TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


Bitácora de cuentos: Lucrecia Bono

Una locura en medio de la lógica

Simón era de esos niños muy introvertidos. Tan introvertido que nadie sabía de él, más que su nombre; y lo supieron gracias a que ese día cuando lo dejaron en la puerta del convento, en la manta que lo envolvía, había un papel que en unas letras muy desfiguradas que revelaban el poco estudio de quien escribía, allí se dibujaba el nombre del pequeño.
Durante sus primeros años de vida, pasó inadvertido junto a las demás personas que allí se alojaban. Pero al comenzar su educación, sus celadores notaron que tenía grandes aptitudes para la lógica y la matemática; y todo esto concordaba con la frialdad que lo caracterizaba desde niño. Esa insensibilidad que todos suponían que era porque había sufrido el abandono por parte de sus familiares y que no dejaba que se abriera con las demás personas. Decidieron, entonces, buscar una familia con buena posición social y económica para que pudiera brindarle una educación más elevada de la que podían ofrecerle en el orfanato de aquel convento.
Con el paso de algún tiempo, encuentran a una familia que decide hacerse cargo de Simón. Ellos eran los Honorato, una casta de italianos bien tradicionalistas, conformada por los padres Julia y Roberto, su hija Paulina, y el abuelo Luis quien vivía con ellos, pero apartado de la realidad; decía todo tipo de cosas que nadie comprendía, pero que al final, siempre terminaban cumpliéndose. Estaba siempre encerrado porque nadie quería escucharlo ni hacerse cargo de él o de sus dichos; ahí, en el último cuarto del segundo piso de la casona con muchas puertas, al final del largo pasillo, en ese lugar se encontraba el viejo “con mirada de búho”, como todos lo llamaban. Explicaban que lo hacían porque el abuelo nunca dormía… se encontraba siempre expectante, vigilando todo, escuchando todo…
Pasaron varios meses, y como era de esperarse, Simón no se abría con la familia; Ni siquiera con doña Coca, la señora que limpiaba la casona de los Honorato y que además tenía mucha experiencia con los niños y jóvenes debido a que también limpiaba “el museo del Libertador”. Con los años, el muchacho fue perfeccionando sus conocimientos y todos supieron lo capaz que era para llevar adelante tanto empresas como emprendimientos. Pero también en ese paso de los años, Paulina se fue enamorando de él y sufría en silencio porque la persona que ella amaba, jamás le había dedicado una palabra, una sonrisa o siquiera una mirada cómplice. Todo tipo de señales le enviaba para que se diera cuenta que moría por un suspiro suyo; pero al joven parecía que nada le interesaba… nada más que la afición que tenía por los astros que en el cielo se encontraban. Sin embargo, esto se transformó en algo más que un simple pasatiempo… Descubrió una estrella tan brillante que en cada atardecer era la primera que llamaba su atención. Tan grande era su deslumbramiento por ella, que pasaba horas y horas hasta la madrugada, observándola, admirándola, deseándola. De día, era ese muchacho frío que todos conocían, pero de noche era un amante desenfrenado de algo más grande que él mismo; algo que no podía explicar cómo, pero que sentía que en su pecho no podía contener tanta locura, tanta pasión…
Con el pasar del tiempo, Simón no dejó de sentir esa obsesión por el astro que no lo dejaba dormir, ni siquiera dejaba que piense en otra cosa, situación o persona… pero comprendió que los años pasaban y él estaba solo; no contaba con nadie y no tenía quien confiara en él. Al mismo tiempo la sociedad y también la familia Honorato, presionaban para que contrajera matrimonio y formara una familia. Fue entonces, con la cabeza baja y el corazón apesadumbrado, que decidió comenzar a fijarse en las personas que a su alrededor se encontraban, pero juró que nunca nadie iba a ocupar el lugar que en su corazón tenía guardado el recuerdo de esa brillante estrella.
Y mientras, el amor de Paulina seguía intacto hacia aquel huérfano que había llegado a su hogar hacía ya veinte años. Los padres Honorato pensaban que no podía existir un mejor partido para su hija; aunque introvertido, contaba con mucha capacidad para llevar adelante una empresa y por lo tanto, una familia. Al abuelo “ojos de búho”, el muchacho no le caía nada bien, y mucho menos para contraer matrimonio con su única nieta, la única hija de esa familia. Siempre que lo cruzaba, le expresaba todas las barbaridades que se le cruzaban por la cabeza. Pero alegaba que iba a hacer infeliz a Paulina y a sus hijos; que no los merecía y que su destino era seguir por la vida solo, como siempre lo hizo.
