TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


Rocío Zabala

Libre de vos, pero no de mí

Eran las 23:22 y había salido un solo pedido a las 21:36, era extraño que un domingo tan cálido y con tanto tráfico, se moviera tan poco.
Estaba limpiando los vidrios de la ventana cuando a pocos minutos de las y media, frena un colectivo de dos pisos cuya empresa no era provincial. El chofer se dirige hacia mí y me consulta si tengo lugar para 48 personas y si es comida rápida, para no perder mucho tiempo. Inmediatamente fulminé sus ojos con recelo por la hora que era, pero le contesté que sí.
Estaba la arpía de mi jefa mirando por la puerta de la cocina, viendo qué le decía al señor. Entré rápidamente y le dije:
- Son 48, hay que armar las mesas.
Desesperada y contenta por la cantidad de gente, me ayudó.
Toda la noche yendo y viniendo, con un par de gaseosas en una mano y un par de cervezas en la otra. Se me partía la cabeza de solo escuchar cómo hablaban, gritaban y se reían todos juntos.
Finalmente, por dos minutos dejé de andar a las corridas, la gente agradeció la atención recibida y se marchó a las 00:15 para emprender rumbo a Bs. As.
Junté todo, limpié y levanté las sillas de afuera. Laura me dijo:
- Levantá todo y andá, Ro, yo lleno las heladeras y el martes cuando abramos por la mañana le hago pasar los pisos a Mili.
Me sorprendió, porque a veces es infumable y, para llevarme la contra, me hace quedar un rato más.
Saqué mi bici playera del patio, recordé que el asiento se me había roto el día anterior y se movía para arriba y para abajo apenas lo rozaba; los pedales tenían barro y las gomas estaban desinfladas. Eso hacía que mi camino fuera aún más pesado, sin embargo ya casi llegando al boulevard España, por doblar y adentrarme en la rotonda, saqué el celular para ver la hora y cuando apenas moví la vista, a mano derecha venía un auto a toda velocidad, casi a unos 10 metros, intentando clavar los frenos. Abrí mis ojos sin reacción alguna y me moví bruscamente para tirarme sobre el cordón y subirme a la vereda, pero ya lo tenía encima.

Mi cuerpo fue expulsado contra el monumento de las Islas Malvinas y me golpeé fuertemente la cabeza, hasta desmayarme. 
Al despertar, me encuentro en la misma posición en la que había quedado rendida en el momento del impacto, dolorida escucho las sirenas de la ambulancia, reacciono y me levanto. A unos 4 metros veo mi bicicleta toda rota y nadie en la calle.

Me dolía la cabeza y me salía sangre de la nariz, creo que una de mis costillas estaba fracturada, aun así no quise esperar y me marché.
13:25, pegué un salto y ya era tarde para ir a la universidad y tomar el colectivo. Así que decidí faltar...
Agarré mi celular, seguramente no le había avisado a Matías cuando llegué porque estaba cansada, pero no tenía señal, no andaba.

- ¡Mierda y más mierda! Qué manera de empezar el lunes –rezongué-.

Me tendí sobre el sillón por un momento y abrumada por todo lo que tenía que hacer para el día siguiente, decidí salir a caminar y tomar un poco de aire. Me puse los auriculares, bajé las escaleras y –extrañamente- en el complejo reinaba una paz infinita. Al parecer había llovido toda la mañana. Me dirigí por la Jujuy en contra mano, doblé en la EE.UU y a paso lento tomé la calle Salta, estaba a unas diez cuadras de la plaza central.
La gente, como siempre, distraída, fundida en sus pensamientos. Un perro manto negro que se encontraba en las vías, me ladraba sin parar.

- ¡Salí, perro tonto! -Y a los segundos se fue…

Llegando a la plaza, en un banquito cerca de la fuente de agua que está frente al Banco Nación, un niño de unos 3 años me sonríe y levanta su manito para saludar.
La situación me causa ternura, le devuelvo la sonrisa y lo saludo también.
Ya tendida en el banco, a los pocos minutos escucho apenas una voz ronca, me levanto y un hombre de unos 68-69 años, ojos color azul, cejas gruesas, pelo castaño oscuro, traje y de estatura adecuada, me pregunta si podía sentarse; amablemente le contesto que sí.
Fumaba un cigarrillo raro, de etiqueta azul, decía algo como: “gauloises”, no lo reconocí; era corto, ancho y no tenía filtro, tenía un olor fuerte y distintivo.

Bajé el volumen de la música, y puse un tema de jazz: “hello doly live”...

- ¡No puedo creerlo, es uno de mis temas favoritos! Dijo en un idioma medio francés
- ¿De verdad? –pregunté-.
- Así es, el jazz me ha cambiado la vida, incluso influyó mucho en mi escritura.
- ¿Usted escribe?
- Claro que sí, poemas y cuentos…
- Qué interesante, fíjese que tengo que escribir un cuento fantástico para el miércoles y la verdad no tengo idea de cómo hacerlo, por eso hoy no fui a clase, para ver qué se me podía ocurrir. Pero estoy perdida.
- “Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo”
- Muy metafórico para mí -le dije- y sonrió.
- Debo marcharme, niña, ya es tiempo. Espero que tengas éxito con tu cuento, no te quedes hasta tarde, o no llegarás a tiempo a tu cita.

Lo miré atónita.

- ¡Qué señor tan culto y extraño!

Me levanté, crucé la calle y me dirigí por la Gral. Paz, iba a pasar por la Expo Libro a ver si encontraba algo que me ayudara, cuando de repente veo cruzar a Nahir y a Paula en la moto, iban llorando…

- NAHIR, PAU… grité varias veces, pero no me escucharon.

Mi celular seguía sin funcionar, me quedé preocupada, entonces decidí irme para su departamento, ellas viven en la calle Jujuy al 1300 esquina Gral. Paz, a unas pocas cuadras de donde estaba yo. Cuando estoy casi llegando, las veo que iban caminando para el lado del boulevard Vélez Sarsfield; les volví a gritar, se dieron vuelta y siguieron… ¿Qué les pasa a estas? De seguro están enojadas porque no les contesté algún mensaje.
Corrí para alcanzarlas y les pregunte qué pasaba. 

- No puedo creerlo -dijo Nahir.
- ¿Qué cosa? –dije.
- ¿Matías está con la Mili? -Se dirigió a Pau.
- ¿Qué? ¿De verdad?
- “Sí”, vamos… -Respondió Pau.
- No, ¡no puede ser!
- Allá están -dice Nahir acelerando el paso y tironeando el brazo de Paula.
- ¿Qué hace Matías acá? viene en una semana… ¿Por qué lloran? No entiendo nada.

Cuando cruzamos el boulevard, nos dirigíamos a la sala de velatorio, había gente que conocía, amigos de mi mamá, vecinos de casa, mis amigas, mis hermanos y mi hermana abrazando a mi vieja.

De la puerta izquierda sale del baño Paula, llorando. La miré y ya no entendía nada. En medio del estado de shock, veo al hombre de la plaza parado en la puerta, lo miro y dice:

- Es hora, niña, debemos irnos, le dije que si se tardaba no llegaría a tiempo a su cita.


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