Lagrimas del cielo
Comenzó aquel mediodía, el reloj marcaba las doce en punto, Fernando se levantó del sillón, puso la mesa para almorzar, dos platos, mientras los minutos pasaban, pensaba en una persona con muy pocas palabras por quién él perdía el sentido al mirarla. Comenzó a recordar que en otro tiempo, llevaba a Carmen a almorzar a restaurantes de toda la ciudad. Tenían uno en particular llamado “EL RINCÓN DE
La comida se enfriaba. Él, era un estudiante de secundaria, que intentaba lo que no había podido hacer cuando adolescente. Todavía era joven y por esas razones de la vida vivía sólo y se ganaba el sustento trabajando para solventar sus gastos del colegio y su casa.
Ese día, llegó tarde a la escuela,
El celular sonaba, mensaje de Carmen diciendo; “¿Hola cómo estás? Te cuento que por aquí la vida es muy cargada, tengo la misma rutina de siempre, como te conté en varias oportunidades. Fernando respondió: muy rápido, escribiendo;” Bueno amor, por aquí bien lo mismo de siempre, te extraño y sé que pronto nos volveremos a ver”.” Besos”.
Fernando miró su reloj, entró a clases, como siempre se sentó en los bancos del medio, al frente se sentaba su amiga Micaela, cuyo perfil, le recordó a Carmen, una mañana en la “Placita de los niños”. Ella paseaba con sus amigas y por esas casualidades de la vida tropezó, la vio. La invitó a pasear, ella le pregunto, cómo se llamaba, y acepto caminar con él a la feria de relojes, relojes de arena, relojes de cucú, relojes para despertarse, relojes de mano, relojes de pared, reloj del sol, sólo relojes como el tiempo que decide nuestro destino.
Fernando caminaba feliz, cruzando palabras, por ese lugar, lleno de relojes por todos lados, miró en la última tienda del lado izquierdo un reloj brillante, grande, cuadrado, que decidió comprar y regalarle a Carmen.
Tok tok el reloj marcaba las quince horas y la profesora daría por finalizada la clase, se levantó y se ponía de acuerdo con sus amigos para salir más tarde, como las 20; 30. Salió por el portón principal del colegio, muy ansioso. Carmen lo esperaría, como siempre, a la salida. Esta vez no.
Llegó a su casa, puso la pava, hervía, mientras guardaba la ropa. Llegó un mensaje de Carmen diciendo; “¿ya saliste del colegio?” , y, “el responde” :“si!!!” con signos de admiración y cuenta que está lloviendo y el deseo más preciado de sus sueños estar con ella.
Llovía y llovía más fuerte cada vez, los dos en medio de la lluvia jugaban sin parar, repletamente mojados.
La pava está lista, se sienta en su silla como una piedra al lado del mar, mirando esas gotas de lluvia como lágrimas que se derraman cuando alguien se va. Él puso una cucharadita de azúcar a su taza, mientras revolvía. Otra vez ese perfume… un aroma familiar
Otra vez ese olor, nauseabundo.
1 comentario:
Cuánto has crecido Celeste, te felicito!!! Me gustó mucho como pensaste tu historia, las descripciones y metáforas que utilizaste me parecieron hermosas! A escribir se aprende escribiendo, habrás escuchado esta frase alguna vez, por eso no dejes de hacerlo porque de a poco todos vamos aprendiendo los secretos de narrar!!!
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