TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA

Este blogfolio nació en 2008 para convocar la palabra escrita de las y los alumnos del TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA de primer año del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María, provincia de Córdoba, Argentina.

Trabajamos intensamente en clases presenciales articuladas con un aula virtual que denominamos, siguiendo a Galeano, Mar de fueguitos.

Allí nos encontramos a lo largo del año para compartir los procesos de lectura y de escritura de ficción. Como en toda cocina, hay rumores, aromas, sabores, texturas diferentes, gente que va y viene, prueba, decanta, da a probar a otro, pregunta, sazona, adoba, se deleita. Al final, se sirve la mesa.

Como cada año, publicamos los cuentos que cada estudiante escribió como actividad de cierre del taller para compartir con quien quiera leernos y darnos su parecer. Hemos trabajado explorando el género narrativo, buceando en las múltiples dimensiones de la palabra. Para ello, la literatura será siempre ese espacio abierto que invita a ser transitado.

Hemos ido incorporando, además y entre otras muchas experiencias de escritura creativa, el concepto de intervención performativa sobre textos y de patchwriting.

El equipo de cátedra está conformado por Jesica Mariotta, Natalia Mana y Mauro Guzmán, quienes le ponen intensidad amorosa al trabajo del día a día, construyendo un hermoso vínculo con las y los estudiantes.

Beatriz Vottero - coordinadora


AMELIA por Victoria Giraudo

La casa estaba en penumbras y sólo entraba un haz de luz desde un pequeño ventanal que daba al jardín. Los muebles, de un roble macizo, estaban impregnados de un polvo denso que apenas permitía distinguir la separación de los cajones. Los sillones de color pastel estaban cubiertos de grandes telas oscuras al igual que la mesa y las sillas. Las ventanas, cubiertas de cartones, dejaban ver grandes telas de araña al igual que la araña de cristal ubicada en el centro de la sala, que ya había adquirido un color marrón a causa de la tierra.

El paso del tiempo había dejado sus huellas y esto pensó Amelia cuando ingresó a la casa. Amelia era nieta de los difuntos y tras cumplir los dieciocho años se le informó que sus abuelos la habían dejado como la única heredera de aquella vivienda. Sus padres estaban separados y vivían en ciudades distintas, y ella estaba viviendo hasta hace apenas unos días atrás como pupila en un colegio de la zona. Pero se acababa de recibir y estaba saliendo del colegio cuando su tutora la llamó y le dio la carta con la noticia.

Al entrar a la casa tuvo sentimientos encontrados. Sintió felicidad por tener una casa, una casa para ella sola, pero tristeza por tener a sus padres lejos y estar sola en la vida. Su madre la había tenido siendo muy joven y al no poder mantenerla, la entregó a un orfanato que al cumplir la niña cinco años, la derivó al colegio en el cual vivió como pupila hasta cumplir los dieciocho. Su padre, quien también era muy joven, tuvo que dejarla cuando se mudó con su familia a otra zona a causa de cuestiones laborales.

Amelia no tenía prácticamente recuerdos de ellos ni de sus abuelos, pero pensó que era momento de seguir adelante. Estudiaría una carrera o conseguiría un trabajo, haría amistad con sus nuevos vecinos y más adelante tal vez se casaría y tendría hijos. Pero acababa de llegar y ya habría tiempo para pensar en todo eso. Siguió recorriendo la casa, la cocina le pareció igualmente tétrica, lo mismo que el baño. Subió las escaleras y encontró dos habitaciones, en una había una cama matrimonial, un espejo y un ropero. En la otra había un taburete, cuadros en las paredes, retratos. Pensó que quizás sus abuelos eran pintores o que era un hobbie que tenían.

Todas las pinturas estaban cubiertas de un plástico duro, que las protegía de la suciedad. Tendría que hacer un gran trabajo de limpieza y de decoración. Probablemente la tarea le llevaría varios días o incluso semanas para poder dejar la casa en condiciones.

