TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


Mateo Salas Suárez

 La casa

Me llamo Mateo, estudiaba el Profesorado en Lengua y Literatura, tengo dieciocho años, y hace poco me mudé. Supuse que escribir estos datos aquí eran suficientes si desaparecía o me pasaba algo. Pero por suerte ahora estoy bien.

Vivía con siete personas más en una gran casa, casi todos estudiantes, menos la tía Alisa. Nunca me relacioné mucho con los otros chicos de mi edad, pero la tía estaba siempre para mí.

A ella le agradaba que le digamos así, pero a mí me incomodaba un poco. Se comportaba muy raro, sobre todo cuando terminábamos de cenar y empezábamos a acomodar todo para irnos a dormir. Cerraba la puerta de roble que separaba los dormitorios del living porque estaba empeñada en que se iban a meter a robar. Pero no cerraba la puerta de la entrada, lo cual se me hacía tan ridículo.

Ella era una señora grande, y siempre estaba hablando de su madre Irene. No quiero sonar irrespetuoso ni nada por el estilo, pero creo que Alisa tenía un severo problema de demencia. Habían pasado ocho días desde que me mudé allí, y desde el día uno ella me dijo que me parecía a un tal José. Al principio, viendo su carita redondita y arrugada cual abuela de película, me lo tomé con ternura. Pero durante los siguientes días comenzó a llamarme por ese nombre. De igual manera disfrutaba compartir con ella, pero que me llamara todo el tiempo así, hacía que me diera tanta rabia que todavía tengo las cicatrices en mis palmas por tanto apretar los puños. Decía que él era un hombre muy caballeroso y atento, que nunca le había faltado nada a su lado, que le gustaba la literatura francesa y que, como yo, estudiaba letras, incluso me recomendó algunos autores. Me mostraba su colección de estampillas, y un día le pregunté cómo había conseguido la casa.

"Yo nací en esta casa, mis padres se habían ido de aquí, me dijeron que por cuestiones económicas, y luego la recuperaron".

Nunca me dio detalles, solo me hablaba de los tejidos de su madre y de ese José, que supuse era su marido por la manera tan romántica con la que se refería a él.

Yo entendía que extrañara a su esposo, ser una viuda en estas épocas es difícil, pero se me hacía muy extraño que una señora tan grande y prácticamente sola, viviera en una casa antigua, enorme y dejara entrar a cualquier "estudiante" que se le presentara como tal.

No nos cobraba la estadía, solo decía que teníamos que aportar para comer.

Mi cuarto era pequeño y oscuro. Estaba al lado del de ella. A la noche escuchaba muchos ruidos, susurros, pasos, y sonaré loco, pero yo soy un chico muy observador y atento; estudio todos los sonidos y movimientos de los lugares adonde voy.

Un día común de aquellos, Alisa, como de costumbre, me había llamado para tomar mates a la siesta con ella en el living. Era lindo hablar con esa señora en ese horario, porque un silencio caminando despacito iba y abrazaba la casa. Me sentía tan acogido. Le ponía todos los yuyos habidos y por haber al mate, burro, menta, cola de caballo, cedrón y hasta cáscaras de naranja.

Recuerdo que en su empeño por decirme José, y luego de corregirla tanto, ya simplemente dejaba que me dijera como quisiera.

En ese tiempo yo solía perder el conocimiento, me sucedió muy rápido en varias ocasiones. Sufría de desmayos, pero cuando me levantaba mis compañeros me decían que hacía cosas. Según ellos, les hablaba de la madre de Alisa y me refería a mí mismo como José. Algo que me contaron que no se me va a olvidar jamás, es que una vez me levanté del piso y me le insinuaba a Alisa "en el papel" de su marido. Por suerte eso es algo que me dijeron, de lo cual no tengo el más mínimo recuerdo, pero era suficiente para que me hicieran burla y me excluyeran por eso.

En las noches escuchaba los ronquidos de Alisa. Siento que esa casa tenía algo, nunca supe qué, pero algo tenía y me asustaba.

En fin, me pasó el último mate porque ya estaba lavado, y me dijo con los ojitos cansados, "me voy a dormir la siesta, José".

Un zumbido ensordecedor entró por mis oídos y de repente vi todo negro. Cuando abrí los ojos, estaba en mi cuarto acostado, agarrando una almohada con mis manos tensas. Estaban todos gritando desde la habitación de Alisa, entonces me levanté y fui hasta allí, y vi el rostro de ella con una expresión de susto que nunca se me va a borrar de la memoria. Pálida, boquiabierta, y los ojos casi saliéndose de las cuencas. Sin su almohada.

Yo no la maté, no fui yo, fue José, fue la casa.

Después de eso unos señores de azul me sacaron de la casa, y no recuerdo bien cómo llegué aquí. Pero ahora estoy feliz en un lugar iluminado, con paredes blancas, bien atendido, lástima que me pasan la comida todos los días por el orificio de la puerta, pero tengo una ventana con rejitas por la que me entra un poco de sol, y este cuaderno para escribir.

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