A pesar de todo esto, siguieron adelante. Sin conocerse ni haber hablado alguna vez, los dos jóvenes formalizaron su compromiso con la meta de casarse ese mismo año, ya que el tiempo había pasado para ambos, y los años se hacían notar.
Luego de la ceremonia de matrimonio, los recién casados se fueron a vivir a la nueva casa que se ubicaba frente al hospital San Martín, y que la familia Honorato les obsequió como regalo de bodas. Pero nada cambió después de eso. Simón siguió encerrado en su mundo; de día, un excelente profesional dedicado a su trabajo y a mantener a su familia. De noche, un amante apasionado que dedicaba incansablemente sus horas a observar desde el balcón a su amada, la que parecía responderle cada vez con más brillo. Mientras tanto, Paulina lloraba en silencio el rechazo de su esposo, aunque se creía afortunada por tener a su lado a una persona como él y se sentía obligada a regalarle un hijo con el que quizás su marido pudiera cambiar y abrirse a ella. Tanto fue así, que a los pocos meses nació Tomás, un niño que recibía todo el amor por parte de su madre, y mucha indiferencia por parte de su padre, que no conocía otra cosa más que eso: desamor y abandono hacia un hijo.
El pequeño creció siendo el centro de atención de su madre y de sus abuelos pero ansiaba, a pesar de su edad, ese momento con su padre en que charlaran de las cuestiones que a los dos les interesaban, de las cosas de la vida, de la familia… pero todo fue en vano. Simón estaba enceguecido por el resplandor de esa estrella, su amante que por las noches lo llamaba a observarla desde su ventana y lo reclamaba solamente para ella. Tenía un no se qué, que lo atraía tanto... Una noche, se subió en la baranda del balcón de su habitación y estirando sus brazos, trató de alcanzarla, entrando en un trance tan profundo, que se olvidó de sí mismo. Su meta era obtenerla, e iba a lograrlo; estaba dispuesto a hacerlo. Y allí mismo se arrojó tratando de alcanzarla, pensando que su amor lo elevaría hasta ella. Pero en ese mismo instante en que caía al vacío y se daba cuenta de que su amor no era correspondido, su pequeño lo vio, brindándole todo su amor a esa desconocida que nunca había hecho nada por él. Decidió arrojarse tras su padre para poder sostenerlo y lograr que entrara en razón. Pero ninguno de los dos estaba en sus cabales. Uno tras otro cayeron en la inmensidad del tiempo y del espacio; y cuando se encontraron frente a frente, Simón sintió una necesidad imperiosa de abrazar a su niño, el que tantas veces vio reír, vio balbucear y estirar los brazos para recibir de su padre tan sólo una caricia… fue entonces cuando ambos unieron sus cuerpos en un abrazo interminable que no necesitó de ninguna clase de palabra para explicar lo que sentían.
Hubiera sido hermoso que esta historia continuara durante los años venideros en que Tomás se convertiría en un hombrecito y donde Simón lo guiara por el buen camino para convertirse en un hombre de bien. Pero tarde comprendió que debía brindarle a su familia todo lo que a él le había sido negado… y su amor por una amante tirana, le arrebató los años de felicidad que debía regalarse a sí mismo y compartirlos con esas personas que incondicionalmente estuvieron siempre a su lado.

1 comentario:

Euge dijo...

Lucre, tu cuento me gustó mucho! Tenés muy buena redacción y manejo de vocabulario; además desarrollaste el tema con mucha coherencia, utilizando las descripciones justas. Pero más allá de lo gramatical, la historia me atrapó y me hizo reflexionar acerca del destino que elige cada uno para cada uno.

Me pregunto: ¿las personas como Simón deberían quedarse solas?

Me parece que tu cuento nos hace reflexionar sobre el individualismo, el egoísmo y la indiferencia. Estamos muy ciegos y somos insensibles; debemos reaccionar ante quienes nos necesitan, ¿o nos vamos a quedar mirando con los brazos cruzados?

No sé si es tu mensaje Lucre, pero me parece, por tu forma de ser, que es así.