En aquella época era invierno, y casi sin darse cuenta, había caído la noche. Recorrer cada habitación le había llevado bastante tiempo, puesto que quiso observar con detalle cada rincón de la vivienda. De pronto sintió sueño. Aquel día le había parecido demasiado extenso. Se dirigió al dormitorio. El cubrecama estaba cubierto de polvo, pero al levantarlo, vio que la sábana estaba en buenas condiciones. Se durmió casi instantáneamente.

El día siguiente amaneció lloviendo. Miró su reloj y eran casi las doce del mediodía. De pronto recordó que en la carta, le habían informado que aparte de la vivienda, había heredado una pequeña suma de dinero para poder remodelar la casa y que debía retirarla en una oficina, cuya dirección estaba consignada en el escrito. A pesar de que llovía imperiosamente, decidió ir al lugar para poder esa misma tarde comprar todos los elementos de limpieza que necesitaba. La oficina quedaba bastante lejos de allí y como llovía decidió tomar un taxi. El trámite duró casi cuarenta y cinco minutos, y al salir, al observar que había dejado de llover, decidió volver caminando.

El día anterior no había tenido posibilidad de conocer su nuevo barrio, por lo que comenzó a observar todo a su alrededor. El barrio parecía excesivamente tranquilo, no había grandes edificaciones y la mayoría de las casas conservaban sus antiguas fachadas. Los pocos comercios estaban cerrando y pudo llegar con lo justo al local de limpieza y al almacén para comprar lo que necesitaba. Hizo dos cuadras más y llegó a su casa. Ya eran casi las dos de la tarde por lo que almorzó y comenzó prontamente con las tareas de limpieza. Empezó por barrer toda la casa y pasar el piso. Luego quitó los cartones de las ventanas y limpió los vidrios; sacó las telas de araña, y quitó las telas que protegían los sillones y demás muebles. Limpió la cocina y el baño. Luego subió las escaleras y comenzó a limpiar la habitación, quitó el cubrecama, y limpió el espejo. Abrió el ropero, vio que aún había ropa colgada. Eran vestidos y trajes, la ropa de sus abuelos, pensó. Pero no quiso tocarlos. A continuación se dirigió a la habitación de pintura. Hizo lo mismo que en las otras piezas. Vio los retratos colgados. Decidió quitarles el plástico que los cubría. Las pinturas estaban en buenas condiciones a pesar del paso del tiempo. Eran retratos de diferentes épocas. En todos había una persona, con su nombre y fecha de nacimiento y defunción escritos en bronce. Sintió escalofríos. Esas personas eran sus antepasados y ahora le parecía que todos la miraban a ella de manera inquisitiva. Estaban todos pintados de perfil, vestidos de gala y con grandes peinados. De pronto la luz comenzó a tener intermitencias. Amelia se estaba asustando, decidió apagar la lámpara y salir de la habitación, poniéndole llave tras su paso. Al igual que el día anterior, ya había caído la noche, pero esta vez además había tormenta, por lo que decidió llevar una vela que había comprado, por si se cortaba la luz. Se dirigió a su dormitorio, a través de la ventana veía los relámpagos. Se quedó dormida. Alrededor de las dos de la mañana se despertó bruscamente. Le pareció escuchar que alguien había abierto la puerta principal.

Un gran miedo recorrió todo su cuerpo. No sabía qué hacer. Si era un hombre, le ganaría en fuerza si tuviera que defenderse y si era una mujer tal vez estaría armada. Tomó fuerzas y bajó las escaleras. En ese instante se cortó la luz por lo que apenas ingresaba la claridad de los relámpagos por los ventanales.

Pero no había nada, sólo una ventana que se había abierto a causa del viento. Suspiró.

