TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


Carolina González

El proyecto

El reloj marca las 00:15. Con Pedro quedamos en que llegaría en quince minutos para seguir el proyecto “Argentina Habla”. Hoy se cumple un año desde que lo comenzamos. Ya preparé su postre favorito, lemon pie, y compré un Casa Boher para brindar y acompañar la velada. Me dirijo hacia la sala, donde se encuentra el escritorio, y poso mi mirada en mi biblioteca. Recorro las tapas con la punta de mis dedos y los acaricio. Esas distracciones que cuestan tiempo y que llenan el alma.
Advierto que ya pasaron diez minutos. Vuelvo a transitar, con la mirada,  la habitación y, al distinguir la calidez y elegancia en su punto máximo, me zambullo en el sillón y prendo el televisor. Mis nervios van seminando un notable malestar. De a poco el murmullo de los programas me va fastidiando y los sonidos de los autos allá abajo retumban en mi cabeza. Intento levantarme en busca del control pero el dolor aumenta y me mareo. No entiendo qué pasa y cierro fuertemente los ojos. Escucho bocinas y mucha gente hablando. Mi cabeza retumba y el dolor no para de crecer minuto a minuto. Reconozco una voz. Balbucea algo y un escalofrío logra besar mí alma, inundando sorpresivamente de paz: “te quiero”, oigo nítidamente. Abro los ojos y veo casas. Casas altas, bajas, blancas, amarillas, marrones. Reconozco el auto donde estoy sentada. Es el auto de Pedro. Pero, ¿dónde estamos?
Vuelvo a marearme intentando girar la cabeza y mirarlo, de pronto me desespera mi situación. De nuevo, de forma natural, cierro los ojos con todas mis fuerzas esperando un poco de sanación. Y aquí estoy. La tele prendida y yo en el sillón.
Pedro aún no llega, el tránsito debe estar retrasándolo, pienso. Mi ansiedad aumenta y comienzo a morderme las uñas. Insisto en llamarlo, pero es en vano, él no contesta el teléfono.
El reloj marca las 00:50. ¿Dónde estás Pedro? Se supone que estaríamos juntos en casa. Algo anda mal. Mi dolor de cabeza es tremendo, siento como si fuera a estallar. Vuelvo a marearme.
Me acerco a la silla y voy sentándome poco a poco mientras me sostengo en el escritorio. El dolor me hace llorar, y todo empeora.
Hago fuerza para abrir los ojos, y al hacerlo vuelvo a ver el auto de Pedro. Estamos parados frente al semáforo. Puedo ver cómo la gente se desprende desde una vereda a otra atravesando la calle.  Hay un sinfín de individuos que distingo por sus ropas, sus cortes de pelo, sus alturas, la compañía a su lado, sus rostros. Todos llaman mi atención. Una señora grande cruza de la mano con un nene. Parece ser su abuela. Su sonrisa muestra paletas blancas y amor de punta a punta. Pedro me dice algo de unas vacaciones juntos. Consiguió una habitación para dos en Cuba para cuando presentemos el libro. Una puntada me distrae de lo que dice. Pedro, por favor,   ¡Ayudame! ¡Pedro! 
Exaltada me levanto del sillón. Mi cabeza da vueltas. Yo sólo quería festejar nuestro año en el proyecto y en la vida.
Como puedo voy hacia la cocina. Algo me empuja y caigo, lentamente, sobre el capó del auto.

Siento mucho dolor. Tengo un vidrio muy grande dentro de mi pierna, y me sangra la frente. Dentro del auto está Pedro. Tiene sangre y parece dormido sobre el volante. Logro levantar un poco mi cabeza y veo otro auto. Está pegado al nuestro y los dos abollados. No puedo mover mi cuerpo y duele. Mi cabeza de a poco se va apoyando, de nuevo, sobre el capó. Desvaneciéndome en el sillón. 

1 comentario:

Camila Neira dijo...

Caro, muy lindo tu cuento. Muy buena la idea de jugar con el tiempo, me resultó atrapante y muy interesante, a medida que iba leyendo imaginaba cada momento. Muy lindo e intenso, me encantó.
Abrazos