La venganza de los personajes
El avión partía a Francia a eso de las doce del mediodía. Una azafata anuncia por alta voz el despegue y comienza a detallar las instrucciones de seguridad. Hacia el fondo del pasillo se escucha una voz con un tono fastidioso.
-No entiendo para qué me explican esto si ya lo sé, trabajé en
esta maldita aerolínea por diez años, conozco las instrucciones de memoria y
debo decir que son inútiles, se ve que Cortázar no las conocía y por eso hizo
que mi avión cayera y yo saliera despedido por los aires… ¡Qué tipo
inservible!. -Comenta Marini.
En ese instante una pareja, unos asientos más adelante, comienza a
susurrar.
Hermano, ¿escuchaste lo que dijo ese señor? ¿Será uno de los
nuestros? –pregunta Irene.
¡Disculpe señor! -exclama el hermano-. Espero no le resulte
imprudente mi pregunta, pero ¿de dónde conoce usted a Cortázar?
Ja… ni me nombre a ese, que se las da de creador y lo único que hace
es matar a los personajes de sus cuentos. -Responde Marini un tanto enojado.
En otro asiento, al otro costado del pasillo, un hombre que estaba
escuchando la conversación entre estas tres personas, decide meterse.
¡Ni me lo digan! A mí me hizo quedar como un loco frente a todos
los lectores y encima de eso hizo que mi propio amigo me mate. -Dice Somoza,
dándole la razón a Marini.
Ay hermano, si estos señores van a visitar a Cortázar no creo que
sea para algo bueno, con el resentimiento que tienen -comenta en voz baja Irene
a su hermano.
Pero claro que no, señorita -dice Marini- ¿A usted le parece que
tenga que agradecerle algo al hombre que me mató? Creo que si usted estuviera
en mi lugar buscaría lo mismo que yo, venganza.
Claramente estoy de acuerdo con este señor -contesta Somoza-. Por
eso mismo traigo conmigo el hacha con la cual hizo que mi amigo me matara.
Rápidamente el hermano de Irene, preocupado por lo que acababa de
escuchar, le dice a su hermana que apenas aterrice el avión debían ir corriendo
hasta la casa de Cortázar a advertirle sobre lo que le esperaba.
Luego de largas horas de viaje, el avión finalmente aterrizó. Los
cuatro personajes corrieron apresurados a buscar sus cosas para ir directo a
encontrar a su creador, Irene y su hermano por un lado, y Marini y Somoza por
otro lado, ya que se habían puesto de acuerdo en el avión en ir juntos a
concretar lo que tanto esperaban.
Al llegar al destino que ansiaban, se encontraron los cuatro en la
puerta de entrada a la casa de Cortázar.
¡Vamos Somoza, entremos y llevemos a cabo lo que por tanto tiempo
esperamos! -exclama Marini exaltado, mientras Somoza le pegaba con su hacha a
la puerta para poder entrar y terminar con la vida de quien estaba allí
adentro.
Al entrar a la casa, los cuatro personajes comienzan lentamente a
buscar a su creador hasta que ven, al fondo del pasillo, una habitación con la
puerta cerrada, aunque sus bordes revelaban una luz prendida dentro. Al llegar
a la puerta, Marini le dice a Somoza que la abra, que seguro allí se encontraba
la persona que tanto buscaban. Somoza, un tanto inseguro, ahora, sobre la decisión
de matar a quien lo había creado, pone su mano en la manija de la puerta y la
abre. En ese momento se escucha desde la cocina la voz de Carol, la mujer del
escritor en ese momento.
¡Julio la comida está servida! ¿Venís a comer?
Claro que sí, mi vida, ahora voy -contesta Cortázar desde su
oficina donde escribía sus obras.
Rápidamente el escritor cierra el cuaderno y suspira diciendo:
Mejor dejo esta historia hasta aquí, no vaya a ser cosa que realmente mis propios personajes vengan a matarme.
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