TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


Ayelén Dellafiori

 Otra vez

Irene llora por el camino, siguiendo a su hermano sin saber adónde ir. De repente enuncia palabra.

¡No es posible que hayamos salido de nuestra casa en pijama! Si tan solo Cortázar me hubiera dado acción en este cuento, pero hizo lo contrario. -dice desolada.

Deberías aceptar lo que ha escrito para nosotros. -dice el hermano de Irene.

¡Sí! Claro… Siempre hay que aceptar lo que escribe este señor.

Bueno, capaz que la próxima tengas más acción, hermana.         

Eso espero, sino se la verá conmigo.

Ay hermana… pero dejalo tranquilo al pobre Cortázar, sin él, no existiríamos.

¡Callate! dejá de decir pavadas, que a vos te agregó porque estás medio loquito.

¡Irene! se me ocurrió una idea, vamos a la casa de nuestro buen amigo Somoza -dice el hermano.

Caminan hacia la colina, distinguen la casa de Somoza y se llenan de esperanza cuando ven la luz prendida. Cuando llegan a la puerta se encuentran a Therese, que permanece inerte en el piso de la entrada, más bien muerta ante un charco de sangre. En el fondo del taller se encuentra Somoza, desnudo y con un corte en la mitad de la frente.

Irene y su hermano se adentran en el taller, esquivando los cuerpos, y encuentran a Morand temblando en un rincón oscuro, acurrucado y agarrado de su hacha, todavía manchada con la sangre de su amigo y su novia.

Morand, amigo mío, ¿qué sucedió acá? -dice el hermano de Irene.

¡Estoy harto de Cortázar! ¡Siempre nos hace hacer lo mismo! - le contesta a los hermanos.

¿Saben qué? Hay que hacer una huelga de personajes, ¡y ver qué se le ocurre escribir! -Exclama Irene enojada.

¡No! ¡¿Cómo se te ocurre esa barbaridad?! -Contesta su hermano oponiéndose.

Claro… Como vos estás acostumbrado a que se hagan las cosas como siempre quisiste, sin que nadie te cuestione nada. Así no tiene que ser. -Interviene Irene.

Yo estoy de acuerdo con tu hermana, ¿Saben cuántas veces me mataron?¡Infinitas! -dice Somoza, levantándose del suelo.            

¡Si, yo también me sumo a la huelga! - Exclama Therese, desde la entrada.

Mejor    me voy… - Se despide el hermano.

Cierra la puerta detrás de él, mientras escucha murmullos dentro de la casa. Emprende su camino descendiendo por la colina hacia la calle, para buscar dónde dormir. Se dirige al hotel más cercano y en el vestíbulo se encuentra con un amigo.

Marini, amigo mío, ¿Cómo andás? -dice el hermano de Irene con alegría y alivio de encontrar a alguien conocido.

Hola amigo, bien... tanto tiempo sin vernos. Había ido a tu casa, pero no encontré a nadie.              

Es que tomaron la casa, y tuvimos que dejar todo. –dice el hermano con cierta nostalgia, recordando las cosas que había dejado, como las lanas de su hermana y la colección de estampillas de su padre.

Bueno... esas cosas pasan. ¿y dónde está tu hermana?

Está en casa de Somoza, planean una huelga contra Cortázar o algo así, me fui antes de que me involucraran en el asunto.

Hiciste lo mejor, amigo. Siempre los resentidos terminan culpando al pobre Cortázar, sabiendo que no tienen por qué culpar a su creador, sino agradecerles que están en sus escritos. En fin, mi buen amigo ¿dónde pasarás la noche?

Tenía planeado pedir una habitación, y mañana salir temprano, porque no me dejaron sacarlo ¡lo podés creer!

No, no te preocupes. –dice Marini, asegurando que otro día lo resuelven.

No quiero ser una molestia, amigo. –dice el hermano, pensando que tiene suficientes gastos con su viaje.

No es ninguna molestia.

Marini se dirige hacia recepción para pedir dos habitaciones por separado, pero la recepcionista le informa que todas las habitaciones para una persona están ocupadas. Así que pide una habitación con dos camas.

Cuando regresa al vestíbulo, con la llave en mano, le comenta este infortunio, pero no termina su oración y sus palabras quedan en el aire porque se encuentra al hermano de Irene mirando fijamente el volumen de cuentos de Cortázar, que hace poco tenía entre sus manos.

Marini preocupado llama al hermano de Irene pero este no le contesta, lo vuelve a llamar y sigue sin contestar, hasta que posa una mano sobre su hombro, el hermano se sobresalta y deja el volumen en la mesa del vestíbulo.

Hola... ¿Pudiste... conseguir la habitación?

Sí. -dice Marini, mostrando la llave.

No quiero ser una molestia. -dice repitiendo que no quería ser un estorbo.

No lo sos, al contrario, insisto que descanses. –dice Marini, tomando su maleta y el volumen de cuentos, que guarda en la valija.       

Se dirigen al ascensor, pone su brazo sobre los hombros del hermano de Irene para guiarlo. Entran a la habitación de paredes bordó con dos camas, un armario de roble, un baño de azulejos blancos, un televisor, y una ventana con vista hacia la ciudad. Marini aprovecha para desempacar y le presta ropa limpia al hermano de Irene para que duerma cómodamente.

Cambiados y acostados, Marini decide retomar la lectura del cuento “La isla a mediodía”, pero cuando extiende su mano sobre la mesita de luz, donde había colocado el libro, no lo encuentra. Dirige su mirada hacia el hermano de Irene, al otro lado de la habitación, quien se encuentra con los cuentos esparcidos sobre su cama, pero leyendo uno en particular que lo pone nervioso y ansioso, el cuento “Casa tomada”. Pero no sabe nada. Cuando lo termine de leer no habrá vuelta atrás, porque todo vuelve a empezar.

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