TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


AMPARO GUTIÉRREZ SOLÍS

 El libro 302: fuego y justicia

Aquí hay pocas palabras pero yo sé que los silencios cuentan.

                                                                                                             Julio Cortázar

 

No me dejes así
Quiero volver a empezar
Este día lo perdí
Otra vez lo deje ir
No me hables así
Allá afuera voy a caer

“Destrucción” de Él mató a un policía motorizado

 

   Sale con su cargada mochila en la espalda, repleta de libros, comprados, regalados, encontrados y robados, también; los apuntes de historia y los de filosofía, una carpeta con tres hojas paupérrimas, un cuaderno con poemas que desean tener título y una lapicera trazo fino, azul, por supuesto. Apura sus propios pasos porque cree no llegar, mientras escucha “Destrucción”, de El mató a un policía motorizado, siente que sus piernas se han apoderado de su cuerpo y camina casi mecánicamente, su mente le repite: se te hace tarde. Llega, por fin; el alivio a sus pensamientos de desesperación cuando ve a pocos cien metros el cartel de la feria de libros. Para ese entonces, tiene un ajustado reloj para elegir el libro, o los libros, que se llevará. Vagabundea por los stands hasta que elige uno, lo recoge de entre medio de una pila de pocos afanes y pocos amores, lo guarda en su mochila de los mil kilos y sale, ahora sí, menos densa y menos pedante. Ya se sienta, mientras escucha en la radio sobre la venida de tormentas eléctricas a la ciudad, en su cómodo sillón, descalza, inmaculada, desnuda de dudas, impermeable a los temores, a leer su nuevo libro.

   Marlene levanta su mirada y siente la necesidad de tomar una taza de café. Como si tal escenario no fuera parte de sus rutinarios días, ahora presiente que el anhelo radica en algo más profundo; el cotidiano café está más sabroso. Vaya a saber por qué. Con quietud y una pizca de solvencia, realiza la tarea. Pretende entonces, satisfecha, sacar sus paraguas y salir a cometer andanzas por las calles desoladas, inquietas, indiferentes. Las miradas de quienes en soledad se sienten apuntan a ella, pareciera que jamás hubieran visto un individuo con sentimientos de justicia. O, por lo menos, jamás han visto aquello a lo que la gente común llama: diferente. Menudas miserias cargarán. Su recorrido sigue hasta una plaza de esas a las que siempre acuden aquellos quienes sienten arraigadas las misiones de hacer justo lo injusto.

   Sus zapatillas negras se mojan, y sus ojos. Aquello que poco puede decir, que poco puede explicar, se queda en la profundidad de sus recuerdos. Recapitula el número de la página, 87, por allí ha quedado, son 302, largo trecho ha de recorrer. Sale, porque adentro quiere desaparecer. Acudiendo a la humanidad, y a sus propias esperanzas, envía un mensaje de texto a su amiga Eva para terminar el trabajo sobre Edad Media que deben entregar el próximo miércoles para la facultad. Instantáneamente su compañera responde que la espera en la plaza ya que estaba haciendo compras en el centro, para ir juntas hacia su casa. 87, lo recuerda, lo debe recordar porque no hubo marcas que rememorasen la pausa. Caminan, lado a lado, turbadas, hasta llegar, y entran. Realizan la tarea y se va.

   De nuevo en las calles, ansía en su cabeza crear el escenario irreal y utópico que quisiera para el mundo. Porque si de este mundo habla y piensa entonces, ¿qué busca?

   Imagina los placeres mundanos sin susodichos, ni retenciones, ni pagos, ni inquietudes, ni perezas; imagina que la gula a veces está bien y que es real que la venganza hace mal al corazón, imagina las muertas que injustamente han muerto revivir para entonces, concretar sus cometidos, pero, aquello, piensa, es distinto a venganza; es justicia. Imagina las vidas de los terrenales sin excesos pero, por supuesto, con permitidos. Imagina la parsimonia de aquellos que se sienten perseguidos e imagina también, el fin de las violencias y el fin de las guerras. En esa atmósfera, los humanos están libres de pesares y los pies podrán caminar sin atormentarse. Y es que el orden social la abruma. Imagina mucho, la verdad.

   87, no lo ha olvidado. Sigue, con un nuevo y sabroso café, la lectura. Sorprenden su indigente fe las figuras que la historia cuenta, habla, grita o enmudece, incluso escalofríos recorren su cuerpo. Parece sentir algo que jamás ha sentido: el miedo de seguir leyendo, y al mismo tiempo, la necesidad, como si algo mas allá de lo que ella puede controlar la incitara a seguir y a seguir. La sensación es algo así como estar dentro de una habitación repleta de espejos. Ya está en la 198.

   Recrea en sus pensamientos esquemas “des-quematizados” y flores que marchitas reviven. Deconstrucción y reconstrucción. Sigue leyendo, porque parar ya no puede. Ya no. Mira hacia abajo, 267. Ya es de madrugada, y sabe: los desolados, desamparados, perturbados, inquietos, impredecibles, son su mejor versión, a esta hora. Será tal vez el arte que los conmueve o simplemente sus vacíos. 278. Sigue.

   Al abrir sus ojos, somnolienta, reconoce unos ruidos extraños, incómodos y casi incomprensibles. Se levanta de su sillón, tambaleando, deseando ya volver a la brevedad, para salir e investigar de dónde provienen aquellos sonidos. Se alerta cuando interpreta que son voces que conversan en su puerta, escucha: “bruja, insolente, hoguera”. Reúne fuerzas, vaya a saber el motivo que la alienta a hacerlo, y su puerta abre. 299, casi el desenlace.

  Jamás será maldito aquello por lo que se ha luchado. 300. Siente un golpe en su mejilla izquierda y cae. Casi que al instante el calor se apodera de su cuerpo y su mirada es dirigida a quienes han sido injustos. Porque unos ojos convincentes, saben a dónde mirar. Se escucha arder: ella, sus palabras, sus silencios, los gritos, la valentía. Fuego, mujer. Marlene, destruye; como suena en “Destrucción”.

   301, el humo purifica las almas de aquellas que han venido a desistir, no teman las que prosiguen a este hoy, no teman.

    302, no teme. El fuego ha llegado: justicia por el porvenir. El silencio enmudece, pero dice mucho.

    El libro en su biblioteca tiene su lugar. Ahora solo resta gritar lo que aquellas han callado.


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