El brillo de la luna
Una noche de
verano como tantas otras me incita el insomnio, quizá me despierto de alguna
pesadilla, no lo sé porque no logro recordar, solo sé que me siento asustada
porque mi corazón late fuerte, algo me da tranquilidad y es que presiento que
no estoy sola, quizás esta noche ha venido a verme. Miro para el costado de la
cama pero se encuentra vacía, apoyo la mano en la tela fría y sedosa que
resbala hasta que en algún momento se detiene. Intento dormirme de nuevo pero
no puedo y al instante me levanto para tomar agua fresca, noto la soledad de la
noche, es el momento exacto donde nada se ve ni se oye, todo está en calma.
Camino por el pasillo hacia la ventana que da al patio y miro el vacío donde ni
el viento mueve las hojas, todo está quieto, pienso en la posibilidad de tener
un perro, pero como a veces viajo a ver a mamá y a ella no le gustan porque
dice que le dan alergia o algo así, no tendría con quien dejarlo. Siempre pensé
que eso de la alergia era la excusa perfecta para decir que simplemente no le
gustan los animales, nunca tuve uno de chica. Miro el reloj y marcan las 4:15
am, me quedan tres horas para descansar, voy a volver a la cama y procurar
dormirme, pero otra vez fallo en el intento, siempre pensé que el sueño era algo
preciado, algo así como un regalo de los dioses por tanto pensar, por tanto
agitar la mente durante el día, de aquí para allá… evidentemente no soy una
amiga de esos dioses, vuelvo a levantarme, siento que en el silencio
maquiavélico de la noche la luna me observa, camino hacia el comedor, miro por
la ventana pero nadie está conmigo, excepto la luna de ojos brillantes que se
ríe de mi insomnio, que conspira con los dioses negándome el derecho a
descansar, el derecho a la soledad.
-
Pero qué hago pidiéndole razones a la luna?
De chica solía confundirme, decía mamá. Esta niña sueña despierta, porque está hipnotizada por la luna.
Decía que los sonámbulos estaban hipnotizados por la luna y que eran sus
esclavos.
No sé sí es que vuelvo a confundirme, pero lo que tengo en claro es
esa sensación de que alguien me observa, de que sigo sin poder estar en
soledad, y es culpa de la luna.
Cuando vos estabas siempre me decías vamos al rincón oscuro, pero no
lo encuentro, la luna la luna la maldita luna!!
No quiero olvidar tu olor, ya perdí tu voz, pero tu olor está ahí, en
todas partes, no quiero seguir adelante si te pierdo del todo.
La luna deja un cuchillo abandonado en el aire, que siendo acecho de
plomo quiere ser dolor de sangre, decía Federico Lorca. No sé porque te
obsesionaba tanto esa frase, no sé cómo la oscuridad de Lorca te mantenía
ocupado y siempre hablabas de él, de repente una idea viene a mi mente, y si
quizá quiere hablarme la luna, si quizá la luna intenta decirme algo… pero es
su voz la que perdí no la de la luna, estoy confundida, será mejor echarme a
dormir…
Cuando por fin el agotamiento llega, escucho tu voz que vuelve a
susurrarme entre el silencio de la noche - … la luna deja un cuchillo
abandonado en el aire, que siendo acecho de plomo, quiere ser dolor de sangre.
Ya no sé si estoy dormida o estoy despierta, intento pensar en algo
habitual, en algo banal pero nada me sale, nada puedo pensar, solo escucho esa
frase una y otra vez, quizá mamá tenía razón y estoy poseída por la luna.
La luna no tiene luz propia y yo tampoco, pero desde que no estás
siento que ya no brillo, solo soy sombras, solo soy un recuerdo constante,
siento que estoy atrapada en otra dimensión, que estoy en modo automático, que
soy una puta computadora, un maldito zombi, un ente sin decisión propia.
Cuando era niña quería ser famosa, una estrella, me imaginaba siempre
rodeada de elogios y aplausos, teniendo un amor, envejeciendo juntos. Qué
crédulos los tontos que hacen del amor un estandarte, creemos tener el tiempo
para hacer todo lo posible para vivir esa historia utópica de amor, de éxito…
creemos tener el tiempo… pero qué estúpidos, el tiempo nos tiene a nosotros.
Cuando estábamos juntos nos acostumbrábamos a planificar, fantasear
con tener tiempo… nada de todo eso pudimos cumplir, el tiempo nos cortó los
planes como quien corta una hoja de papel.
La hoja quedó en blanco, mi mente no deja de pensar en eso.
Me doy cuenta de que estoy parada en nuestro jardín, junto a la
higuera que plantamos ese verano hace unos años, mis pies están mojados, mis
manos heladas, advierto frente a mí la luna toda esplendorosa que me trajo
hasta acá - Que quieres de mi? Que hago acá? Me siento y lloro, lloro tanto,
lloro profundo, siento que mi alma se hace gotas y sale por mis ojos y mi boca…
Ahora sí estoy vacía, no quiero pararme, no quiero moverme de acá, no sé quién
soy, no sé qué quiero… Y otra vez escucho esa voz… La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire, que siendo acecho de plomo, quiere ser dolor de sangre.
Sin fuerza y sin voluntad propia me dirijo a la cocina, tomo un
cuchillo vuelvo a la higuera, corto una breva de nuestro árbol, siento el sabor
dulce en mi boca, y veo brotar esa savia blanca por la rama…
Despierto, la savia es sangre y la rama mi brazo… ya no siento… ya no
soy… ya brillo con luz de luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario