Mañanas sagradas
-¿Vos sabés
lo que más me repugna de la historia? Que no digo absolutamente una palabra en
todo el cuento. ¿Se piensa que soy muda? -dijo Irene muy indignada.
-Pasajeros,
disculpen la molestia, -interrumpe Marini- les voy a tener que pedir que bajen
un poco la voz.
-Bueno señor
disculpe, pero estamos muy enojados de que este autor no le dé importancia
alguna a mi hermana. A usted le parece frente a semejante mujer -respondió el
hermano de Irene mientras la miraba.
-Entiendo su
enojo, pero ¡al menos el de ustedes no los obsesionó con una isla y los dejó
pegado a una ventana durante todo el relato! -opinó el propio Marini un tanto enojado.
-Tuviste un
poco más de suerte que yo, mi autor me hizo enloquecer con una estatuilla e
intenté matar a mis colegas y para colmo el que terminó muerto fui yo.
-Contestó un pasajero que estaba sentado unas butacas más atrás.
-¡O aún peor!
A nosotros nos hizo fingir una realidad paralela y terminamos quedando como
unos tontos creyendo en ella -comentó la familia de adelante.
-Esperen,
esperen, ¿acaso están hablando de Cortázar? A mí ese autorcito me dejó de
personaje secundario, no sabe nada de lo que soy capaz -remató Therese.
-¡Si! el
fantástico de Cortázar -dijeron todos a coro, y al finalizar la frase
estallaron de risa al darse cuenta de aquello que los ligaba.
-Antes de
marcharme les quería proponer que podríamos juntarnos e ir en busca de nuestro
querido autor para preguntarle el porqué de nuestras historias, ¿Qué les
parece? sugirió Marini.
Todos los
pasajeros asintieron e intercambiaron datos para poder mantenerse en contacto y
poder realizar el encuentro.
Una mañana, unos cuantos días más tarde, suena el teléfono de la casa de Therese. ¿Quién podrá estar molestando a esta hora tan temprano? Alguien que me conoce seguro que no, porque ellos saben que las mañanas para mí son sagradas -piensa.
-¿Si? ¿Quién
habla?
- Hola,
¿hablo con Therese? Soy Marini, el del tren del otro día ¿te acordás?
-Ah!! Sí sí,
querido Marini, ¿cómo estás? Supongo que si me estas llamando es para organizar
el encuentro con Cortázar ¿no?
-Más bien
para avisarte hora, fecha y lugar; ya organicé todo. Va a ser en un bar este 12
de febrero, vamos a celebrar los éxitos de sus cuentos e invitarlo para tenerlo
ahí disponible y poder ofrecerle nuestras críticas constructivas al querido
Julio. Ya están todos avisados, solo me quedabas vos, nos vemos pronto.
Concluyó Marini esperando una despedida.
-Perfecto, gracias por avisarme, adiós. Fue la última frase con la que Therese colgó el teléfono y continuó con su tan querida mañana sagrada.
El sol
brillaba más que nunca ese 12 de febrero pero no bastaba porque el frío que
hacía era penetrante en París. Era el mediodía cuando todos se encontraron en
el aeropuerto para dirigirse luego, juntos, al evento de Julio Cortázar al que
también, además de ellos, muchos fanáticos iban a asistir porque se había
corrido la voz.
Al terminar de almorzar se quedaron todos en la mesa para poder charlar lo que no habían podido mientras comían. Debatían acerca de lo que iban a hablar, lo que iban a decirle y echarle en cara, pero estaban todos tranquilos, nadie estaba realmente enojado con Cortázar si no que todos le guardaban aprecio por contar una historia con ellos de personajes, aunque no hubiera sido de película.
Cuando
llegaron al bar estaba todo ambientado en los cuentos publicados, sus portadas,
toda una biografía de Julio, en el fondo se escuchaba en la radio unos
audiolibros grabados en casetes y un barullo de los aficionados charlando
mientras esperaban al queridísimo autor. Cuando este cruzó la puerta, un
silencio se hizo antes de una ola de aplausos y elogios. A medida que avanzaba
iba charlando con cada grupo de personas que se encontraba y los saludaba. En
el momento en el que se encontró con el grupo en el que estaban todos sus
personajes una gran sonrisa apareció en su rostro y los abrazó uno por uno.
-No puedo
creer que estén casi todos acá, en este lado del charco, me pone muy contento
de verlos y más aun si se conocen. -Dijo Julio a todo el grupo.
-Nos
conocimos hace un tiempo, fue muy de un cuento como sucedió, hasta cómico
diría- comentó Marini.
-En verdad
nosotros fuimos quienes organizamos el evento, esperemos te guste, queríamos
hacerte algunas preguntas sobre nuestras historias en nuestros cuentos, ya que
a algunos no nos gustó como nos interpretaste -respondió Irene.
En ese
momento aparece Therese, que brillaba más que nunca, con bebidas para todos, no
se habían dado cuenta que faltaba ella cuando había ingresado al local
Cortázar. Tenía apartado un trago de caipiriña para él en especial, por ser el
invitado estrella de la noche. Julio agradeció
el gesto cuando se lo entregó y tomó un gran trago, pero a los minutos comenzó a marearse y se estampó la cabeza contra
el piso.
-¡¡¡¿Pero
Therese qué hiciste?!!! -gritaron todos muy enojados.
-Pensábamos
en preguntarle sobre las historias y decirle que no nos gustan determinadas
cosas pero nunca hablamos de ¡¡¡MATARLO!!! por dios, estás completamente loca
-dijo el hermano de Irene, mientras comprobaba en el cuerpo de Julio si aun
quedaba pulso.
-Esperen,
todavía tiene pulso, ¡¡Irene por favor llamá una ambulancia urgentemente, aún
tenemos tiempo de socorrerlo!! -gritó el hermano. En ese momento comenzaron a
oír sonidos de flautas ambientando el lugar envolviéndolos en una absoluta
confusión.
-Pero yo sí
hablé de matarlo, durante todos estos días, todas las mañanas me frenaba a
limpiarla y ella me decía lo que iba a pasar este día, ella me dijo todo, ella
lo sabía hace mucho y yo lo único que hice fue cumplir con el destino que ya
estaba escrito. -escuchaban de fondo que repetía Therese una y otra vez
mientras comenzaba a desvestirse y se agachaba en busca de una copa.
-¿Ella quién?
De qué hablás Therese?? -Le preguntó la tía Clelia.
Antes de que Therese pudiera decir una palabra, el primero en hablar fue Marini, quien sabía sin duda alguna de quién estaba hablando y al terminar su frase apagó la luz.
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