Dublin
Estoy sentada
muy tímidamente en una esquina mirando como todos se comportan. Con
guitarras, cantos, fotos, alcohol y algún que otro extraño cigarro la fiesta
sigue en la casa de mis amigas. Mientras canto cada rock que suena, mis ojos no
se apartan de él. Observo cómo toca la guitarra, cómo sus manos se mueven, cómo
su voz suena y también su concentración en lo que hace.
Ese parecido
que tiene con aquel baterista que me encanta me desconcierta mucho, no puedo
sacarle los ojos de encima pero trato de no mirar tanto y corro la mirada para
donde se encuentra mi amigo que también está tocando la guitarra, para no
levantar sospechas.
La noche comenzó cuando me encontré con mis amigas, en
el bar de siempre, aquel sobre la calle 9 de julio. Nos juntamos todos los
sábados durante el año, pero en vacaciones uno que otro viernes también. Y este
es un viernes de esos. No había nada que hiciera pensar que algo diferente podía suceder. Todo
tipo de excusa era perfecta para un trago más. Nada fuera de lo normal, las
risas y charlas a gritos con la música de fondo demostraban que la noche era
como cualquier otra.
Las chicas fueron a buscar otra cerveza pero yo ya no
quería más, o tal vez, sólo quería descansar un rato; de todas maneras todavía
mi vaso no estaba vacío. Me quedé en la mesa con el vaso en la mano mirando los
letreros de la pared, mientras pensaba en
volver a mi casa porque la noche ya no prometía más. Cuando de repente alguien
se sentó enfrente. Hablaba como si me conociera desde siempre y sólo pude
mirarlo. Pensé en la posibilidad de conocerlo de algún otro lado pero no
recordaba haberlo visto en mi vida. Me llevó un momento darme cuenta que no me
hablaba a mí, sino a mis amigas y que no venía solo sino con otras personas que
yo sí conocía.
Desde ese momento no pude decir
más nada. Me quedé observando cómo todos charlaban y más que nada lo miraba a
él, concentrado en las charlas y riendo, cómplice de todo. Los vasos circulaban
de la barra a la mesa, como si esa noche en el bar hubiera habido canilla
libre. De ese modo, la noche de viernes con amigas recomenzó con los de siempre
y uno más.
Cada
gesto al hablar me llamaba la atención y seguía preguntándome quién era, y no
lograba saber su nombre.
De pronto, Ya era hora de que el bar cerrara y yo
seguía mirando a todos. Me dedicaba a rechazar cada trago que me ofrecían
porque simplemente quería averiguar si todo era producto de una alucinación por
el alcohol o estaba sucediendo. Cuando los escuché decir que querían seguir con
un after en otro lugar, dije que sí sin dudarlo y me fui con ellos.
Cada copa de alcohol que tomo me suelta más, pero
prefiero, disimuladamente, mantenerme a una distancia prudente de ese extraño.
Aun así, siento que comienza a hacer el alcohol efecto en mí, lo necesario para
que me anime a sentarme al lado de él. Tomo coraje, me apoyo en mis brazos
sobre la mesa y lo miro. Con una voz tímida muy por lo bajo le digo lo único
que se me viene a la cabeza para empezar la conversación.
-Te pareces a
un chico-
Me mira con sus
ojos marrones y sonriendo me responde
-¡Menos mal!-
Siento ganas de desaparecer, porque no era lo que
quería decir. Me pongo toda roja y sólo puedo mirar para otro lado. Ya no
quiero decirle más nada. Esta es una de esas situaciones donde se desea que la
tierra te trague.
Estoy
pasando este momento de incomodidad pero todo sigue como si nunca le hubiera
hablado, como si nunca hubiera tomado coraje para acercarme
a él, a pesar de morir de la vergüenza. Siento que ya no tengo nada más que
hacer en este lugar, ya cumplí con mi meta, la que me puse en el bar cuando lo
vi por primera vez. Sólo me queda agarrar mis cosas.
Me despido y me marcho.
Estoy volviendo a mi casa y pienso en la situación, me
siento boba por las únicas palabras inservibles que le dije, que no me llevaron
a ningún lado, sólo hicieron que me sintiera más
incómoda. Pienso en cómo lograr volver a tener contacto con él.
Prendo la computadora, podría buscarlo por internet,
pero antes tengo que saber su bendito nombre, le escribo un mensaje a mi amigo
que se encontraba en la reunión tocando la guitarra junto a él, que
probablemente lo conocía…
-Martin, ¿Cuál es el nombre del chico que estaba tocando la guitarra con vos?- le pregunto
convencida y segura de lo que estaba haciendo.
-Nena, no había nadie más tocando la guitarra, sólo
era yo- me responde.
3 comentarios:
Hola Ili! Tu cuento me gusto mucho y lograste que yo, como lectora, me creyera que todo aquello que veías y sentías. El cuento me parece que esta muy bien logrado, aunque hay algunas oraciones en las que hay palabras que, para mi, sobran. En todo caso te felicito por el resultado final. Abrazo
Tía Ili, te identifiqué con la protagonista jaja. Sobre todo por las primeras líneas, donde dice que observa todo! Me gustó mucho la historia y el final es muy logrado. Amé el "te pareces a un chico" jaja es un cuento fantástico con un buen toque de comicidad. Felicitaciones, tío Franco.
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