TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


Sabrina Martínez

De mano en mano

Hacía 18 semanas que Rema había llegado a la estancia, el invierno había sido cruel y octubre los dejaba, imperceptible. En la capilla vecina, algunas jóvenes y familias que pasaban allí los fines de semana, se iban acomodando. Entre los sombreros de las señoras que competían por cuál era la más modesta y decorosa pudo ver, casi escondida, una chica. No la había visto antes en las primeras clases del catecismo improvisado, ni en los comedores. 
- “Aquella”- preguntó, señalando a la joven rubia, casi de su misma edad.
- “No señales que es de mala educación ¿Cuál? ¿quién, nena, quién? No sé, no veo. Silencio que no puedo escuchar”- dijo la señora Colussi sin sacar la vista del altar.
Luego de la misa, Rema fue por la biblioteca que, como siempre, estaba vacía, sacó 1984 y se dirigió a su habitación por el pasillo detrás de los baños. La señora Colussi lo había dispuesto así, subir las escaleras no era una opción para ella, tenía que cuidarse de hacer esfuerzo. Su puerta se abrió de pronto. La chica rubia entró corriendo. Rema alarmada sólo recibió, como explicación, una seña de que hiciera silencio. Se escucharon pasos acelerados por el pasillo. Riendo la joven fue directamente a esconderse debajo de la cama. 
- Señorita ¿qué hace despierta todavía? dijo la voz de la señora Colussi.
- Disculpe, me entretuve escribiendo una carta- mintió.
- No se demore, ya sabe los horarios. Ah, otra cosita, ¿usted escuchó algún ruido hace un momentito?
- No, no escuché nada. ¿Por qué?
- No es nada, buenas noches.
 Rema estaba acostumbrada a no tener privacidad pero esto la había tomado por sorpresa. Después de salir de su escondite la fugitiva se presentó: su nombre era Alina y se disculpó por su confusión. La verdad es que aquel cuartucho parecía en realidad un depósito. Rema seguía en su silencio habitual. Mirando tranquilamente cada rincón del cuarto, Alina se dirigió hacia un baúl y sin esperar oposición lo abrió encontrándose con un montón de libros: Las penas del joven Werther, La dama de las camelias, Martín Fierro… 
- Así que esto escondés- dijo Alina mirándola a los ojos.
Rema aferró sus manos a su pollera y se disculpó enseguida.
- ¡Perdón! Nunca hay nadie en la biblioteca, y unos libros menos, no se iban a enterar ¡Yo no robé, los iba a devolver, lo juro!
-¡Todos decimos eso! Pero…- fingió un tono solemne -Te creo. No voy a decir nada, esa gente no los necesita (va a ser nuestro secreto)- finalizó su sentencia riendo, le parecía muy divertido jugar con su inocencia.
-…además, yo los limpié, les saqué toda la tierra y les cosí las tapas.
-¿Por esto te pasás todos los días encerrada?
-Por eso y porque...- pero, en realidad, Alina no esperaba respuesta.
-Y ¿qué podría leer yo de todo esto?
-¡Oh! Seguro Romeo y Julieta. Además tiene pocas páginas ¡te va a gustar!- Afirmó Rema emocionada y sintiéndose otra vez segura en su habitación.
- ¡Gracias, che!-  y antes de irse se fijó que no hubiera nadie por el pasillo.
La tarde de ese lunes mientras estaba en la sala detrás del comedor principal aprendiendo el punto cadena se entretenía con una conversación. Algo sobre una mujer, soltera, una grasa que sabrá Dios cómo llegó a San Isidro. Esas eran algunas de las palabras que podía entender de los balbuceos de una vieja monja y de la exagerada indignación de la señora Colussi. Repentinamente  las  palmas de Rema empezaron a sudar, y sus manos a temblar, y sin querer romper su silencio, corrió al baño contiguo. ¡Ay! Esta chica. A ver, ya está, ya está, no pasa nada. Esas palabras lastimaron sus oídos, y sintió un fuerte dolor de cabeza.  Dejá eso. Andá a tu cuarto ¡No vayas por los ventanales que dan al jardín, ojo!
