Josefa
Josefa está acostada muy cómoda,
viendo, mirando el cielo gris, ¿una tormenta será? se pregunta, recordando que su madre le contaba al
oído que las tormentas limpiaban el alma de aquellos que necesitan alivio.
Todos los días mira al cielo desde un
lugar muy cómodo, pequeño, pero cómodo y escucha el sonido de los árboles
cuando los acaricia el viento, se siente tan sola. El zumbido de las abejas
revoloteando las flores le recuerda los juegos en el patio con su hermana mayor,
corriendo sin tener en cuenta el peligro. Recuerda a su madre llorando sin
entender por qué.
Otro día más Josefa mira al cielo, un día
de sol los rayos atraviesan la tierra y la calientan de una manera que ni el
mismísimo infierno podría soportarlo. Ella no siente el calor, está tranquila.
Mientras mira al cielo, aparecen
pensamientos y sensaciones que la perturban provocándole llanto, dolor, como si
fuera una noche oscura que la lastima. De pronto siente la voz de su madre,
diciéndole al oído - ¡tranquila, todo va a estar bien, el dolor pasó! -,
mientras toma su mano. Siente voces a su alrededor, que relatan anécdotas
divertidas de su vida, no logra distinguir quiénes son, pero las cuentan con alegría.
Ella no participa de la conversación, pero los escucha atentamente, ya no se
siente sola.
Josefa siempre fue alegre, con muchos
amigos y miles de historias que contar. Pero esta vez no cuenta nada.
Siempre mirando al cielo, hacia arriba,
donde todo lo bueno pasa. Siente tan cerca el beso de su madre y su perfume que
la transporta a su niñez donde todo estaba bien. Siente esa tibieza de los labios de su madre en la mejilla.
Todos los días Josefa mira al cielo,
siente el aroma del pasto, el sonido de los árboles, el canto de los pájaros. Y
la voz de su madre diciendo ¡Tranquila, todo va a estar bien, el dolor se fue!
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