TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


STEFANÍA HEREDIA

PUERTAS VAIVÉN 

Dijeron que este tratamiento es experimental, en julio entré en remisión. Como cada  mes estoy aquí postrado en esta cama en la misma habitación, solo cambian los números en la puerta pero la habitación siempre es la misma. Al ingresar se encuentra la antesala donde, todo aquel ajeno a mí, debe dejar sus pertenencias y realizar el protocolo de higienización y desinfección para poder ingresar. Después de las puertas vaivén blancas, esta mi habitación. La cama, al principio era cómoda,  ahora ya me da lo mismo. Los aparatos se encuentran a mi izquierda, y a mi derecha la mesa de luz con las pastillas junto a la botella de agua.  A unos pasos, está el sofá cama, parece un diván de psicólogo,   donde duerme ella,  cada movimiento allí es ruidoso, de todas formas ella duerme conmigo.  Las ventanas grandes y reciben mucha luz natural, aunque los barrotes (o y las gruesas cortinas) oscurecen el interior, recordándome que esto es un aislamiento. Una vez mi vieja encontró una pluma, todavía no sabemos cómo llegó aquí, cree que un ángel vino a visitarme, para mí entró por un pequeño respiradero que hay. Entresueño  a lo lejos escucho el llanto de un bebé, que raro por este sector y en esta época, me acuerdo de mi hijo Camilo y me pregunto qué estará haciendo, dos días sin verlo es una eternidad. El miorrelajante está haciendo su efecto. Las puertas vaivén tienen un sonido muy particular que cuándo se abren parecen avisar que alguien viene. Como yo estoy de espalda me quiso abrazar por detrás para sorprenderme pero la panza al tocar mi espalda primero la delató. Giro para verla, le doy un beso y puedo observar su expresión en el rostro, es hora. La doctora de la guardia nos dijo que son contracciones pero no las suficientes para ingresarla en una habitación. Para calmar la tensión decidimos dar una vuelta por la plaza del centro, hoy están los artesanos. En el paseo sobran las palabras.  Los dos tomados de la mano, llevo el bolso  colgando, y ella toca el vientre, mientras tomamos conciencia de que éste será el último paseo de dos, la próxima vez Camilo estará presente. Ya en casa, sólo nos queda esperar. Para calmar los nervios juego en la computadora, de reojo observo lo que ella hace. Parece tranquila y segura, aunque  acomoda lo acomodado, barre lo que ya está limpio, repasa una y otra vez para cuando regrese; charlamos mientras tanto de cómo esperamos que salga todo, sólo nosotros dos, después del parto le avisamos a la familia. Con las contracciones más seguidas pero sin titubear me dice “- mi amor, ¿por qué no intentas dormir un rato?, uno de los dos debe estar bien descansado para después”. Sin más, le doy un beso y hablo directo a la panza “- pórtate bien, no la hagas renegar mucho a mamá”. Desde lejos sigo escuchando los movimientos que hace, ahora la percibo un poco más nerviosa.  Cierro mis ojos e intento descansar, a lo lejos escucho el llanto de un bebé, qué raro pensé, serán las ansías que nazca. Estoy cansado  de estar acá me quiero ir a casa, ya me agota psicológicamente tener que volver. Tengo  todo listo para el arreglo de la pileta, pero capaz que necesite un poco de ayuda, todavía no tengo fuerzas. Me preocupa mi viejo que duerme en la camioneta desde que llegamos y con las hernias que tiene en la espalda sé que no le hacen bien, pero el viejo es porfiado. Con el oxígeno puedo respirar un poco mejor, me calma la molestia en el pulmón, trato de disimularlo pero ella se da cuenta, está en todo y me conoce demasiado. Ahora están mis viejos y ella, me cuentan que en un rato llegan mis hermanas a verme. Me colocan de nuevo el miorrelajante me siento incomodo, la molestia en el pulmón es cada vez mayor y tengo toda la piel brotada por el sarpullido y las úlceras en la boca, mis energías están limitadas pero a pesar de eso me siento bien. Intento apagar mi mente, pero es mi cuerpo lo que se ha adormecido.  Escucho todo lo que pasa alrededor, noto la puerta vaivén, personas que entran y salen, pierdo la noción del tiempo. En un momento escucho la voz de mi hermana, la del medio, me anclo en su voz tranquila y serena para aferrarme a la cercanía en el espacio que me rodea. Me habla de seguir luchando, de qué no pierda la fe ni la fuerza. Mi cabeza se va de nuevo con la puerta vaivén. Ahora percibo la voz de la más grande pero hay algo raro, ella no sabe disimular. Hago todo lo posible para que mi cuerpo me responda y tenga un dejo de reacción, intento con todas mis fuerzas emitir un sonido, realizar algún movimiento, pero sólo consigo que ellas se asusten y traten de tranquilizarme. Llega la enfermera y me duerme otra vez. Toda la noche en vela, ella estuvo haciendo trabajo de parto sin saberlo, la doctora está asombrada, ella está lista desde hace toda una vida, parece. Traspasan las puertas vaivén para llevarla a la sala de parto y yo me preparo para ingresar. Me encuentro entre el limbo del sueño y la vigilia, estoy desorientado y pierdo la noción del tiempo.  Mi cuerpo ya no responde. Retengo la imagen en algún momento de querer sacarme los cables y el oxígeno, ella desespera por contenerme. En la habitación se encuentra  ella, escucho que de las puertas vaivén ingresan mis padres, sólo estamos nosotros cuatro. De un momento para otro siento un sacudón y mi cuerpo se descontrola, como si no fuera mío. Ya no puedo respirar, el aire no me alcanza, siento que me asfixio y comienzo a convulsionar, escucho a mi madre llamar a los gritos a las doctoras y enfermeras que llegan corriendo a contener el ataque, intento pero ya no puedo, es más fuerte que mi voluntad. La escucho llorar “- no llorés mi amor,  estoy acá”. Se escucha el llanto del bebé.  

 

No hay comentarios: