TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


SEBASTIÁN CONTRERAS


Viaje de ida


Palabra de honor, no la había visto en la perra vida. Eran como la una y media de la mañana, en pleno enero, y como el Gallego cierra el bar a la una en punto, sea invierno o verano, yo me iba para mi casa, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, caminando despacio y silbando bajito bajo los árboles. Era sábado, y al otro día no laburaba. La mina arrimó el Bora al cordón de la vereda y empezó a andar a la par mía, en segunda. Cómo habré ido de distraído que anduvimos así cosa de treinta metros y ella tuvo que frenar y llamarme en voz alta para que me diera vuelta. Lo primero que se me cruzó por la cabeza era que se había confundido, así que me quedé parado en medio de la vereda y ella tuvo que volver a llamarme. No sé qué cara habré puesto, pero ella se reía.
- ¿A mí, señora? -le digo, arrimándome.
-Sí -dice ella-. ¿No sabes dónde se puede comprar algo de merca?—
Se había inclinado sobre la ventanilla, pero yo no podía verla bien debido a la sombra de los árboles. Los ojos amarillos, como los de un gato; se reía tanto que pensé que había alguno con ella en el auto y estaban tratando de agarrarme para la joda. Me incliné. — ¿Merca? ¿Dijo merca?—
 —Sí, haceme la onda y tirame el dato —dijo la mina. Por la voz, le di unos treinta años. El Gallego sabe tener algunas cosas para los clientes más frecuentes, aunque nunca en grandes cantidades porque mayormente es para él. Si uno de nosotros se quiere tirar una cana al aire, se lo dice y el Gallego le contesta en voz baja que vuelva a los quince minutos.
—De acá a tres cuadras hay un bar —le dije—. Sabe tener de vez en cuando. Tiene que ir hasta Crespo y la Avenida. ¿Conoce? —Más o menos —dijo.
Me preguntó si estaba muy apurado y si quería acompañarla. "Cagué, pensé; una vieja alzada que quiere cargarme en el auto para tirarse conmigo en una zanja cualquiera”. El corazón me empezó a golpear fuerte dentro del pecho. Pero después pensé que si por casualidad el Gallego no había cerrado todavía y me veía aparecer con semejante mina en un auto como el que manejaba, bajándome a comprar merca, todo el barrio iba a decir al otro día que yo estaba dándome a la mala vida y que estaba por dejar de laburar para hacerme dealer. Para colmo, en verano las viejas son capaces de amanecer sentadas en la vereda.
—Te acompaño— le dije realmente sin ganas — Sino el Gallego es capaz de meterte un tiro—
Aunque mi respuesta fue medio desubicada vi como la mina medio se reía. Después de la compra, planeaba irme a casa como tenía pensado antes, pero…
—Voy a una fiesta ¿Venís? — Me dijo con su mirada felina de ojos amarillos casi prendida fuego
—Parece que no me queda de otra— Le contesté medio haciéndome el boludo, estaba regalada y no iba a rechazar una fiesta gratis.
Media hora en auto, avenidas, bulevares, calles, en todo el camino nos metimos mano cada vez que estaba un poco oscuro el camino para disimular un poco. Ya fuera de la ciudad se veía una sola casa de campo al final de la calle, todo iluminado y lleno de gente. Antes de bajar ella inhaló un poco y me dio a mí también, ya listos bajamos del auto y entramos a la casa repleta de gente, alcohol y drogas.
 —¡Vení pibe! — escuché entre la multitud decir a la mina. Por un segundo me pareció ver en su cara rasgos que no eran humanos, como si fuera algo más reprimiéndose por salir y sentí pánico, pero me contuve y seguí con la diversión. Al cabo de casi dos horas, se cortó la música y el DJ empezó a hablar, la verdad no entendía nada y mirando alrededor me di cuenta que no era el único que estaba así, pero en cambio había otros que lo escuchaban atentamente casi en trance. Entre los que escuchaban atentamente estaba ella, traté de hablarle pero me ignoraba y a la vez me sonreía. Nuevamente vi ese destello de una imagen que no era humana en su cara.
—…entonces damos por empezado el banquete— dijo entre la confusión el Dj, de la nada el destello que no era humano en la cara de la mina se vio en casi la mitad de las personas que podía llegar a ver, entre el miedo y la confusión la vi… transformarse en un monstruo entre gato y mujer para saltar sobre mí.

Nota: se han intervenido fragmentos del cuento Verde y negro, de Juan José Saer.

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