Se dirigió nuevamente al dormitorio, pero ya no podía dormirse, sintió nuevamente el ruido de la puerta, pero esta vez, más cerca de ella. Se dio cuenta que provenía de la habitación de pintura. Otra vez estaba frente al mismo dilema, quedarse allí o ir a ver si había algo. Decidió ir. La puerta estaba entreabierta, a pesar de que ella le había puesto llave. Era evidente, había ingresado un intruso. Abrió la puerta de manera brusca y encendió la luz. Pero nuevamente no había nadie. Miró los retratos. Estaban todos sus antepasados de frente, y la miraban de manera burlona. Se frotó los ojos. Estaba segura de que los retratos estaban pintados de perfil. ¿Qué era todo eso?, ¿Era fruto de no haber prestado atención a los retratos, debido a su imaginación, o al miedo que le provocaba estar viviendo sola en aquella casa? Las noches siguientes transcurrieron igual.

Sentía ruidos, voces, pero no había nadie. Creyó estar volviéndose loca. Por lo que un día agarró las pinturas y las prendió fuego en el patio. Vio como sus antepasados se convertían en cenizas y una lágrima corrió por su mejilla.

Todo aquello le había parecido excesivo y sintió que tal vez había ido demasiado lejos al quemar las pinturas. Qué pensarían sus abuelos si presenciaran aquella situación, que decepcionados estarían.

Esa noche caía nuevamente lluvia, y cada choque del viento contra la ventana, le traía recuerdos de los días anteriores. Sintió frío y espanto al comenzar a oír nuevamente ruidos. Vio cómo se prendía la luz de la habitación contigua. Por primera vez sintió realmente miedo. Pero ya estaba harta de todo aquello. Fue a la habitación y lo que vio la paralizó totalmente. Le parecía verse a ella misma empalidecer, las piernas nunca le habían temblado de ese modo, y su mirada nunca había mostrado tanto espanto. Vio a sus antepasados, de carne y hueso frente a ella. Uno al lado del otro, la miraban con odio. ¿Por qué Amelia?, ¿Por qué?, gritaban todos al unísono. Sus ojos desprendían fuego, el mismo fuego que ella había provocado al quemar las pinturas. Todo a su alrededor giraba, ¿Eran ellos que estaban a su lado, o ella que estaba a punto de desvanecerse? Ya en el piso comenzó a percibir el humo y vio una llama que se propagaba. Intentó levantarse, pero las piernas no le respondían, intentó gritar, pero no le salía la voz. Solo escuchaba el eco de risas rencorosas, cargadas de odio.

Varios años después remataron la casa. La nueva familia que la habitó, la encontró del mismo modo que Amelia la había visto varios años antes. Pero en la habitación de las pinturas había un único cuadro. Eran personas mayores junto a una chica de unos dieciocho años, era evidentemente el retrato de una familia. Se los veía felices y la nueva dueña decidió colgar el cuadro en la parte central de la sala. Pero nunca imaginó lo que vivirían esa noche.

4 comentarios:

Maca dijo...

