La vuelta a casa
Se hizo tarde, era una noche fría y tenía que laburar.
Me quedaban pocas horas de sueño, al porteño le parecía muy raro que me quedara
hasta tarde, sabiendo que tenía que trabajar. Pero esta vez era diferente, me
encontraba raro y no sabía por qué, entonces decidí quedarme un rato más y se
me pasó la hora pensando en cosas que no tenían sentido. Cuando me di cuenta,
ya era demasiado tarde, así que saludé a todos y salí afuera. Estaba decidido a
irme a casa y dormir las pocas horas que me quedaban.
Con las manos metidas en los bolsillos del pantalón,
caminando despacio y silbando bajito, tomé el camino más corto por la
costanera, no era de pasar por ahí, mucho no me gustaba, pero quería llegar
rápido. Estaba fresco, no corría ni un perro por la calle, solo sentía el aire frío
que cubría todo mi cuerpo.
De pronto, vi un auto que se acercaba de a poquito, con
la luz muy alta, venía de frente y muy cerca del cordón, pasó al lado mío,
tenía vidrios oscuros y la verdad que me llamó la atención, un auto de esa
clase en Villa María, era raro.
Seguí caminando, estaba llegando al puente que
supuestamente tiene mucha iluminación, pero esa noche no había ni luz. De atrás
me sentía observado, pero no perdí la calma. Seguía caminando tranquilo, hasta
que nuevamente el auto de alta gama se arrimó al cordón de la vereda y empezó a
andar a la par mía, bajó el vidrio y era una mujer hermosa, no tengo palabras
para describirla, solo puedo decir que era como una luz blanca que me iluminó
esa noche tan fría.
Paro el auto y me llamó, yo sin entender nada me paré,
pensé que se había confundido con alguien más, pero no, definitivamente quería
hablar conmigo. Parecía que me conociera de toda la vida. Me miró fijamente y
me dijo un chico tan guapo como vos está solo en esta ciudad, habiendo
muchachas tan lindas. Lo dijo en un todo risueño, pensé que me estaba tomando
el pelo, yo no soy tan guapo y con la facha que tenía, no se me acercaría ni un
conocido. Por un momento pensé que había alguien más, cada tanto miraba por el
espejo hacia atrás y sonreía.
Bah esta gente solo quiere fastidiar a las personas que
andan solas por las calles a esta hora, empecé a caminar, ella me volvió a
gritar y dijo estoy aburrida y solo quiero ir a una fiesta, pero no tengo con
quien, y como veo que estas solo, me dieron ganas de invitarte. Le respondí
diciendo que no estaba vestido para la ocasión y vi que ella estaba muy bien
vestida, llevaba un vestido verde, tan llamativo que hasta me daban ganas de
sacárselo.
Nuevamente me preguntó si estaba muy apurado y si quería
acompañarla. Vaya, pensé, una mujer sola que necesitaba de una buena compañía o
quizás no solo quiere que la acompañe a la fiesta si no a otro lugar más
cómodo, para conocernos.
Nunca perdí la calma, pero estaba con algunas dudas ya
que era todo muy raro. Después pensé que, si por casualidad, había algún amigo
mío en la fiesta, iba a pensar que era un caradura por andar con una mujer de
su clase. Aparte también pensé si me veían aparecer con semejante mina en el
auto en el que manejaba, el barrio iba a decir cualquier cosa sin saber lo que
pasaba, aun así, decidí acompañarla, al fin y al cabo, estaba solo en la ciudad
y soy dueño de mi vida, no me importa un carajo lo que piensen.
Vamos le dije, prendió la luz del coche y me dijo que
subiera ¿o tenés miedo? me preguntó, le dije que no y ahí me di cuenta que
estaba sola, no había nadie en la parte trasera, entonces abrí la puerta del
coche y me subí, pero al momento que me senté sentí una respiración suave en la
nuca. Seguramente era mi imaginación y entonces decidí seguir la corriente,
quien sabe quizás podía pasar una noche con buena compañía.
Era una mujer hermosa, me dejó muy encantado solo con
verla, yo creo que si le contaba a alguno de los muchachos que estaban del
porteño no me iban a creer, ya que soy un hombre solitario y no tenía nada de
apuesto, iba a ser todo muy raro, nadie iba a creerme.
Le brillaban los ojos, tenía la piel blanca como una
hoja y un cabello tan rubio que brillaba. Estaba sorprendido, es más creo que
su voz era tan seductora y atractiva que no podía decirle que no a nada, solo
quería estar con ella.
Sentí calor en los brazos, en las piernas y en el
estómago. Tragué saliva y me incliné más, ella me dio lugar. Ya que había
confianza la traté de vos, le pregunté donde era la fiesta. Se puso seria y me
dijo pasando el puente, tenemos que ir por un camino de tierra, está un poco
alejado. Le volví a decir que no estaba vestido, me volvió a mirar fijamente,
es más, creo que me dio un escalofrío, sentí algo muy raro, una atracción por
ella que nunca había sentido con alguna otra mujer.
No perdí el tiempo, le puse la mano sobre la gamba,
tenía la carne dura, fría, musculosa, y sentí sus músculos contraerse cuando
apretó el acelerador. No me lo van a creer cuando se los cuente, pensé, los
muchachos van a pensar que estaba delirando. Como vi que la mina me daba calce me
apreté contra ella y le puse, esta vez, la mano en el hombro.
Ni siquiera me miraba, era como si no sintiera nada.
Luego de un rato me dijo que la fiesta era en su casa.
En ningún momento sacó la vista del camino, sus ojos se perdían en la noche,
mientras tanto yo seguía sintiendo la respiración en la nuca, a medida que nos
acercábamos a la casa se sentía más y más, parecía como si fuera una
advertencia. Bah, no sé, seguramente era porque quería llegar rápido y estar
con ella.
Doblamos en la primera calle de tierra y empezamos a
correr por un camino totalmente alejado de la ciudad, dejando atrás las pocas
luces y árboles. Llegamos al lugar donde supuestamente era la fiesta, pero la
verdad es que no había ninguna fiesta ahí. Le pregunté qué estamos haciendo y
lo único que me respondió fue que necesitaba mi ayuda.
Bajamos del auto, caminó hacia la casa y sin esperarme
entró, yo iba por detrás de ella, muy despacio, mirando hacia todos lados, de
pronto sentí un llanto, entré y era esta mina la que estaba llorando al lado de
un charco de sangre, al lado de un cuerpo totalmente frío y tieso, escuché
sonidos de sirenas, me cagué todo, no entendía nada y no me explicaba, ella solamente
lloraba desconsolada.
Luego llegó la policía, una ambulancia y no preguntaron
nada de nada, parecía que supieran lo que había ocurrido.
Yo que pensaba llegar rápido a casa tomándome un atajo, qué
perejil.
Nota: se han intervenido
fragmentos del cuento Verde y negro, de Juan José Saer.
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