TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


Andrés Carricaburu

Martes 31

Restan seis minutos para un nuevo día, los ojos se me van cerrando…
El mundo ha conspirado hoy para que tomara esta decisión, ya no hay vuelta atrás. Que feo será morir así, solo, ebrio, sucio, pobre, sin nadie, en la más profunda soledad. Podría haber elegido un modo más sofisticado, pero en mi cabeza no entra nada, ni un pensamiento, ni una ocurrencia, es una bomba que esta noche va a explotar.
¿Me matará enseguida? ¿Cuán eficaz será este veneno? 128 pesos vale lo que me quitará la vida, me alcanzó con lo justo la plata, una señal para llevar adelante mi propósito. ¡Al diablo! -me dije- a esa farmacia que está allí, la abrieron a esta hora para mí, justo esa, la que atiende don Borges, amigo de mi viejo. Heredó de su abuelo este negocio y es bastante lengua corta, no hace preguntas, no pide receta, despacha lo que le pidan, sin vueltas, me venderá algo que me alcance, ojalá no sospeche que es para mí.

Eran las 23, caminé unas cuadras sin destino sabiendo que mi presente no podía ser peor y que no quería saber nada con mi futuro. Desperté de noche, en el hospital, sin el sobre, sin trabajo y sin mujer, decidido a perder lo me quedaba.

- ¿Estás bien Andrés? Sentate por favor…
- El tema es que quieren limpiar a los empleados de mayor antigüedad. No se quieren hacer cargo…
- ¿Qué me estás queriendo decir Nelson?, ¡largá…!
- Acá está tu sobre con lo que te corresponde…

Son las 9, llego tarde, nada me importa a esta altura del recién comenzado día, llego y me mandan a hablar con el todavía dueño. Cruzo a la cochera y mi auto se ha ido, en su lugar una carta de quien fue mi novia y compañera por quince años: 
“Decí chau Torino, Andrés, pronto dirás: chau casa”.

Todavía me retumba en los oídos aquellos gritos de Laura, histérica, furiosa, diciéndome que jamás en su vida desearía volver a verme, fue demasiado para ella enterarse del hijo que voy a tener con Susana, una de las prostitutas del barrio a la que nunca debí haber conocido. Suena el despertador a las 7, dormí poco, me levanto, pico algo y marcho a la oficina, como cualquier día.

Me llamo Andrés Carricaburu, vivo en Banfield, Buenos Aires, con mi madre, una jubilada viuda de 64 años. Aquí me encuentro, solo, en mi cuarto, acostado con un lápiz y un papel en las manos. Son ya las 4 de la mañana y mi mente está en blanco, no encuentro inspiración, la necesito sí o sí para lo que debo entregar mañana. ¿Escribir un cuento fantástico? pavada de actividad eligieron para cerrar el año mis profesoras del taller de comprensión de textos. Pero yo guardaba un as en la manga, después del desayuno tuve suerte de encontrarlo en el café de la esquina de Manuela Pedrasa y Cramer (a una cuadra de la cancha del taladro) y de ser amigo de un amigo de un tal Cortázar, si: Julio Cortázar. Recordé mientras dormía (¿o acaso uno piensa también mientras duerme?) que volvía, para estas fechas, al pago bandfileño para descansar y pasar las fiestas junto a algunos afectos que le quedaron en el barrio. No hablamos mucho porque estaba corto de tiempo. Le pedí una mano para escribir el cuento porque estaba en bolas y me la hizo corta:

- “Pibe, escribila oración a oración, del modo más prolijo y detallado que puedas, pero acordate que es un cuento, así que no te extiendas tanto en detalles y enfocate más en cómo vas a contar la historia que en la historia en sí. Una sugerencia: contala de atrás hacia adelante, si te animás…”
- “Muchas gracias, ha sido un placer verlo en persona, seguiré al pie de la letra los consejillos que usted acabe de brindarme” -esbocé con emoción, decidido a volver rápidamente a mi casa a empezar el cuento…
- “Ah! Y usalo a Borges de personaje, je” -me dijo levantando la voz mientras me marchaba.

Cuando dejé de pensar en proezas y amores imposibles se me ocurrió que yo bien podría, en algún momento de mi vida, sentir la ausencia de un Dios, de la fe y encontrarme desahuciado, desesperado, vencido, así fue que narré esta historia, en la que me sentí el protagonista.
Con el cuento ya terminado, sea cual sea mi nota final, puedo asegurarles que después de todo, no ha sido un día para nada malo…

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