Hola a todos! Me tocó comentar el cuento de Vicky así que eso voy a hacer, observé lo siguiente:
-Perspectiva del narrador: Me pareció bien elegido porque narra muchos detalles que se perderían con un narrador en primera persona, además del final que hubiera sido muy difícil de lograr.
-Tipo de lector: El cuento puede ser leído, claramente, por un público en general. Si tengo que especificar, diría que resultará más entretenido para aquellos lectores que gusten de cuentos fantásticos clásicos o de terror. No es un cuento para niños, tiene una historia fuerte.
-Lo fantástico: El cuento logra atravesar la línea de lo real a partir de la escena donde encuentra a los cuadros con una expresión diferente. Yo lo considero un cuento fantástico clásico, también de terror, pero tengo dudas al enmarcarlo en la definición de Cortazar. Además, tiene muchos datos y hay pocas cosas que el lector debe inferir. Yo se lo enviaría a Mujica Lainez, me parece ideal para ser narrado así, tiene todo lo necesario.
-Manejo de la línea temporal: En el cuento se presentan situaciones de analepsis (cuando recuerda la carta donde le comunicaban la herencia de la casa y el dinero, cuando el narrador explica que el día anterior no pudo recorrer el barrio, cuando cuenta su historia familiar) y prolepsis (en el final cuando se adelanta lo que le sucederá a la nueva familia). El ritmo del relato es bastante lento, se acelera por momentos en las escenas del final pero suele caerse en la descripción. Me parece que esta descripción es muy rica (son geniales tus descripciones) pero en cuentos de terror pueden eliminar la tensión que se había logrado en el lector. Ésto lo observé en las escenas que continúan desde que ella se va a dormir. Hay momentos en que se va la tensión. Te doy, a modo de sugerencia, que pruebes manejar la narración de un modo menos descriptivo desde ese momento para ver cómo cambia, quizás sea diferente, quizás no.
Mi apreciación personal del cuento es que es sumamente rico en descripciones, la historia es muy interesante. Hay algunas cosillas de puntuación (comas y puntos) para revisar. Y mi sugerencia es lo que escribí en el párrafo anterior. Me cuesta ser objetiva en ese sentido porque prefiero la descripción exhaustiva en la novela antes que en el cuento. Te digo que no dejes de escribir, Vicky. Inventás unas historias de terror muy buenas y me gusta cómo escribís, tu vocabulario es muy rico.
Besos!

Gabi dijo...

Estoy de acuerdo en parte con Maca en que tus descripciones son espectaculares Vicky pero por momentos algunas eliminan la tensión del lector. Sin embargo, en mi caso particular sentí que hay descripciones muy bien puestas ya que provocan aún más tensión y ansias de que avance, es como si frenara el relato para que uno se desespere esperando que continúe.
Encima a mi se me dio por leer tu cuento a las tres de la mañana sola en mi cuarto de espaldas a la puerta. Cuando leía las partes en que siente ruido y tiene el dilema de ir o no ir a ver de qué se trata, o cuando dice que le temblaban las piernas y que estaba espantada yo miraba para atrás a cada rato jaja... Es señal de que sos buena escribiendo cuentos de terror... Y de que yo soy muy miedosa jeje...

Un abrazo...

Colo! dijo...

Vicky: Coincido con Gabi... si bien hay algunas partes donde las descripciones son muchas, logras mantener el suspenso, detener la historia, para crear mas intriga.
Realmente los cuentos de terror son tu fuerte! jaja....

Melisa dijo...

• La prolepsis está muy bien usada, tiene un valor fundamental en el párrafo final, es lo que da la vuelta de tuerca para que el lector quede conmovido. Con la analepsis, lográs otro efecto, ponés en pausa el relato; aunque la información que das no es clave para entender al personaje o la historia, el cuento no funcionaría de la misma manera sin esos párrafos, además, la técnica esta bien introducida lo que no es poca cosa. Hay un ritmo constante a lo largo de la narración que se acelera al final, los momentos de descripción, igual que la analepsis, son buenas elecciones ya que sostienen el suspenso. A modo de sugerencia, quizás se podrían hacer algunas reformas en el 3º párrafo (el que explica la situación de los padres de Amelia), como está, puede generar algunas confusiones en el lector.
• El narrador omnisciente aparenta dar una perspectiva más general del asunto, asique este tipo de narrador funciona en el relato; sin embargo, con un narrador en 1º persona, también habría un cuento muy interesante de una manera distinta.
• Cortázar dice y parafraseo: “todo lo que nuestra inteligencia (y podríamos agregar sentidos) acepta como inamovible, seguro se ve conmovido…”. En este cuento, una situación que para la protagonista era normal, regular y estable (una habitación que guarda pinturas), se corre del lugar que le corresponde de acuerdo a la lógica. Por eso lo fantástico está logrado.
• Por el vocabulario empleado, la narración está dirigida a pre- adolescentes o adolescentes, asimismo, la historia que refiere es de evidente interés para lectores de esas edades.