Aquello a lo que nadie puede escapar
Una fría neblina bañaba la costa del mar. Venía del océano y atravesaba los bosques cercanos como un leve suspiro mojado; y allí, como todos los días, estaba corriendo él. Todos aseguraban que este hombre flaco y alto estaba loco. Siempre corría, como si su meta fuera huir de aquello que lo perseguía. Muchas veces podía oírse que mientras estaba ya agitado, miraba hacia atrás, seguro de mirar “aquello”, exclamaba: -¡Hoy no pudiste alcanzarme, no sabés lo bien que se siente, algún día no te tendré miedo y estaré preparado…solo deja de buscarme!”
Así todos los días podía verse al flaco correr, correr y en un cierto instante detenerse bruscamente y mirar hacia atrás y gritar con tanta alegría: ¡Hoy tampoco pudiste alcanzarme! “Aquello” que nunca especificaba parecía querer llegar hacia él constantemente.
Ya habían pasado varios días, todo se encontraba demasiado tranquilo en aquel pueblo y podía verse que el flaco desgarbado no corría más, todo de un momento al otro pareció culminar.
Pasaron semanas y la presencia de aquel hombre que hasta hacía poco tiempo corría como loco a orillas del mar, daba la perfecta impresión de que la tierra se lo había tragado.
Llegaba el verano, y a mí particularmente me desesperaba tanto no saber nada de ese hombre que era uno más de nuestro pueblo, pues era al igual que todos, un habitante, pero parecía no importarle a varios que él no esté, en fin, parecía loco.
Una tarde muy tranquila de febrero sorpresivamente el Flaco iba caminando sin rumbo alguno, se notaba que le asustaba tanta paz, y se preguntaba -¿Qué me traerá hoy la vida? ¿Esta pasividad a que se debe?
Me sorprendió verlo caminar, jamás lo hacía.
Caminó toda la tarde por la orilla del mar mirando cómo sus pies descalzos se enterraban en la arena, cuando de pronto se chocó de frente lo que durante tanto tiempo lo había perseguido. Ya no existía manera alguna de escapar. Movió la cabeza con lentitud, sonriendo… ya no había escapatoria alguna, el Flaco conoció a esa mujer, que el destino puso en su vida. Sabía con solo mirarla que ya no podía correr, sintió que su alma se pegaba a esa presencia extraña, sentía tanta protección, tanta seguridad. Al instante de tenerla en frente supo que el amor, al fin lo había alcanzado.
Alguien con una suave voz murmuró: -Puedo ver que no soy la única a la que alcanzó… nos alcanzamos, nos unimos. Y preguntó al Flaco: -¿Quieres acompañarme a ver las olas desde los acantilados? Mientras él divagaba en un ambiente único respondió: -Muy bien, llévame a verlas.
1 comentario:
Julieta: Has hecho un muy buen trabajo, te felicito!!! Resolviste muy bien la consigna y elaboraste un hermoso cuento fantástico; pudiste entender que es necesario no decirle todo al lector para que se sorprenda con un final inesperado y ponga en marcha su imaginación para elaborar todas las hipótesis posibles acerca de lo sucedido a ese personaje que llamaste “El loco”.
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