 Debería haberle hecho caso, pero se sentía tan mareada que quería llegar rápido y el mejor camino era ese. San Isidro era tan tranquilo después de los fines de semana familiares, que de seguro no se cruzaría con nadie. Sólo a Alina que venía hacia ella agitando un libro. Ahora sabía por qué dicen lo que dicen, todos quieren un amor como el de Romeo y Julieta, enorme, infinito. Sonriendo, todavía algo pálida, Rema la condujo hacia la biblioteca. Buscaba un libro pequeño que había leído hacía tiempo, estaba en el cajón de un escritorio, lejos de los demás. Allí estaba, “Sobre la eternidad” de Sabrina Martínez. Alina le agradeció, parecía conforme con la recomendación de su amiga. “Amiga” así lo escuchó Rema y esa palabra dio vueltas en su cabeza.
 Por la noche Rema pensó mucho, era mejor que atender a las náuseas, recordó el poco tiempo que tenía para leer antes de llegar a la estancia, cuidando a Nino, la casa, los pedidos de Luis, los caprichos de Nene, sacudió su cabeza. <> La lechuza, la lechuza hace ¡Sh!, hace ¡Sh!
Una tarde agradable,  cuando se vieron en su habitación Alina parecía nerviosa.
-Ahora entiendo- dijo-, su amor es eterno.
-¿Su amor? ¿Qué amor?
  -Romeo y Julieta, Werther y Lotte…
-Ah sí, son muy bellos, dan todo por su amor.
- No, sí ¿Ellos lo sabían? Los escritores, digo, sabían lo que dice Martínez en su libro.
- No, imposible, hay siglos de diferencia.
-¿Estás segura? No entiendo- y sin más palabras, se dirigió a la puerta.
-Te olvidás el libro nuevo ¡Esperá! A la señora Colussi no le gustan estos libros, por eso, tratá de que no lo vea.
-La razón de…- leyó desganada para sí misma y se fue sin contestación.
 Rema repasó cada una de sus palabras, creyó no haber dicho nada malo. Ese fin de semana, sin embargo, la culpa la visitaba más de lo normal, y Alina no apareció en la misa, ni por su cuarto. <> Estaba la blanca paloma sentada en un verde limón. Con el pico cortaba la rama, con la rama tocaba la flor.
Acomodando, otra vez, su baúl y ordenando los libros, buscaba alguno para Alina en forma de disculpa. Pensó en uno, pero no lo encontraba ahí. Era la hora de la siesta por lo que nadie andaría por los pasillos y mucho menos con el calor del amenazante verano. Cuando intentó abrir la puerta de la biblioteca se dio cuenta de que estaba cerrada con llave. << ¿Será? Yo no la cerré. ¿Se habrán dado cuenta? No puede ser>> En ese instante, sintió detrás de ella unos débiles pasos en el frío silencio del pasillo.
-¿Qué libro me vas a recomendar hoy?- dijo la voz familiar de Alina.
- Está adentro pero no podemos pasar, está cerrada.
- ¿¡Cerrado!? Seguro fue la gorda.
- ¿Le dijiste? 
- No, pero tiene un oído esa.
- Bueno, vamos a tener que esperar- dijo desanimándose, pero tranquila de estar hablando otra vez con ella.
- Yo no sé esperar.- Concluyó y Rema la siguió.
Sentía miedo, pero no como el que solía sentir antes, en casa o al ver su reflejo. Este era un miedo distinto, uno en el que era la protagonista de la aventura. Fuimos hasta la oficina de la Colussi. Ahí estaban todas las llaves de las habitaciones, no nos dio trabajo encontrarla en el tablero enumerado colgado en la pared. Era una mujer muy ordenada. Tomé la llave, casi como una venganza y se escucharon tres campanadas. Teníamos tiempo. Una vez dentro de la biblioteca, busqué entre los estantes más retirados, dentro de unas cajas. Allí estaba, era uno de los libros más nuevos que había, Bestiario de Julio Cortázar. Antes de venir acá escuché algo que Luis había dicho sobre Borges y Cortázar, pero hasta ahora no leí nada de esos autores. Alina protestaba por la extensión del libro. Pero, después de decirle que se trataba de cuentos, me pidió que le leyera uno. Y empecé a leer, casi sin pensarlo, Lejana:
12 de enero
         Anoche fue otra vez…
  Lo hiciste a propósito gritaba Alina y Rema intentaba convencerla que nunca había leído ese libro. En vano intentaba calmar el llanto de Alina, lloraba como un niño pequeño cuando se lastima, como cuando Nino se cayó en la escalera. Rema parecía escuchar la voz enfurecida de Nene aprovechando la situación “¡No podemos vivir más acá!”, “eso es lo que vos querés, que nos vayamos al campo, pero yo tengo trabajo” contestaba Luis. Odiaba ver a sus hermanos pelear. “Vos y tu trabajo ¿No ves que no hay lugar para nadie más?” y Rema volvió a sentir la mirada de Nene sobre su escote apenas incipiente, bajando hasta su vientre y volviendo a subir hasta su rostro, sentir su rechazo le dolía. 
