TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


AGOSTINA RIGONELLI

 Recuerdos

Florencia mira atentamente a través de la ventana: otra noche más de tormenta. Los indicios están claros: el cielo nublado, la luna casi desaparecida y las fuertes oleadas de viento que mecen a los árboles y a algunas plantas más pequeñas que había plantado su hermano menor ayer nomás, para darle un toque de color al jardín. Después de las arduas remodelaciones que sufrió la casa, ese toque de color era como un listón final.

Mirar por la ventana, con sus ojazos color chocolate, era una rutina que Florencia se había impuesto durante varios meses, después de lo que pasó. Siempre a la misma hora y en el mismo lugar. La pequeña sala en donde la familia solía reunirse a desayunar casi todos los días, ahora estaba repleta de libros, plantas y de una mecedora gastada, en donde Florencia se sentaba para cuidar de la casa que con tanto esfuerzo habían logrado reconstruir.

Los gritos llegaron cuando las primeras gotas tocaron el suelo. Sonrió ante aquello, se recostó y empezó a mecerse para relajarse, mientras su vestido desgastado y un poco sucio tocaba el piso y se movía al compás de sus movimientos.

El crujido del piso gastado de madera delataba el sonido de los pasos. El perfume del muchacho se impregnaba en todos los muebles, en todos los libros, en todas las plantas, las voces se intensificaban, parecía como si cada vez estuvieran más cerca. 

La felicidad la invadió de nuevo. Florencia se mece relajándose, con la ventana abierta para sentir la brisa, el frío y algunas gotas de agua que logran tocarle la piel. En el jardín, el muchacho sonriente, de ojos color chocolate, acomoda las coloridas plantas que son como el listón final de la casa recién remodelada.


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