TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


CAROLINA LLORENTE

DIARIO DE UN ENIGMA

Papá no llega, papá está atrasado. No sé qué habrá pasado con él.

Hoy es sábado, suele llegar a casa temprano. Y ya son las 23:05. Mi padre discutió fuertemente con mamá, ¿será por eso que no llega?, estoy preocupada, mi hermana Lilia llora por los rincones de la casa, ella siempre tan exagerada. Es entendible, tiene 9 años.

Se acercan las 00:00, entra por la puerta de atrás, qué raro. Mi hermanita y yo corremos a su encuentro, pero mamá lo ataca y comienza a hacerle una lluvia de interrogatorios. Sin esperar respuesta lo manda a ducharse y a dormir.

Llegó el lunes, mis padres salen juntos a sus respectivos trabajos. Mamá es odontóloga, y papá trabaja en la unidad de terapias intensivas.

Siendo las 12:10 salimos de casa para llegar temprano, Lilia a la escuela primaria y yo al curso de admisión de la universidad. Mis padres vuelven a las 14, supongo que cuando lleguemos nosotras, ellos se hayan arreglado.

Dos semanas después todo seguía igual. Mis padres ni siquiera se cruzaban. Papá dormía en el sofá del living. Mamá, como siempre, hacía de cuenta que papá ni estaba.

Lilia se acerca a papá y le pregunta, ¿cómo estás papá? ¿Necesitás algo? Lo hace bastante seguido, se percata de que mamá ya ni la comida le hace. Yo me acerqué a papá por la tarde del sábado. Papá me dijo que debía hablar conmigo, que con mamá era imposible. Pero me juraba que no era nada de lo que pensaba mamá. Ella piensa que salgo de rumba, con mujeres, alcohol y juegos, pero no es así. Así me decía con sus ojos vidriosos.

Luisa se acerca al sofá y nos grita a ambos, que por qué estamos tan sospechosos. Que por qué mi hija mayor lo apoya en los errores a su padre. Y mamá grita sola. Papá baja la cabeza y le caen lágrimas por su rostro.

Al ver esto no pude contenerme, abracé a papá como si supiera algo. No sé, lo presentía.

Hoy es 14 de octubre, han pasado varios meses de todo aquel barullo.

Papá llega de trabajar. Por lo menos eso pensábamos nosotras. Pero no, llegó de su cita con el médico.

Me mira y mira a mi hermanita, mamá aún no ha llegado. Hijas debo contarles algo, que es lo que me tiene así desde aquel día que discutí con su madre y ya no lo puedo ocultar más. Necesito comenzar a vivir un poco más tranquilo y dejar de sufrir tanto por los comentarios de mamá.

Hace unos meses me dijeron que tengo cáncer terminal, tomaba pastillas, pero ya está muy avanzado, y me quedan solo cuatro meses por vivir. No he dicho nada, porque no quería asustarlas, y sé que tú, mi pequeña Lilia, entiendes muy poco de esto. Pero ya entenderás mejor.

Papá nos abrazó y lloramos los tres juntos.

Unos cuarenta minutos después, llegó mamá. Me vio a mí preparando la comida, papá limpiando y Lilia poniendo la mesa.

Mamá se sorprendió. Nos miró a los tres con ojos llorosos y nos preguntó qué había hecho ahora mi padre.

Yo me acerqué, le hice una seña de silencio, la invité a que se sentara a la mesa.

Mamá, ahora que estamos tranquilos todos, debo decirte lo que está ocurriendo con el papi. Él no está engañándote como piensas, no está en juegos ni alcohol, ¡no, estás equivocada! Papá está enfermo y necesita de nosotras. Que estemos para él. Está sensible, no se atreve a mirarte, así como lo ves sentado aquí, no le sale contarlo.

Papá se desplomó en la mesa, mamá lloraba sin parar, Lilia la abrazaba. Yo percatada de que en algún momento iba a tener que actuar, llamé a la ambulancia, estaba asustada, con miedo y al mismo tiempo estaba tranquila. Los médicos llegaron, lograron estabilizarlo en casa, lo tuvieron que trasladar igual por su cáncer.

Al llegar al hospital, veía a través de la ventana de una habitación a la cual llevaron a papá cómo le daban unos choques eléctricos, no entendía qué pasaba, veía los médicos correr de un lado para el otro, hasta que en un momento vi un médico alto y canoso que miraba su reloj y daba indicaciones como que.. Sí, había fallecido. Papá nos dejó.

Mamá se retira del hospital antes de que el médico salga a darnos la noticia. Está rara. El Doctor Posso se acercó a mí, me dijo: El cáncer de tu padre sí es terminal, pero aún no le había llegado a todos los órganos, no murió de cáncer. Hace unos meses atrás le habíamos hecho una ecografía abdominal, para ver sus órganos, y nos extrañó mucho, el cáncer estaba pero también nos encontramos con un cambio drástico en uno de sus riñones, se veía esponjoso, eso era lo extraño.

Lo llevaron a hacer una biopsia para ver cómo estaba realmente el cuerpo de papá.

Al día siguiente me llaman sin previo aviso y me piden que por favor me llegue, le avisé a mamá y no quería ir, no sé qué le pasa, está muy a la defensiva. Llevé a mi hermanita menor a la escuela y fui a la cita con el doctor que le realizó el estudio a mi padre.

-Mire señorita, su padre sí tenía cáncer terminal, pero no solo por ese motivo falleció.

Yo no entendía nada, si bien el doctor me había explicado de su experiencia al ver la ecografía, yo estaba segura de que papá sufría solo por el cáncer.

-Ve eso blanco ahí, que se ve, ese es un riñón. Su padre ha estado tomando algo para terminar con su vida, eso es líquido de una pastilla que se disuelve fácilmente. La ha estado tomando por mucho tiempo.

Me puse a pensar, era imposible que mi padre pensara en un suicidio, él quería vivir de la mejor manera. Jamás pensaría en quitarse la vida. Mamá últimamente estaba rara, tenía actitudes feas con papá.


 

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