    Las siguientes semanas se vio encerrada entre la Biblia y agujas, antojos y cerveza malta, sopas y vigilancia. Su estadía allí estaba por terminar, y no había rastros de Alina. En los últimos meses pensaba mucho en su sobrino, extrañaba ir a misa, su casa e irremediablemente volvía a luchar contra imágenes que se empecinaban en penetrar en su mente. Y empezó a odiar las puertas cerradas, los pasillos oscuros, los escarpines, su baúl, a Alina <>. 
En un febrero prematuro todo se había precipitado, ella aún no era del todo consciente. De a ratos desconocía el lugar, creyó tener escalofríos. Sintió que en ese cuartucho tres personas eran multitud. Como si pudiera verse desde arriba, se miraba en la cama roja y desecha en sudor, ella misma hubiese dicho que era producto de fiebre, la señora Colussi traía toallas, lienzos blancos y alcohol y la otra mujer allí se encargaba del resto. No tardó en ver cómo, en pocas horas, la habitación se llenó por completo.
Con el fresco de la noche, pudo imaginar que ya pronto vendría Luis a buscarla, con la nueva noticia de que se mudarían a una casona en Los Horneros, pensar en ello le daba un respiro, una esperanza entre tantas pérdidas y le ayudó a dormir. Sana sana colita de rana, si no sana hoy, sanará mañana.
Iría por fin a visitarlos. Ya había pasado un año de aquel febrero en que dejó la estancia y Luis permitió que la niña fuera a pasar el verano y acompañara a Nino. Durante la espera de la agradable visita, Rema dedicó tardes enteras a preparar su cuarto adornándolo con algunas muñecas y libros. Pasó días haciéndose la idea de cómo sería ahora. Pero cuando Isabel llegó, todas sus dudas desaparecieron. La vio acercarse tímidamente a ella, mientras Nene los miraba receloso desde el porche reteniendo al inquieto de Nino. La pequeña tenía el cabello rubio recogido prolijamente y Rema pudo ver en sus ojos traviesos algo que le maravilló, una picardía que conocía. ¿Para quién es ese regalito, para papá o mamá?
La tomó de su mano y a Nino de la otra, los llevó por toda la casa y le indicó cuál sería su habitación. Nino insistía con que tenía calor y que no quería salir afuera, y le pidió a su tía que les leyera algo e Isabel asintió con emoción. Enseguida subieron hasta su cuarto y Rema buscó en los estantes algún cuento para leerles. Entre los libros pudo ver que de uno sobresalía un papelito. Era Bestiario. Lo tomó.
 “La única forma de conseguir la eternidad, es muriendo” Gracias, ahora lo entiendo.
 Tu amiga.”
Rápidamente volvió a leer. Y otra vez. Eran palabras inconfundibles, lo recordaba bien: el epígrafe que abría el libro de Martínez. Bestiario fue arrancado de sus manos temblorosas por efecto de la gravedad. Miró a los niños que aún la esperaban y corrió en busca de Nene. Entró en su estudio y cuando lo vio estaba leyendo tan tranquilo y distante que la hizo poner aún más nerviosa. 
- Pero ¿qué  pasa? ¿por qué entrás así?- dijo irritado.
Ella se quedó mirándolo una eternidad. Arro rro mi niño. Con sus manos tamices golpeaba el pecho de Nene, como si él pudiera entender todo lo que ella sentía. Arro rro mi sol, duérmase pedazo de mi corazón. Que esas manos vacías podrían haber dado un abrazo eterno; una caricia casi de muerte y de vainillas con crema, las dos mejores cosas de la vida, para mí.

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