TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


VALENTINA BIAZZI

 ANUNCIOS IMPORTANTES

Abrí la librería a las 07:30 a.m como suelo hacerlo de lunes a viernes, maldije la cerradura de la antigua puerta de roble por lo mucho que cuesta abrirla. Mis manos ocupadas por el termo azul de café, mi libreta y mi bolsa de bizcochos para compartir con Bruna, no facilitaban el trabajo.

Bruna es la dueña de la librería más hermosa que conozco, nos conocimos hace tres años cuando entré a buscar el libro que me faltaba para completar mi colección de Harry Potter. Me contó sobre su esposo Antonio, un amante de la lectura, dueño de la librería, quien había fallecido hacía tan solo un mes. Ella, con 78 años, decidió continuar con el sueño de su esposo y llevar adelante la librería. Continuó diciéndome que se sentía perdida, que para ella sola era demasiado trabajo, por lo que me ofrecí a ayudarla sin ningún problema (vale aclarar que tener mi propia librería siempre fue mi sueño, trabajar allí sin dudas estaría cerca de cumplirlo). 

Adentro me esperaban siete cajas con el pedido que realicé la semana pasada para reponer el stock (el hecho de ordenar libro por libro en las estanterías me emociona demasiado). Pasé la mañana completa ordenando, limpiando estanterías y haciendo control de stock. Luego saqué de mi mochila mi almuerzo, y mientras comía advertí que Bruna no había llegado, pero al chequear nuestra pizarra de “Anuncios importantes” leí su nota en la que me avisaba que llegaría para el turno de la tarde. Hacíamos horario de corrido, desde las 08:00 hs. hasta las 19:00 hs. No era algo que me molestara, ya que amaba estar en la librería y me sentía como si estuviera en casa, pero al ser invierno y un día lluvioso, no había mucho movimiento de gente.

Decidí comenzar a leer uno de los libros nuevos que había acomodado en la estantería 28 esa mañana, para matar el tiempo. 

El título del libro me atrapó de inmediato: “Me esperas”. Comencé leyendo las primeras páginas y sin darme cuenta, luego de dos horas seguía sin poder sacarle los ojos de encima. 

Quedé profundamente enamorada de la historia, pero aún más del personaje principal cuyo nombre no se menciona en ningún momento. Se trataba de un joven alto y muy delgado, su cabello era castaño, sus ojos marrones, su cara pintada con alguna que otra peca acompañadas por una sonrisa hermosa; sus brazos tenían tatuajes muy delicados y era amante de la ciencia ficción, tanto como yo. Se sentía incomprendido y solo, tanto como yo. 

De repente el clima se puso furioso, el viento hacía que la lluvia chocara sólida contra los vidrios de la antigua puerta de roble, generando un corte de luz. Tuve que dejar mi lectura e ir por mi linterna al depósito, me costó encontrarla por la oscuridad, pero al hacerlo la dejé caer por el sonido de la campanilla de la puerta, eso significaba que alguien había ingresado. Estaba parado en la puerta junto a su paraguas verde, tal y como el libro lo describía.


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