El plan
Marini se dirigió hacia el final del vagón
para advertir a los pasajeros que su charla era en un volumen alto y las
personas de adelante se quejaban.
- ¿Vos sabés lo que más me molesta de la
historia? Que no digo absolutamente una palabra en todo el cuento. ¿Se piensa
que soy muda? -dijo Irene muy indignada.
- Pasajeros, disculpen la molestia, les voy
a tener que pedir que bajen un poco la voz -interrumpió Marini.
- Bueno, pero estamos enojados de que este
autor no le dé importancia alguna a mi hermana. -respondió el hermano de Irene.
- Entiendo su enojo, ¡al menos el de
ustedes no los obsesionó con una isla y los dejó pegados a una ventana!
-respondió Marini.
- Tuviste más suerte que yo, ya que mi
autor me obsesionó con una estatuilla, intenté matar a mis colegas y terminé
muerto -contestó el pasajero de al lado.
- ¡O aun peor! A nosotros nos hizo fingir
una realidad paralela y terminamos quedando como unos tontos creyendo en ella
-comentó la familia de adelante.
- Esperen, ¿acaso están hablando de
Cortázar? A mí me dejó de personaje secundario -remató Thérese.
- Sí, exacto, ese Cortázar se cree genial
escribiendo sus historias, pero nosotros tenemos que recibir las consecuencias
-contestó Marini indignado.
- ¡Se me acaba de ocurrir una idea! ¿Y si
vamos a la casa de este loco y le damos su merecido? -propuso Irene.
A todos les pareció genial la idea y
prepararon sus cosas para bajarse en su destino.
- Estoy seguro que se va a morir del susto
cuando nos vea a todos juntos -dijo Marini mientras bajaba sus maletas.
Al llegar a París, los personajes se
reunieron para planear la sorpresa al autor.
- Esto es lo que vamos a hacer -dio un
sorbo al vaso de whisky que nadie sabe de dónde había sacado- entraremos por la
puerta de atrás en silencio… -dijo Morand, serio.
- ¿Pero quién te dijo a vos que ibas a
dirigir al grupo? -interrumpió Somoza.
Morand se sobresaltó y todo el grupo se
quedó en silencio.
- Ey ey, no peleen, nadie está a cargo acá,
todos estamos unidos por la misma causa, hacerle saber a Cortázar nuestro
desagrado -dijo Alejandro calmando a los personajes.
- Bueno, no perdamos el tiempo, escuchen
todos. Marini vas a tocar la puerta, a decirle que venís a traerle unos libros
de Edgar Allan Poe, distraerlo mientras nosotros entramos por la puerta de
atrás, necesitamos un tiempo para poder pasar -dijo Irene, segura de su plan.
- No no, yo voy a tocar la puerta y ustedes
vayan por detrás, saben que yo soy medio lento y voy a arruinar el plan, Además
Marini se va a quedar mirando la ventana y no vamos a pasar más -propuso el
hermano de Irene.
- Bueno dale, vamos todos rápido en
silencio, síganme -susurró Irene.
Todos los personajes se dirigieron hacia la
parte de atrás de la casa mientras el hermano de Irene se dirigía a la puerta.
Pasaron unos segundos y escucharon la puerta abrirse y sin dudar un segundo,
corrieron hacia la puerta trasera de la casa del autor.
- ¡No hagan ruido! Vamos todos agachados en
silencio y sorprendemos a Cortázar por las espaldas -dijo Irene.
Todos asintieron y siguieron el plan.
Lograron cruzar la cocina en silencio y pronto
se encontraban a una habitación de distancia para llegar al autor.
Theresa y Marini se asomaron pero no
pudieron ver nada, siguieron avanzando cuando, de repente, las luces se
apagaron y algo los empuja haciéndolos golpear sus cabezas contra el suelo.
Doloridos y quejándose, abrieron los ojos y
se encontraban todos atados de manos y pies en la sala de Cortázar.
- Ey, ¿qué pasó? -dijo Morand confundido.
- ¡AUXILIO! ¡AYUDA! ¡QUE ALGUIEN NOS AYUDE!
-gritó Alejandro asustado.
- Basta, no griten, mi hermano nos va a
ayudar. ¡Hermano, hermano! -comenzó a gritar Irene.
Luego de unos segundos, la casa empezó a
temblar, los cuadros se caían y los personajes gritaban sin parar.
De repente, las luces se encendieron y
flotando en el aire, se encontraba el hermano, retorciéndose sin poder escapar.
Irene intentó ayudarlo pero nada podía
hacer, ya que su hermano se encontraba muy alto. Las paredes empezaron a
achicarse, los personajes asustados comenzaron a luchar con las ataduras para
poder librarse de esa casa maldita.
Luego de mucha pelea lograron desatarse,
corrieron hacia la puerta de la cocina que aún estaba abierta pero esta se
cerró, al igual que todas las demás puertas.
El hermano de Irene cayó al suelo pero se
levantó al instante y comenzó a balbucear frases que nadie entendía bien.
- USTEDES INVADIERON PROPIEDAD PRIVADA,
SERÁN CASTIGADOS, SERÁN CASTIGADOS -gritaba el hermano con una voz gruesa y
grave.
Las luces comenzaron a prenderse y apagarse
repetidamente, las ventanas se abrían y cerraban con un ruido aturdidor, Marini
se congeló frente la ventana de la sala sin poder dejar de mirarla, Alejandro y
su familia comenzaron a delirar y a gritar sus nombres inconscientemente,
Morand, Therese y Somoza empezaron a luchar entre ellos sin sentido alguno,
Irene corría por todo el salón gritando al llamado de su hermano.
Lo que había de suceder, implacablemente se
cumplía.
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