TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


Isis Rodríguez

 La noche en la sala

TacTacTacTacTacTac. Gira la bolilla sobre la ruleta que se ha vuelto un círculo hipnótico, rojo-negro-rojo-negro-verde. El trance eriza los pelos del brazo. TAC TAC… TAC… TAC. Parece que va a parar, pero todavía la pelota cambia de casilla una vez más. Los ojos están tan abiertos que tiemblan. Las pupilas son el reflejo de esa bolita negra que todavía se mueve unos casilleros más y se estaciona finalmente en el numero 3 casilla roja.

Bueno, al final perdimos todas ¿vamos a otro juego ahora? Vos Anto, que sos la que conoce ¿a cuál vamos?

Las palabras de Carla despiertan a Isis del trance del tablero quieto. En el celu dice que son las tres de la mañana. Hay doce llamadas perdidas, cinco mensajes de WhatsApp. Las chicas están decidiendo algo. Isis lee: “Amor” a las 00:36hs. “Amorchiiii” a las 00:41hs. “Amor por favor, te llamo y no me contestas. Me estoy empezando a preocupar” 01:05hs. Los siguientes mensajes son reclamos muy largos que no termina de leer, pero los adivina. Bloquea el celu y mira a las pibas.

Chicas yo ya me voy a casa. Tengo mucho sueño-. Las va abrazando a medida que las saluda.

Si le digo que vinimos al Casino me mata -Isis piensa en voz alta mientras va en la bici- Tengo más chance de que me perdone si le digo que estaba con otro. Se mueve más lento en la medida que está más cerca, se siente la bolilla cuando se acerca al casillero final, tan segura de que alguien va a salir perdiendo. Capaz llego y está la policía ¡qué cagada! ¡Cómo se me pasó la hora! ¿En qué momento se hizo tan tarde?

Un viento frío le aprieta los pantalones anchos contra las piernas. Se le revuelve el estómago. El recuerdo del cuento que habían leído en la última clase antes de salir de la universidad, se le había instalado en la mente y no se iba mientras abría la reja que daba al jardín que daba a la puerta de entrada. Al otro lado los ojos de Nery que la habían escuchado abrir la reja, la esperaban llenos de preguntas y de angustia. Isis había llegado decidida, no había vuelta atrás. Pidió perdón muchas veces. Esa noche lloraron mucho y se prometieron muchas cosas. Ella había estado hasta las once en reunión con el centro de estudiantes y cuando vio la hora salió enseguida, pero en el camino vio una moto que por esquivar una mujer se reventó contra el pavimento, el pibe gritaba un montón, ella no pudo evitar asistirlo, había intentado calmarlo mientras otros lo sacaban de debajo de la moto y ya no pudo dejarlo solo. Lo había acompañado hasta el hospital en la ambulancia, había dejado la bici atada. En el hospital las horas habían pasado volando, ella se había quedado en la sala de espera y al lado se había sentado una mujer que tenía la hija en terapia intensiva, la iban a operar de urgencia. Le había dado charla para distraerla “pobre mujer, si vieras cómo lloraba, amor”.

Isis ya no pudo parar. La historia siguió creciendo y Nery la siguió abrazando y consolando cada vez que ella volvía del hospital llorando porque la situación la rebalsaba.

Amor ¿No querés que vaya yo a ver al pibe esta noche? Estas descuidando la Uni. Yo entiendo que querés acompañarlo, pero vos no podés hacer nada. El pibe está durmiendo todo el tiempo, por ahí no se da ni cuenta de quién sos.

No Nery. Yo necesito estar ahí. Además, los médicos ya me conocen y él cada tanto se despierta y como que intenta murmurar alguna cosa antes de dormirse. -Isis lo convenció, antes de subirse al taxi que la iba a dejar en la puerta del casino-.

Esa noche perdió ocho mil pesos y volvió a punto de decirle todo. Estaba indignada y necesitaba confesarle. En veintidós tiros no había salido ni una sola vez el 9 rojo. Pero cuando llegó, Nery estaba sacando una pastaflora del horno que había hecho para ella. Se olvidó de la plata, de las casillas rojas, de la bolilla girando, de todo.

Al otro día le pidió al taxista que la dejara en la puerta del hospital. Sentada en la sala de espera, escuchó las camillas pasar de un lado a otro y retuvo el sonido a modo de estímulo musical de máquinas metálicas. Las caras de preocupación simulaban que todos estaban perdiendo en esa sala. Los enfermeros: uniformados que explicaban las reglas del juego a los novatos. Ahí las personas murmuraban y eso le gustaba porque podía concentrarse más. Una señora pomposa llegó con un olor a perfume nauseabundo y eso la acercó más todavía a la otra sala. Fijó los ojos en un punto de la pared blanca, apoyó los codos sobre los muslos y con las manos se sostuvo la frente. Poco a poco, los ojos se nublaron y en la pared fue apareciendo ese círculo numerado negro-rojo-verde que giraba con la bolillita adentro. La bola frenó en el 9 rojo justo un segundo antes de que empezara a vibrar el bolsillo avisando que era hora de volver a casa.

Esa mañana Isis volvió exaltadísima de contenta. El pibe se había despertado, estaba muchísimo mejor. No sabía cómo agradecerle haberse quedado con él todas esas noches. Se estaba recuperando muy rápido. Él no era de acá y estaba bastante solo, la familia era de un pueblo. Todo eso les dio tema de charla los siguientes días y Nery la quería más ahora que estaba contenta, se alegraba muchísimo de verla así “Tengo la novia con el corazón más grande del mundo” decía. La tormenta del pibe accidentado parecía estar pasando.

La última vez que Isis se sentó en su silla de la sala, de nuevo la reproducción del ritual hipnótico la hizo imaginar la ruleta girando rápido y el ruido de la bolilla. Una camilla cruzó la sala de golpe y casi la distrae. Se concentró más, la bolilla empezaba a relentecer. Un pibe gritaba de dolor. Cerró los ojos: Rojo-negro-verde. “¡Me duele!¡No aguanto más!” gritaba el pibe. Isis cerró fuerte los ojos. El celular vibraba en el bolsillo. <<ya casi>> pensó con los ojos y los dientes haciendo mucha fuerza. Tac-14...tac-2…tac-0…tac-28…tac. La pelota frenó. Isis se levantó de un salto, dio un grito eufórico desde lo más hondo de su pecho:

¡Siiiiiiiiiiiiiiii! -mientras abría los ojos y levantaba la lanza en la mano derecha.

A su alrededor una multitud de personas celebraban. Un señor desnudo pintado completamente de barro negro se salpicaba la sangre de aquel que caía, ya sin vida, sobre el pastizal.

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