entrecortadas cambiarían mi vida. Entre pedidos de perdón y lágrimas me dijo algo que me provocó un quiebre emocional, me dijo que mi madre aun vivía, que tratara de encontrarla y que pusiera mis fuerzas en eso y no en tratar de buscar culpables, ni de tratar de juzgar a alguien. En ese instante, entró mi tío que al ver la situación, dirigió una mirada de reproche hacia mi tía y entendiendo la situación volteó hacia mí y sólo me pidió perdón, sin que yo le dijera nada. Salí de esa habitación con lágrimas en los ojos por el golpe emocional que me había provocado esa noticia, sin rumbo fijo pero con la cabeza en ese hecho que me movilizó por completo.
Con el correr de las horas, la angustia me hizo volver a la puerta del hospital. En medio de tanta perturbación salio mi tío totalmente desconsolado y me dio la noticia que Amelia había fallecido. Durante esos momentos difíciles estuve al lado de él, durante el cortejo lo contuve constantemente, pero al pasar esos momentos, y envuelto en una mezcla de sensaciones, me dirigí a él en busca de explicaciones que aclararan mi situación. Él se me acercó y me dio un abrazo acompañado de una suplica de perdón, a la cual yo no respondí, él me miro a la cara, repitió sus perdones, dio media vuelta y se marchó, nunca más supe de él.
Me encontraba solo y con todos estos hechos en mi cabeza, me tomó un par de días tratar de reaccionar sobre lo que me estaba sucediendo, y tras pensarlo mucho decidí que no me quedaba otra opción que enfrentarme a la realidad y buscar a mi madre. Como primera y creo que única opción hasta ese momento, me dirigí al viejo museo del pueblo donde vive y trabaja Don Patricio, un misterioso hombre longevo, de contextura robusta que con su mirada de búho intimidaría a más de uno; aunque los que lo conocían afirmaban que era muy buena persona. Me dirigí a él porque dicen que este hombre conocía la historia de este pueblo más que nadie ya que vive aquí desde casi su fundación y dicen que en él residen todas las historias y secretos de esta comunidad.
Al verme entrar y con una voz ronca pero tranquila me dijo que el sabia que este momento iba a llegar algún día. Sorprendido lo miré y pregunté si sabía algo de mi madre, tratando de encontrar respuestas. Se acercó a mí y comenzó a hablarme de Antonia. Así se llamaba mi madre, mi cuerpo se estremeció de emoción, la describió como una mujer honrada, trabajadora, humilde, que durante toda su vida y sobre todo durante el embarazo se esforzó para subsistir, y soportó los maltratos de la familia de mi padre que al tener mucho poder y un nombre importante lo dominaba a él y la maltrataba a ella. Esa misma familia que la obligó luego de tenerme a exiliarse sola de este pueblo en un rincón perdido, en algún lugar del cual no pudiera volver. Él me comentó que mis abuelos la amenazaron que si volvía mi padre y sobretodo yo, no la pasaríamos bien, por eso ella se resignó a su soledad. Con lagrimas en los ojos miré a ese buen hombre y le pregunté dónde quedaba ese lugar, y él cansinamente me dijo que lo último que había sabido era que estaba en un pueblo llamado Filardes, que estaba cerca del limite con Chile, y luego de soltar estas palabras, con tono paternal me dijo que debía ser fuerte para afrontar lo que fuera que me tocara vivir; y de solo pensar en que me tocaría vivir se me estremeció la piel. Luego de despedirme de Don Patricio, salí del museo decidido a juntar mis cosas e ir en busca de mi pasado.
Tras averiguar como podía llegar a ese pueblo, emprendí ese viaje convencido de llegar como sea, pese a que no tenía medio firme, ni dinero suficiente para ir. Varios días en la ruta estuve antes de llegar a Filardes, viajé en colectivo, en la caja de una camioneta y hasta hice un tramo en mula, pero el fin justificaba cualquiera de los medios.
Al entrar en el pequeño poblado, mi corazón subía sus palpitaciones cada vez más, mientras caminaba por las calles del pueblito, pensaba que estaba buscando a una persona que no conocía y que con el único dato que contaba era su nombre y una foto que ya tenía muchos años. Me topé con la comisaría y decidí entrar a preguntar, bastó con decir el nombre de mi madre para que el oficial me dijera donde podía encontrarla y en ese momento comencé a temblar y a transpirar de emoción y ansiedad. El oficial me dijo que podía encontrarla en la iglesia donde ella trabajaba y vivía, ese dato me sorprendió por completo porque lo primero que recordé fue ese sueño recurrente sobre una extraña iglesia y una vieja mujer. Tras indicarme como llegar me dirigí al lugar, a medida que me acercaba la emoción y los nervios me invadían, también los interrogantes; ¿me querría ver? ¿Se acordaría de mí? ¿Me creería? Y todo esto me aceleraba el corazón tanto al punto de casi estallar.
Al entrar vi a la mujer que estaba en mi sueños en el mismo lugar donde la había soñado y con la misma postura que la veía cada noche, estaba barriendo entre las bancos, su aspecto era muy humilde pero cuidado, tenía pelo cano, su postura y su cuerpo denotaban todo lo que había sufrido en su vida. Todo esto me hizo pensar que siempre supe que ella todavía vivía, lo que no sabía era que lo hacía más allá de mi sueño también. Al hacer mi primer paso para acercarme, ella volteo rápidamente como si me hubiera estado esperando, bastó con mirarnos para decirnos todo, fue un reencuentro de dos personas que parecían que nunca se hubieran separado, y que sólo se habían visto una vez pero que con una mirada les bastó para reconocerse de toda la vida. Las únicas palabras que se escucharon en ese vació lugar fueron; te extrañé mucho.
Lo único que sé es que mi sueño aún no terminó, porque ahora lo sigo soñando pero despierto.