Una noche difícil
Irene siguió llorando por el camino, yendo a
la par de su hermano sin saber adónde ir.
De repente enunció palabra:
-¡No es posible que me hayas hecho salir de nuestra casa en pijama! Si tan solo
Cortázar me hubiera dado acción en este cuento, pero hizo todo lo contrario.
-dijo desolada.
-Deberías aceptar lo que escribió para nosotros. – le contestó su hermano.
-¡Si! Claro… Siempre hay que aceptar lo que escribe este señor.
-Ay hermana… pero dejalo tranquilo al pobre Cortázar que sin él, no
existiríamos.
-¡Callate! dejá de decir pavadas, que a vos te agregó porque estas medio
loquito.
-¡Irene! se me ocurrió una idea, deberíamos ir a la casa de nuestro amigo
Somoza.
Caminando hacia la colina distinguen la casa del arqueólogo, y se llenan de
esperanza por encontrar a alguien cuando vieron la luz prendida. Al llegar a la
puerta ven a Therese tendida en el piso de la entrada, más bien muerta ante un
charco de sangre; y en el fondo del taller, a Somoza, desnudo y con un corte en
la mitad de la frente.
Irene y su hermano se adentraron en el taller, esquivando los cuerpos, y
encontraron también a Morand temblando en un rincón, acurrucado y agarrado de
su hacha, todavía manchada con la sangre de su amigo y su novia.
-Morand, amigo mío, ¿qué sucedió acá? -dijo el hermano de Irene.
-¡Estoy harto de Cortázar! ¡Siempre nos hace hacer lo mismo! - Les contestó a
los hermanos.
-¿Saben qué? deberíamos hacer una huelga de personajes, ¡y ver qué se le ocurre
escribir! -Exclamó Irene enojada.
-¡No! ¡¿Cómo se te ocurre esa barbaridad?! - Contestó su hermano oponiéndose.
-Claro… Como vos estás tan acostumbrado a que se hagan las cosas como querés,
sin que nadie te cuestione nada. Así no tiene que ser. -Intervino Irene.
-Yo estoy de acuerdo con tu hermana, ¿Sabés cuantas veces me mataron?
¡INFINITAS!- contestó Somoza, levantándose del suelo.
-¡Sí, yo también me sumo a la huelga!- Exclamó Therese, desde la entrada.
-Ustedes están todos locos, mejor me voy… - Se despidió el hermano.
Al salir por la puerta y bajar la colina, comenzó a sentir el aire pesado, como
si todo estuviera mal, se sentía extrañado y escuchaba fuertes bullicios. Comenzó
a rumbear por las calles, nuevamente sin saber adónde ir, hasta que vio una luz
en la lejanía, primero se acercó a ver si por la ventana se veía gente
amigable, pero no pudo ver nada.
Simplemente se acercó y golpeó la puerta con vergüenza. Salió una bella joven,
con lágrimas en los ojos:
- Buenas noches, ¿en qué le puedo ayudar?
- Buenas noches, sé que no nos conocemos y es un poco inusual lo que le voy a
pedir, pero es que hoy no tengo dónde quedarme, ¿Usted no podría alojarme una
noche? Sólo es esta noche, sé que mañana van a razonar y me van a venir a pedir
disculpas.
-¿Quiénes le van a pedir disculpas? Perdone, pero a usted no lo conozco y en
casa está todo mal, realmente le convendría buscar en otro lado.
- ¡Señor! ¿Pero qué le pasa? Hace rato que está tildado con esa cara, ya le
dije que no le conviene quedarse aquí.
-¿Cómo sabe mi nombre?- Le respondió confundido el sujeto.
- En ningún momento lo llamé por su nombre si no lo conozco.
- Mire señorita, no importa, yo tampoco los conozco y si pido quedarme esta
noche es porque realmente no tengo dónde ir.- Continuó el hombre como si nada.
-Señor…no es que no le entienda, pero aquí ya tenemos suficientes problemas como
para que se sume uno más, si quiere que le cuente, le cuento: mi hermano
falleció hace tiempo, todavía no encontramos la forma de decírselo a mi madre,
ella cree que sigue con vida y hace meses que estoy de la cabeza escribiendo
cartas como si yo fuese mi hermano ¡Y por lo que era poco, ahora se enfermó mi
tía! Aparte, usted parece un hombre muy conflictivo.
Así que me hace el favor y busque otro lugar.- Dio un portazo en señal de que
la conversación ya había finalizado.
-¡Pero qué gente rara! ¿Ahora dónde voy? – se dijo el sujeto enojado.
-No hay luz, no hay nada.- Agregó.
-¿Pero quién me llama? Si nadie me conoce y yo tampoco los conozco, ¿y esos olores
raros? - Gritó enojado el hombre.
Siguió caminando durante la fría noche, sin poder creer en cómo había sido
tratado, pensando quizás que se estaba volviendo loco.
De repente escuchó pasos detrás de él, al darse vuelta advirtió que era su
hermana con sus supuestos amigos, pero ya no tenían caras amigables, sus
miradas eran tenebrosas, algo buscaban y no parecía ser bueno. Su aspecto
tampoco era bueno pero él no lo sabía. Sentía que su muerte estaba cerca, que
nadie podía salvarlo, y rogaba porque todo fuera un simple sueño.
De la nada, el hombre comenzó a taparse los oídos y a gritar, ¿Acaso me estoy
volviendo loco? ¡Basta! ¡Estoy harto de estos ruidos!
Todos comenzaron a extrañarse por lo que estaba pasando, no entendían qué le sucedía.
El sujeto sentía que todo se empezaba a nublar y un calor pasaba por su cuerpo,
los bullicios iban aumentando, hasta que percibió una voz:
-¡Julio! ¡Julio! Ya viene el médico en camino.
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